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Virus del papiloma humano: cómo se contagia y cuándo es recomendable vacunarse

Mercè Palau

La infección por VPH es la enfermedad de transmisión sexual (ETS) más frecuente en todo el mundo. Tanto es así que se estima que puede afectar a entre un 70% y un 80% de la población mundial que mantiene relaciones sexuales de forma regular, que lo contrae al menos una vez a lo largo de su vida.

A pesar de tratarse de una infección global, esta infección silenciosa es a menudo desconocida y casi siempre es complicado saber cómo prevenirla y qué medidas existen para evitarla. 

VPH, la transmisión sexual más frecuente en hombres y mujeres

La prevalencia de VPH se sitúa en el 14% en mujeres en España, sobre todo en jóvenes de unos 25 años, mientras que en hombres de edad media se sitúa entre el 30% y el 50%. En la mayoría de los casos la transmisión se produce por el contacto directo de piel a piel y mucosas y por contacto sexual, ya sea por penetración vaginal o anal. Otra forma de contacto, menos frecuente, es por el contacto de la zona genital y por el sexo oral. 

Existen muchos tipos de VPH, algunos de los cuales pueden provocar problemas de salud, aunque pocos desarrollarán enfermedad. Aunque siempre es importante la promoción de la salud y la prevención, en este caso cobra especial importancia ya que muchas veces se desconoce por qué se instauran algunos de los controles y qué se puede hacer para evitar el contagio. 

Síntomas y consecuencias del VPH

La mayoría de las infecciones por el VPH son autolimitadas y asintomáticas o subclínicas, como indica el hecho de que menos del 10% de las personas infectadas tengan lesiones visibles. “Por lo general, el portador de este virus es asintomático, lo que dificulta más su detección”, admite la Doctora Raquel Moreno Vidal, especialista del Servicio de Ginecología y Obstetricia del Hospital Universitario General de Villalba.  

Buena parte de las personas que se infectan tienen el virus silente, es decir, no presentan síntomas durante meses o años, hasta que las defensas del organismo consiguen eliminarlo. Pero debe tenerse en cuenta que el VPH puede transmitirse incluso cuando la persona infectada no presenta signos ni síntomas.

Hay muchos tipos de virus, y en función del que esté presente, pueden aparecer, si lo hacen, unos síntomas u otros. Algunos son los responsables de las verrugas genitales que aparecen como pequeños bultos o grupos de bultos en la zona genital, tanto en hombres como en mujeres, pero que no tienen, en la mayoría de los casos, relación con el desarrollo de cáncer. 

En cambio, cuando la infección por VPH persiste, que suele ser en un 10-15% de los casos, con el tiempo esto puede suponer un factor de riesgo en el desarrollo de lesiones premalignas y malignas de cáncer de cuello uterino, pene, vulvar, vaginal, anal y orofaríngeo. La persistente infección de estos dos últimos es el mayor factor de riesgo para desarrollar las lesiones precancerosas y este tipo de cánceres. Esto puede tardar años en ocurrir.

El hecho de que el VPH sea el responsable de casi todos los cánceres de cuello de útero en la mujer, así como de lesiones en la vulva o la vagina, abre la necesidad de establecer programas de cribado de cérvix.

Claves para evitar el contagio

A día de hoy no existe un tratamiento para el virus, aunque la mayoría de las infecciones desaparecen con la ayuda del sistema inmunitario de la persona. También existen productos para mejorar la flora y el pH vaginal para fortalecer el sistema inmunológico local.

Como ya hemos comentado, la transmisión del VPH se realiza a través del contacto sexual con una persona previamente infectada, tras una relación sexual sin protección. Por tanto, la conducta sexual es determinante en el riesgo de infección, así como las relaciones sexuales precoces y el número de compañeros sexuales. El uso correcto del preservativo reduce de forma significativa el riesgo de contraer la infección.

Al uso del preservativo se unen las vacunas, con demostrada eficacia y efectividad en la prevención de la infección y de las lesiones benignas y premalignas asociadas. La vacuna está financiada para niñas y niños a partir de los 12 años antes del inicio de las relaciones sexuales, pero también estaría recomendada para el resto de la población, dados los beneficios que ofrece. “La vacuna frente al VPH puede reducir la incidencia de cáncer de cuello de útero o de otras localizaciones más de un 90%”, reconoce Moreno. Aunque debe tenerse en cuenta que la vacuna previene de la infección, pero no afecta a la eliminación de un virus existente, por tanto, es preventiva, no curativa.

Además de que incorporar esta vacuna al calendario vacunal de la inmunización es fundamental, también lo es que esta se extienda a toda la población para prevenir lesiones en la zona del cuello del útero, vagina o ano, “y proteger a la pareja y también al futuro hijo, si se quiere quedar embarazada”, reconoce la Doctora Moreno. 

Otra medida fundamental son las revisiones periódicas basadas en la citología cervical o prueba de VPH, en función de la edad, que permiten detectar y tratar de forma precoz lesiones premalignas del cuello del útero. A partir de los 25 años es recomendable realizar una citología cada tres años, controles que pueden ampliarse a partir de los 35 años y que “están diseñados de forma que, dependiendo de los resultados, se oriente el seguimiento del paciente con consultas de patología cervical dirigidas a ello”, admite la Doctora Moreno Vidal.