El ictus o infarto cerebral consiste en una alteración anormal del flujo de sangre en el cerebro, y por tanto en un aporte deficiente de oxígeno, lo que impide que el tejido neuronal pueda respirar. Como consecuencia de esta anoxia (falta de oxígeno), se produce una muerte del tejido cerebral en diversos grados según la intensidad del ictus, con lo que el cerebro puede resultar dañado en menor o mayor medida, llevando a la merma de muchas funciones vitales de la persona, que verá su calidad de vida muy disminuida, cuando no directamente morirá.
En el ictus el tiempo vale un cerebro
El ictus puede ser de origen hemorrágico o isquémico. En el primer caso la rotura de vasos sanguíneos produce la salida de sangre al cerebro, y en el segundo un coágulo en una arteria genera un tapón que impide que la sangre llegue normalmente al cerebro. Ambos terminan produciendo daños cerebrales que pueden ser reversibles o irreversibles, en función de la rapidez con que se detecte el infarto y se tomen las medidas adecuadas.
En el ictus, la rapidez de detección y actuación es fundamental para que la persona quede de por vida mermada o bien pueda revertir con mayor o menor rapidez los daños y vuelta a tener una vida normal en la medida de sus posibilidades. Es por ello que las diversas administraciones sanitarias y hospitales están desarrollando continuamente talleres de formación de familiares de personas con riesgo para que sepan detectar de inmediato un indicio de riesgo de ictus y conozcan cómo actuar con el fin de ahorrar el mayor tiempo posible. Uno de ellos lo lleva a cabo el Área de la Mujer del Ayuntamiento de Collado Villalba junto al Hospital General de Villalba.
El ictus no mira el sexo, pero prefiere a las mujeres
El ictus es una de las enfermedades más extendida en las sociedades del primer mundo debido al tipo de vida que llevamos, cada vez menos sano, aunque si analizamos sus causas descubriremos que es una enfermedad multifactorial que, aunque es la tercera causa de muerte entre los seres humanos, en el caso de las mujeres se convierte en la primera. El doctor Javier Pardo Moreno, jefe del servicio de Neurología del Hospital General de Villalba y responsable del taller citado anteriormente, explica que “lo que hace especialmente importante el ictus en la mujer es que es su primera causa de muerte”.
Para explicar la paradoja de que en el ictus los factores de riesgo son los mismos en mujeres y hombres, pero en las primeras la incidencia es mucho mayor, el doctor Pardo detalla que “la mayoría de los factores de riesgo de ictus son compartidos (diabetes, hipertensión, estrés. tabaquismo, alcohol, obesidad, hipercolesterolemia, etc.), pero ellas tienen otros adicionales relacionados con las hormonas, el embarazo, la menopausia”.
Es decir que, a igualdad de factores, la fisiología de las mujeres en sus diferentes etapas reproductivas las hace especialmente sensibles a problemas cerebrovasculares, especialmente de coagulación, que pueden terminar en un ictus. Es por ello que el doctor Pardo insiste en que especialmente las mujeres deben extremar el cuidado de su salud y su alimentación. “Llevamos una vida más estresada, no comemos tan bien como deberíamos ni hacemos el deporte que se aconseja”, advierte el facultativo, que sin embargo reconoce que “las cifras de ictus han mejorado, aunque nos gustaría continuar bajándolas”.
Cómo detectar el peligro de un ictus
En el taller del doctor Pardo se explica que los síntomas que nos harán sospechar que podemos estar ante un ictus son que la persona no pueda hablar coordinadamente o comprender bien lo que se le dice, así como que alguno de sus miembros deje de responder a las órdenes de movimiento o que tenga dificultades para mantenerse en pie. Estos supuestos no son sinónimo necesario de ictus, pero sirven de señal de alerta.
También se incide en que es mejor curarse en salud. “El síntoma de alarma puede ser pasajero o establecido, pero el hecho de que sea pasajero no significa que no sea igualmente grave y que no haya que demandar atención sanitaria”, explica el jefe de servicio de Neurología del Hospital General de Villalba.
¿Qué debemos de hacer ante estas señales en una persona de nuestro entorno? Antes que nada, llamar al 112. “Llamar es lo que va a mejorar el pronóstico”, asegura el doctor Pardo. Dependiendo de la valoración que los profesionales hagan de lo que les contamos por teléfono, deciden si trasladar al paciente a un centro de neurointervencionismo y si se activa el “Código Ictus”, una medida mediante la cual, el neurólogo del centro hospitalario prepara las herramientas para el diagnóstico urgente del ictus en el mismo momento en que llegue el paciente en la ambulancia“.
El ictus isquémico deberá ser tratado disolviendo el coágulo que impide la circulación de la sangre, mientras que en el hemorrágico los médicos se centraran en restablecer y estabilizar la presión arterial. Existen tratamientos que deben ser tomados en un período de tiempo determinado para favorecer que no haya secuelas, y pasado ese plazo, el riesgo es mayor. “Lo ideal es poder administrar la medicación en un espacio de tiempo que va desde el inicio de los síntomas hasta las cuatro horas y media, seis o doce, dependiendo de las circunstancias”, termina el doctor Pardo.