A la hora de realizar y preparar un viaje hay muchos aspectos a los que prestar atención: desde el coste del viaje, a la organización del trayecto o la búsqueda de alojamiento. Se trata de factores a los que solemos prestar atención y a los que, también, debemos sumar otro más, esta vez relacionado con la salud y, por tanto, tan o igual de importante. Hablamos del peligro de algunas personas de desarrollar coágulos de sangre en alguna de las venas profundas de las extremidades inferiores.
Y es que, en ocasiones, durante los viajes largos se pueden formar coágulos de sangre, generalmente en las piernas. Esto ocurre porque permanecemos inmóviles durante un tiempo prolongado, a menudo sentados en espacios reducidos con poco espacio para las piernas.
El término médico que describe este problema es trombosis venosa profunda (TVP), conocido también como la trombosis del viajero o síndrome de la clase turista. Tiene que ver con la formación de un coágulo en las venas de las piernas. Uno de los riesgos es que se desprenda y emigre hasta la circulación pulmonar y, por tanto, genere enfermedades más graves como la embolia pulmonar.
Por qué durante un viaje aumenta el riesgo de trombosis venosa
La aparición de trombosis venosa tiene un carácter multifactorial, es decir, en su aparición influyen varios factores. Uno de ellos es permanecer, durante varias horas, en una misma postura. Si bien se suele asociar a los viajes en avión, no debemos menospreciar “los desplazamientos en coche, autobús o cualquier otro medio” que nos obliguen a permanecer quietos durante mucho tiempo y reduzca la movilidad de las piernas, reconoce el Doctor Raúl Pérez Calle, del Servicio de Hematología y Hemoterapia del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz.
En estos casos, la circulación sanguínea en las piernas es más lenta y, en ciertos momentos, provoca que se active el sistema de la coagulación. Y es que las venas necesitan algo de movilidad para hacer circular la sangre desde los pies hasta el corazón.
Tal como recuerda la Sociedad Española de Trombosis y Hemostasia (SETH), los viajes prolongados, de más de cuatro horas sobre todo pueden multiplicar por dos e incluso por tres el riesgo de trombosis del viajero. El riesgo de trombosis aumenta con las horas de duración del viaje.
Qué otros factores aumentan el riesgo trombótico
A la inmovilización propia de los viajes prolongados tenemos que sumar otros factores de riesgo, como la edad, la obesidad, el tabaquismo o el embarazo, así como ciertos fármacos como los anticonceptivos hormonales combinados o haber tenido una inmovilización reciente por un traumatismo o por una cirugía, afirma Pérez Calle. También ciertas condiciones genéticas, como la trombofilia hereditaria, o adquirida, “se asocian a una hipercoagulabilidad de la sangre”, puntualiza el experto.
Cómo se diagnostica la trombosis del viajero
Uno de los problemas es que la mayoría de los coágulos no producen síntomas en un inicio y, por tanto, y tal como advierte la SETH, son difíciles de diagnosticar. En ocasiones los síntomas también pueden confundirse “con una contractura muscular”, reconoce Pérez Calle.
En la mayoría de los casos se identifica porque aparecen síntomas visuales muy característicos como dolor o hinchazón de piernas, decoloración y pesadez en alguna parte de la pierna. Estos síntomas pueden aparecer inmediatamente después del viaje o varias semanas después.
Las pruebas para diagnosticar la trombosis suelen ir desde un análisis de sangre, una ecografía Doppler y una tomografía computarizada.
Qué ocurre si estoy tomando medicación anticoagulante
En el caso de que una persona tome medicación anticoagulante de manera habitual tiene que tener precauciones antes de hacer un viaje largo. Sí, puede viajar con el tratamiento anticoagulante, no es necesario dejarlo ni hacer ningún cambio, aunque deberá prestarse atención a ciertos anticoagulantes, como los antagonistas de la vitamina K, para lo que es necesario controlar el rango de INR, cuyo valor nos indica la intensidad del efecto anticoagulante de estos fármacos.
En estos casos, es el médico el que controla el tratamiento anticoagulante antes de viajar. Para hacerlo, tendrá en cuenta el tiempo que vayamos a estar fuera y si es necesario realizar mediciones de INR durante el viaje.
Cómo plantear el viaje si tenemos alto riesgo trombótico
Si tenemos previsto hacer un viaje largo podemos seguir una serie de pautas para minimizar el riesgo. Todos los viajeros, independientemente de si tienen riesgo o no, deberían adoptar medidas como evitar la deshidratación, mantener activa la circulación de las piernas —levantándonos cada dos horas durante el trayecto—, realizar movimientos de flexo-extensión de las piernas y pies, y no llevar prendas de ropa muy ajustada.
En el caso de las personas con alto riesgo trombótico puede ayudar también usar medias de compresión. Y, siempre, acudir al médico para que evalúe si podemos o no viajar en nuestro caso. No está de más, reconoce Pérez Calle, “estudiar la calidad de la atención del lugar de destino, la calidad de su servicio sanitario, la posibilidad de recibir medicación o la incidencia de enfermedades o epidemias que pueden tener lugar en el momento del viaje”. Puede ayudarnos las recomendaciones de viaje del Ministerio de Asuntos Exteriores y, para las personas diagnosticadas de hemofilia, la Federación Mundial de Hemofilia (FMH) dispone de un documento con los centros especializados de cada país.
Para algunas personas con riesgo trombótico, si el médico así lo considera, puede ser aconsejable el uso de fármacos que interfieren en la coagulación de la sangre, como las heparinas. Y siempre es importante llevar la medicación encima, la necesaria para cubrir toda la estancia.