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La siesta perfecta: en el sofá, no más allá de las cuatro de la tarde y de 20 o 30 minutos

Siesta

Mercè Palau

Cualquier momento parece bueno para echarse una buena siesta. Sin embargo, no siempre es posible, y menos durante el año, cuando el trabajo y las obligaciones diarias nos arrastran a un ritmo frenético que nos impide contar con un tiempo a primera hora de la tarde para descansar un poco y tomar aliento para continuar con la jornada.

Ahora, cuando muchas personas están de vacaciones, es un buen momento para recuperar esta costumbre y disfrutar de este pequeño placer tan nuestro que se toma después de la comida del mediodía, cuando los rayos de sol son más fuertes y que, detrás, esconde algunos secretos.

En España, según datos de la Asociación Española de la Cama (Asocama), y lejos de lo que podría pensarse, el 60% de los españoles dice que no acostumbra a tomar una siesta nunca. Y los pocos que lo hacen, la pasan en el sofá durante más o menos una hora. ¿Lo hacemos bien? ¿Dormimos demasiado? ¿Cómo es la siesta perfecta?

El poder de la siesta y por qué es aconsejable, sobre todo ahora en verano

Antes de explicar los secretos de una buena siesta es importante entender por qué es importante. La siesta nos ayuda a descansar y a reparar fuerzas –aunque no nos permite recuperar las horas de sueño que hayamos podido perder durante la noche–. Algo especialmente necesario sobre todo ahora, ya que el calor y el sueño no suelen llevarse muy bien: las altas temperaturas mantienen el cuerpo más caliente, lo que no solo dificulta la conciliación del sueño, sino también que este sea de calidad.

Como reconoce la Doctora Laura Núñez García, especialista de la Unidad Multidisciplinar del Sueño del Servicio de Neumología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, dormir una siesta en verano “nos puede ayudar a recuperar esa energía perdida”, cuando el sueño nocturno es más difícil por el calor. Aunque “no debe considerarse nunca una alternativa al sueño nocturno ya que a largo plazo podría afectar negativamente a nuestro ritmo circadiano natural del sueño”, afirma la especialista.

Además, una siesta corta tiene otros muchos beneficios. Para la Núñez García, “alivia el cansancio, reduce el estrés y mejora tanto la capacidad de concentración como la memoria”. Pero hay más, y no solo nos referimos a que potencia el buen humor o mejora el estado de ánimo. “También se han identificado beneficios cardiovasculares y metabólicos al disminuir la tensión arterial y la frecuencia cardíaca, y estimular el sistema inmunológico”, puntualiza Núñez García. 

Lo corroboran estudios como este publicado en Heart según el cual las personas que duermen la siesta una o dos veces a la semana tienen un menor riesgo de sufrir problemas cardiovasculares. O este otro publicado en The Journal of Clinical Endocrinology and Metabolism que concluye que las siestas cortas de 30 minutos tienen beneficios para aliviar el estrés y el sistema inmunológico.

Cómo debe ser la siesta ideal 

Para aprovechar al máximo todos los beneficios de una siesta es importante considerar dónde hacerla, cuándo y cuánto tiempo tiene que durar. Son factores que pueden influir en cómo puede sentirse una persona después de despertarse de la siesta.

El lugar: el sofá mejor que la cama

No todo vale a la hora de hacer la siesta. Para conseguir que el sueño sea reparador es importante encontrar el lugar ideal. En este sentido, la experta reconoce que “lo ideal es el sofá o un lugar tranquilo y con una postura cómoda”. ¿Podemos ir a la cama para descansar mejor? Aunque ahí estemos muy cómodos, el problema reside en que “corremos el riesgo de prolongar en exceso el tiempo de descanso y después nos cueste más dormir por la noche”, advierte Núñez García.

El tiempo: ¿cuánta siesta es demasiada?

De 20 a 30 minutos es el tiempo que se recomienda que dure una siesta ya que “el cuerpo entra en fase de sueño superficial que le permite relajarse, disminuir la frecuencia cardíaca y bajar la tensión arterial”, afirma Núñez García. Hay que evitar que la siesta se alargue más de los 30 minutos ya que pasado este tiempo “entramos en fase de sueño profundo, lo que puede favorecer que despertemos aturdidos y nos cueste más retomar las labores diarias después del sueño”, advierte la especialista. 

En este estado de somnolencia o aturdimiento el cuerpo necesita dormir más porque el cerebro ya ha comenzado a entrar en un estado de sueño más profundo. En algunos casos, y en particular en ciertas personas, una siesta demasiado larga puede dificultar el descanso nocturno posterior. 

En qué situaciones es mejor prescindir la siesta

Aunque, como hemos visto, una siesta siempre es bienvenida, sobre todo ahora en verano que las altas temperaturas nos ponen a prueba, hay ocasiones en las que es mejor evitarlas. Hablamos, en palabras de Núñez García, de aquellas personas que tienen “dificultades para conciliar el sueño por la noche de forma crónica”. En estos casos, la siesta, en lugar de ser algo positivo, lo que puede hacer es empeorar el insomnio y modificar el ciclo de sueño nocturno.

Tampoco es recomendable dormir la siesta si no lo vamos a hacer inmediatamente después de comer, “preferiblemente antes de las cuatro de la tarde”, aconseja la experta. Retrasarla por la tarde, sobre todo ahora que las sobremesas pueden alargarse mucho, puede interferir con la capacidad de conciliar el sueño nocturno. 

Y, siempre que podamos, es mejor mantener una rutina de sueño regular porque si cambiamos constantemente “la hora y la duración de la siesta puede desajustar nuestro reloj biológico, haciendo que sea más difícil obtener los beneficios de una siesta regular”, sentencia Núñez García.

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