Los cálculos renales se forman cuando existe un desequilibrio en la orina entre sustancias promotoras, como el calcio y sustancias inhibidoras, por lo que la orina se puede sobresaturar y en consecuencia, se forman cristales que pueden crecer hasta convertirse en una especie de piedra. La litiasis o cálculos renales está considerada la tercera enfermedad más común de las vías urinarias, por detrás de las infecciones urinarias y la patología prostática.
Un cálculo urinario se puede formar en los riñones o la vejiga. Según datos de la Asociación Europea de Urología, se trata de un problema frecuente que sufrirá una de cada diez personas, aunque su incidencia depende de diversos factores como la genética, los factores geográficos, climáticos, dietéticos y genéticos. Se considera una enfermedad con alto riesgo de recurrencia, pues según la Asociación Europea de Urología (EAU), se calcula que hasta un 50% de los pacientes con cálculos volverán a formar otro a lo largo de su vida.
¿De qué están hechos los cálculos renales?
No todos los casos de litiasis tienen el mismo origen ni la misma composición. “Se estima que entre el 70 y el 85% del total de las litiasis son cálculos de calcio”, afirma la Doctora María Alcoba García, uróloga de la Unidad de Litiasis, Litotricia y Endourología del Servicio de Urología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz. Es el tipo de cálculo más común. Algunas personas tienen mucho calcio en la orina, lo que aumenta el riesgo de desarrollar cálculos de calcio.
El 10% son litiasis úricas ocasionadas por el ácido úrico, un producto de desecho que procede de cambios químicos en el cuerpo. Lo que suele ocurrir en este caso es que los cristales de ácido úrico se agregan en la orina ácida y forman un cálculo de ácido úrico.
Entre el 2% y el 15% son litiasis infectivas, relacionadas con infecciones crónicas del tracto urinario, ya que algunas bacterias hacen que la orina sea menos ácida y más alcalina. Por último, entre un 1 y 2% de los casos se trata de cálculos de cistina, un aminoácido presente en ciertos alimentos y uno de los componentes básicos de las proteínas. Estos cálculos aparecen en pacientes con una enfermedad genética poco frecuente llamada cistinuria.
Cómo se detectan los cálculos
Puede ocurrir que los cálculos urinarios pasen desapercibidos, no provoquen ningún síntoma y no se lleguen a diagnosticar. Pero también pueden provocar dolor. Esto ocurre porque, una vez que se han formado en los riñones, se pueden desprender y pasar por el uréter, llegando a bloquear el flujo de orina.
Como resultado de esta obstrucción, aparece dolor intenso en la región lumbar y el costado —habitualmente súbito— en ocasiones acompañado de otros síntomas como escozor al orinar, orina oscura o con sangre —hematuria—, náuseas o vómitos, ansiedad, sudoración y fiebre.
Para realizar un diagnóstico correcto, se valorarán los síntomas, los antecedentes médicos y familiares y se solicitarán las pruebas complementarias que el especialista crea convenientes. Los cálculos se detectan mediante técnicas de imagen, como una radiografía simple de abdomen, útil en el caso de los cálculos radiopacos, es decir, que son visibles en rayos X y que son aquellos que contengan calcio —oxalato cálcico y fosfato cálcico—. En cambio, como admite la Doctora Alcoba García, “las litiasis úricas, las de xantina y las farmacológicas son translúcidas, es decir, no son visibles en la radiografía”. Las de fosfato amónico magnésico, de apatita y de cistina son visibles con Rayos X pero con muy poca nitidez.
La ecografía del aparato urinario, es otra prueba válida para identificar cálculos y conocer si existe obstrucción renal. Sin embargo, la tomografía computerizada es el método más sensible para mostrar el tamaño, la localización y las particularidades del cálculo. Estas pruebas de imagen suelen complementarse con una analítica de sangre y orina que ayudan a evaluar la salud de los riñones.
¿Por qué es importante conocer la composición del cálculo?
Además de las pruebas para detectar si existe o no obstrucción, la composición de los cálculos nos ayuda a conocer el motivo por el que se ha formado y, por tanto, nos da pistas sobre qué tratamiento es mejor seguir y cómo se pueden prevenir futuras litiasis. Para ello, el método actual más completo de estudio del cálculo renal es la microscopía estereoscópica, espectroscopía de infrarrojos y microscopía electrónica de barrido con microanálisis por energía dispersiva de rayos X.
¿Todos los cálculos se tratan igual? De la farmacología a la cirugía
El tratamiento de los cálculos varía en función de la dureza, el tamaño, los síntomas, la localización en la vía urinaria y las complicaciones que pueda provocar.
Algunos se disuelven con tratamiento farmacológico, como las litiasis úricas. Otros, se pueden fragmentar mediante Ondas de Choque externas —Litotricia Extracorpórea—. Pero cuando el cálculo es demasiado grande, o según su localización o gran dureza —como las litiasis de cistina— es necesaria la cirugía como primera opción de tratamiento.
Qué papel juega la alimentación en la prevención de la litiasis
La prevención de los cálculos renales necesita una combinación de cambios de estilo de vida. La alimentación ayuda a reducir la recurrencia. Según Marta Crespo Yanguas, nutricionista del Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, “una ingesta escasa de agua, de menos de un litro y medio de agua al día, es un factor común de todos los pacientes con cálculos”.
Algunas de las recomendaciones dietéticas que da la Asociación Española de Urología para prevenir los casos de litiasis apuntan a la ingesta de unos 2-2,5 litros de agua al día para evitar concentraciones altas de solutos en la orina; restringir la ingesta de sal y alimentos salados en un máximo de dos o tres gramos de sal al día; reducir el consumo de proteínas a 0,8 gramos por kilo de peso del paciente al día y evitar sobre todo la proteína de la carne y la carne roja; seguir una dieta normocalcémica que incluya el consumo de dos o tres raciones de lácteos al día, es decir, no se restringe la toma de elementos ricos en calcio, siempre que no se abuse de ellos.
Por último, “es recomendable evitar la obesidad y realizar ejercicio físico”, afirma la Doctora María Pilar Barrio Dorado, médico adjunto del Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz.
Las expertas admiten también que seguir unas recomendaciones dietéticas estrictas no nos asegurará por completo que no se vuelvan a formar los cálculos. En este punto es fundamental “valorar las particularidades anatómicas y morfológicas del aparato urinario que puedan provocar trastornos funcionales urodinámicos”, como reconoce también el Doctor Jersy Jair Cárdenas Salas, médico adjunto del Servicio de Endocrinología del mismo hospital.