La piscina es, durante estos meses de verano, una de las principales elecciones para pasar unos días un poco más fresquitos. Mantener el agua limpia y en buen estado hace que los baños sean mucho más agradables. Y, para ello, se suele recurrir al cloro, un desinfectante de uso común en piscinas para el tratamiento del agua que mata las bacterias dañinas y otros microorganismos. Pero los baños en piscinas con cloro pueden conducir a ciertos efectos en la piel.
Irritación y sequedad: algunos de los efectos que puede tener el cloro en la piel
El cloro higieniza el agua y actúa de dos formas: la aclara y elimina la mayoría de microbios no deseados e inhibe el crecimiento de algas. Por tanto, evita la proliferación de patógenos transmitidos por el agua y reduce el riesgo de que los bañistas sufran erupciones bacterianas o fúngicas. Pero, ¿es todo lo que hace este producto químico? Si bien no supone un grave problema para nuestra piel, una exposición prolongada al agua clorada puede tener efectos en la piel, sobre todo en personas con pieles sensibles.
En palabras de la Doctora María del Rosario Haro Ramos, especialista del Servicio de Dermatología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, “el cloro es bien tolerado por la piel y no hay evidencia científica que nos haga pensar que supone un peligro, es cierto que puede tener cierta acción irritativa sobre la piel”.
Esta acción puede ser mayor por la producción de cloramina, una sustancia irritante que aparece cuando el cloro reacciona con otros fluidos orgánicos como el sudor o la suciedad. Solo en casos excepcionales pueden aparecer “reacciones alérgicas a los compuestos clorados que se usan para el mantenimiento de las piscinas”, advierte Haro Ramos, que reconoce que “el efecto irritativo produciría sequedad de piel y, si es muy importante, podría llevar a dermatitis irritativa”.
El problema de que algo sea un agente antibacteriano y antiviral tan eficaz es que las mismas propiedades que le permiten ejecutar esta función también pueden dañar la piel, sobre todo en ciertas zonas, que son más sensibles, como “los genitales, párpados y flexuras, partes de piel con capa córnea más fina y, por tanto, más sensibles a la acción de irritantes”, matiza la experta.
Pese a todo, Haro Ramos puntualiza que “la inmensa mayoría de las personas no va a tener ningún problema con la exposición al cloro de las piscinas, incluso si padecen enfermedades dermatológicas como la dermatitis atópica”. Sí es cierto, sin embargo, que podría empeorar un brote de dermatitis atópica u otro tipo de eccemas o, en el caso de que tengamos alguna herida abierta o una lesión muy inflamada, podemos notar que pica más con el contacto con agua con cloro. ¿Qué podemos hacer para cuidar nuestra piel del contacto con el cloro?
Ducha antes y después del baño, la primera barrera de defensa contra el cloro
Aunque la mayor parte del éxito y de que nuestra piel se mantenga sana lo conseguiremos después de nadar, algunas medidas preventivas son especialmente útiles incluso antes de tirarnos a la piscina. En este sentido, es importante mantener una buena higiene y ducharnos antes de entrar en la piscina, lo que nos permitirá retirar los restos de sudoración de la piel que pueden interaccionar con el cloro y aumentar su acción irritante. También es aconsejable la ducha después del baño para eliminar los restos del cloro.
El fotoprotector, ¿también nos protege del cloro?
Aunque en la mayoría de los casos no es necesario aplicar ninguna medida específica de protección frente al cloro, sí es importante “aplicar protector solar antes de la exposición” y repetirla cada “dos o tres horas o al salir del baño”, aconseja Haro Ramos. Lo recomendable es usar un protector solar de amplio espectro que proteja a piel de los rayos UVA y UVB del sol y, si puede ser una fórmula más espesa mejor, porque suelen contener aceites que nos pueden proporcionar un sello protector y creará una barrera entre la piel y el agua de la piscina.
En casos especiales, como las personas con piel especialmente sensible, “se pueden usar cremas barrera o fotoprotectores con óxido de zinc que pueden mejorar la tolerancia a la exposición al cloro”, afirma la doctora.
Es importante tener en cuenta que, cuanto más tiempo permanece una persona en contacto con el agua con cloro, más irritante será y más sequedad provocará, así que después de un buen chapuzón es aconsejable darse una ducha con agua dulce para reconstruir la barrera cutánea.
Al eliminar los aceites naturales es fundamental recuperar la humedad con la rehidratación, que ayudará a dejar la piel suave y luminosa.
El cloro y la dermatitis atópica
Como admite Haro Ramos, “el cloro puede empeorar brotes de dermatitis atópica en personas con esta patología”. En este caso, debe evitarse el baño en los momentos de enfermedad activa, aunque las personas con dermatitis atópica pueden acudir a piscinas cloradas, con las “medidas adecuadas de hidratación de la piel”, reconoce la experta. En algunos casos puede ocurrir que aparezca picor intenso durante y después del baño. Si esta sensación no mejora tras una ducha, puede ser que “tengamos eccema activo que esté empeorando con la exposición al cloro”, afirma Haro Ramos.
Si hemos pasado el día en la piscina, además del fotoprotector, y sobre todo si tenemos la piel seca o sensible, es fundamental “usar crema hidratante y cambiarnos el bañador mojado por uno seco”, aconseja la experta.
También la piel de los más pequeños es más sensible que la de los adultos y puede irritarse con más facilidad. Esto, unido al hecho de que la dermatitis atópica es más habitual en estas edades y que, además, suelen pasar más tiempo dentro del agua, hace que su piel sea más sensible.