Cuando una persona recibe un diagnóstico de cáncer, considerado la segunda causa de muerte en todo el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), también se le informa sobre el tratamiento que deberá seguir, es decir, qué tipo de terapia se llevará a cabo: quimioterapia, radioterapia, cirugía, inmunoterapia o tratamiento hormonal. Pero, además de tener en cuenta toda esta información, el paciente debe hacer frente a más circunstancias sobre la rutina diaria, aspectos cotidianos con los que se irá encontrando y a los que deberá hacer frente.
Uno de estos aspectos diarios es la alimentación que debe seguir, sobre la que pacientes, familiares y cuidadores acostumbran a tener dudas. Cuando uno está sano, obtener los nutrientes y las calorías necesarias no suele ser un problema. La mayoría de las pautas de nutrición enfatizan en la importancia de comer muchas verduras, frutas y productos integrales, limitar la ingesta de carne roja y procesada y reducir la grasa y la sal. Pero, ¿qué ocurre cuando se recibe tratamiento oncológico? ¿Por qué es importante una terapia dietética adecuada?
Con el fin de dar algunas respuestas a cuestiones como qué tipo de alimentos es mejor consumir y cuáles es mejor evitar o qué pauta de dieta es recomendable durante el tratamiento oncológico, la Fundación Jiménez Díaz ha celebrado recientemente la primera edición del Taller de nutrición para el paciente oncológico, organizado por el grupo de trabajo de Salud del Consejo Asesor del Paciente del hospital y cuyo principal objetivo ha sido trabajar en acciones de promoción relacionadas con la alimentación, el ejercicio físico y la salud emocional.
Alimentación y cáncer, un importante binomio
El tema de la nutrición es uno de los que más “interés suscita entre los pacientes oncológicos”, asegura María Salvador, coordinadora de voluntariado de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) en la Fundación Jiménez Díaz. Porque la dieta es una parte importante del tratamiento. Ingerir los tipos correctos de alimentos antes, durante y después del tratamiento puede ayudar a llevar mejor la enfermedad y a tolerar mejor el tratamiento.
Debe tenerse en cuenta que, durante el tratamiento oncológico, “los requerimientos de proteínas son mucho más elevados debido a la situación inflamatoria secundaria al propio proceso oncológico y a tratamientos como la cirugía, la quimioterapia o la radioterapia”, afirma Isabel Prieto, del Servicio de Oncología Radioterápica de la Fundación Jiménez Díaz. Por tanto, es importante aumentar la ingesta de “alimentos ricos en proteínas”, lo que servirá para cubrir las necesidades del paciente.
Las recomendaciones sobre qué tipo de alimentación debe seguirse son similares a las de una dieta saludable: verduras frescas o cocinadas; proteínas procedentes del huevo, lácteos, pescado y carnes blancas; alimentos ricos en omega 3; semillas y frutos secos; legumbres; frutas variadas y cereales integrales, reconoce Prieto.
Aunque existe un plus añadido en estos casos, porque uno de los principales problemas que suele aparecer durante el tratamiento oncológico es la desnutrición. Este problema afecta sobre todo a las personas con tumores en el área de la cabeza y cuello y tubo digestivo (en un 80-90% de los casos presentan desnutrición) y a personas que reciben tratamientos complejos en algunos casos, como pacientes con tumores hematológicos que se someten a un trasplante de médula ósea o personas que reciben quimioterapia y radioterapia a dosis elevadas, asegura Isabel Prieto.
La desnutrición puede hacer que el paciente esté débil, cansado y sea incapaz de combatir infecciones, tolere peor el tratamiento oncológico y que, en ocasiones, sea necesario interrumpirlo o reducir las dosis. La pérdida de peso o la falta de apetito son algunas de las señales que ponen en alerta.
Mitos sobre la alimentación y cáncer
La alimentación en oncología, además, es uno de los ámbitos sobre el que circulan varios mitos que conviene desmentir. Marta Crespo, nutricionista del Servicio de Endocrinología y Nutrición del hospital, destaca la falsa creencia sobre que “el consumo de azúcar fomenta el desarrollo de cáncer o que el consumo de plantas medicinales como el ginseng, jengibre o cúrcuma tienen un efecto anticancerígeno”.
También existe la creencia de que hay ciertos alimentos anticancerígenos, como los llamados “superalimentos”, con capacidad para prevenir el cáncer. Sin embargo, esto no es cierto porque no hay ninguna base científica que demuestre que un alimento, por sí solo, tenga tanta influencia sobre la posibilidad, o no, de desarrollar cáncer. Según Prieto, “no existen alimentos anti-cáncer”. Aunque admite que sí se sabe que “una alimentación saludable, junto con ejercicio físico, puede disminuir el riesgo de desarrollar un cáncer”.
Sobre la actividad física también existe la opinión de que es mejor que un paciente oncológico debe guardar reposo. Sin embargo, mantenerse activo, siempre bajo supervisión médica, está totalmente recomendado para pacientes oncológicos “y en todas las fases de la enfermedad, excepto en la terminal”, afirma Isabel Prieto. La experta recomienda sobre todo ejercicios que potencien la masa muscular, complementados con ejercicios aeróbicos.