El corazón es uno de los órganos más importantes de nuestro cuerpo y el epicentro de nuestra salud. Funciona las 24 horas del día, latiendo entre 50 y 100 veces por minuto en reposo —que supone unas 100.000 contracciones diarias—, para alimentar nuestro sistema circulatorio y suministrar nutrientes a las células de todo el cuerpo. Es una máquina que roza la perfección pero que, si no cuidamos, puede estropearse.
Según datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), más de 13.400 personas murieron a causa de un infarto agudo de miocardio en España en 2021, un problema de riego sanguíneo insuficiente debido a la obstrucción de una arteria. Esto se produce cuando las arterias coronarias se estrechan, el oxígeno y otros nutrientes no llegan al miocardio, este no puede producir energía para moverse y, en consecuencia, mueren las células del tejido que no reciben sangre.
Coincidiendo con la Semana del Corazón, del 24 al 30 de septiembre, el Doctor Borja Ibáñez, cardiólogo intervencionista del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, director científico en el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) y jefe de grupo en el CIBERCV, nos da algunas pistas sobre cómo prevenir un infarto agudo de miocardio, reconocerlo y cómo actuar. El Dr. Ibáñez es el líder de las guías de práctica clínica de la Sociedad Europea de Cardiología (ESC) recientemente publicadas sobre el manejo del infarto agudo de miocardio. Debemos tener en cuenta que retrasar el diagnóstico es sinónimo de mayor riesgo de mortalidad, algo que se puede revertir con mayor prevención y actuar con la mayor rapidez posible para anticiparnos al problema.
Conocer los factores de riesgo para cuidarnos mejor
Se ha comprobado que, dentro de los factores de riesgo más comunes, la mayoría son potencialmente modificables. “La gran parte de los infartos se podrían prevenir si hubiese un control estricto de los factores de riesgo desde edades muy tempranas”, admite Ibáñez. Este año, la campaña de la Fundación Española del Corazón (FEC) del Día Mundial del Corazón, el 29 de septiembre , pone el foco precisamente en dar a conocer la importancia de evitar y controlar los principales factores de riesgo que provocan la enfermedad cardiovascular bajo el lema Piensa en tu corazón.
Para ello, es necesario que las personas se impliquen y adopten hábitos de vida saludables, que se centran en tres ejes fundamentales: no fumar, hacer ejercicio y llevar una alimentación saludable. Está comprobado, según la FEC, que podemos prevenir hasta un 80% de las enfermedades cardiovasculares gracias a la alimentación y el estilo de vida.
Según un estudio publicado en la Revista Española de Cardiología (REC), el tabaco mata aproximadamente a 54.000 personas al año en España, de las que el 27,5% de las muertes se deben a enfermedades cardiovasculares, incluida la diabetes.
Seguir una alimentación saludable pasa sobre todo por acciones como comer cinco porciones de fruta y vegetales al día, reducir el consumo de bebidas y zumos azucarados, limitar el consumo de alimentos procesados, realizar ejercicio al menos 30 minutos cinco veces a la semana y, en general, aumentar la actividad física día a día —subir escaleras, ir al trabajo a pie, entre otras—.
Otra decisión clave en la prevención del riesgo coronario es no fumar. Según la FEC, a los dos años de dejar de fumar, el riesgo de enfermedad coronario se reduce sustancialmente y, a los 15 años, el riesgo es cercano al de una persona no fumadora. Para Ibáñez, además, es necesario “revisar con analíticas las cifras de colesterol y tomarse la tensión de forma regular para detectar elevaciones”. Como admite el experto, “nunca es tarde para iniciar un control de estos factores de riesgo ya que su impacto es muchísimo mayor cuanto antes se empiece”. La prevención de las enfermedades cardiovasculares debe comenzar desde edades tempranas, momento clave en que ligeros cambios en estos factores de riesgo tienen un impacto enorme a largo plazo.
Cómo reconocer las señales de alerta de un infarto y por qué actuar con rapidez
Como hemos visto, y como consecuencia de la exposición a los factores de riesgo descritos —tabaco, sedentarismo, colesterol, hipertensión, etc.—, tras la obstrucción de la coronaria por un trombo, aparece opresión en el pecho. “La sensación es similar a la de tener un peso encima del pecho”, admite el doctor Ibáñez, un dolor que puede irradiarse hacia la mandíbula o los brazos. El experto insiste en que cualquier molestia que se mantiene en el tiempo en el pecho que no se ha tenido antes es motivo de visita a los servicios de urgencias.
Es importante resaltar que, aunque el dolor en el pecho es la molestia más frecuente, existen otras formas de presentación —dolor en la boca del estómago asociado a sudores, etc. — que pueden avisar de que está iniciándose un infarto. Ante una sintomatología no experimentada previamente y que no cese en unos minutos, es mejor solicitar ayuda médica lo antes posible. Ibáñez avisa “es mejor un por si acaso que un yo pensaba”.
Ante un caso en el que sospechemos que alguien está sufriendo un infarto lo más importante es llamar al servicio de emergencias y esperar a que lleguen los profesionales, evitando acudir por nuestros medios al hospital. Según Ibáñez, “durante un infarto puede ocurrir una arritmia grave que solo pueda solucionarse con un desfibrilador que llevan en los servicios de emergencias”.
La rapidez en todo este proceso es clave ya que la parte del corazón que no recibe sangre puede aguantar un tiempo, “pero pasados unos minutos empieza a quedarse necrosada”, admite Ibáñez, según el cual el daño irreversible avanza de forma exponencial con el tiempo: cuanto más tiempo pasa de oclusión, más cantidad de músculo cardiaco queda necrosado. Pero si se actúa con rapidez, se puede evitar que más cantidad de corazón se quede necrosado.
Este aviso precoz es algo que no ocurre siempre, como demuestran los datos de una investigación publicada en European Journal of Cardiovascular Nursing, una revista de la Sociedad Europea de Cardiología (ESC), según la cual el grupo de personas estudiado con síntomas esperaron una media de tres horas antes de buscar ayuda médico, incluso algunos esperaron más de 24 horas, algunos porque les llevó mucho tiempo comprender los síntomas o que estos no eran suficientemente graves.
Las secuelas que queden dependerán del tiempo que se tarda en desobstruir la coronaria ocluida. Si queda dañada gran parte del corazón, la persona tendrá insuficiencia cardiaca crónica “para toda la vida”, admite Ibáñez. En este caso es muy importante ser muy fieles a la medicación que pauta el médico, así como controlar los factores de riesgo.
¿Cómo se diagnostica y se trata un infarto?
Cuando una persona presenta síntomas de un infarto, uno de los primeros pasos es realizar un electrocardiograma de forma inmediata, y análisis de sangre al llegar al hospital. El primero nos ayudará a ver posibles alteraciones que permitan clasificar el infarto, es decir, que pueda guiar al médico sobre si hay una oclusión aguda de una arteria coronaria. Pero, en palabras de Ibáñez, “el método diagnóstico ‘definitivo’ es el cateterismo cardiaco porque se ven las coronarias de forma directa y si hay obstrucción parcial o total en alguna de las tres principales o de sus ramas secundarias”.
Además del diagnóstico, los avances médicos han permitido dar con tratamientos mucho más eficaces. Se ha mejorado, como reconoce Ibáñez, la técnica de la angioplastia coronaria, es decir, el implante de stents a través de catéter, considerada la mejor para tratar los infartos. También se han notado los avances en el uso de tratamientos que permiten que la cantidad de corazón que queda irreversiblemente dañada sea menor.