Hace más de tres décadas que comenzó la labor del IPCC, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático encargado de observar las causas, repercusiones y estrategias de respuesta ante el desafío que supone el calentamiento global para la humanidad. El pasado mes de agosto, el panel se vio en la obligación de adelantar algunos datos de su sexto informe con el fin de apercibir a la población de que el proceso ya es una realidad contundente y no solo una previsión de futuro. Entre los países más damnificados por el incremento de las temperaturas se encuentra España, con una importante extensión expuesta a condiciones de estrés hídrico.
Precisamente este domingo se celebra el Día Internacional Contra el Cambio Climático. Ante la advertencia de los científicos respecto a los graves efectos que el cambio climático ya genera en nuestro país, algunas compañías responsables de la gestión del agua han comenzado a desarrollar proyectos pioneros para salvaguardar los recursos hídricos.
Tanto las peores, como las mejores previsiones del IPCC, indican que la cuestión medioambiental afectará intensamente a la gestión del agua en nuestro territorio. “Lo hará en un doble sentido. Por un lado, la disponibilidad será menor en casi todas las áreas —a excepción de la cornisa Cantábrica y la zona noroccidental— porque los recursos serán menos estables y previsibles, sin embargo, también porque tendrán menos calidad”, explica Luis Antonio Marcos, doctor y profesor-investigador en Temas Ambientales en la Universidad de Burgos y director de la Oficina Verde de la institución.
El experto advierte que “tendremos que convivir con fenómenos extremos como inundaciones, tormentas y sequías. Esto aumentará la incertidumbre en el sector primario porque el 80% de los recursos hídricos españoles se destinan a la agricultura”. “Por otra parte —continúa—, el agua tendrá más presencia de sustancias en suspensión debido a la erosión, la desertificación y la pérdida de suelos, aumentando a la vez su turbidez y salinidad e, inclusive, la presencia de contaminantes como nitratos y fosfatos”.
Entre las soluciones que destaca Luis Antonio Marcos se encuentran la adaptación de las actividades productivas y la reducción del consumo vigilando la huella hídrica. “Regadíos inteligentes para reducir los despilfarros, garantizar una red urbana renovada que sea más eficiente o utilizar adecuadamente los acuíferos”, son algunas de las opciones que propone el profesor. “Por supuesto, igualmente hay que tener presente la economía circular, ya que el agua se puede reutilizar en numerosos casos, y siempre aplicar la lógica: los jardines de las ciudades deben contar con vegetación del entorno más cercano. No tiene sentido mantener grandes cantidades de césped en Andalucía, Levante, las dos Castillas o algunas zonas de la cuenca del Ebro, como si se tratara de Escocia o Irlanda porque es ir en contra de la naturaleza”, subraya.
España: muy afectada, pero también pionera
Al margen de las medidas particulares y las iniciativas públicas, en nuestro país algunas compañías plantean soluciones innovadoras a la cuestión. Es el caso de Agbar, grupo dedicado ciclo integral del agua y a los servicios medioambientales en más de 1.000 municipios en España y que basa su estrategia climática en cuatro líneas de actuación: reducir las emisiones de CO2, desarrollar planes de resiliencia para hacer frente a los efectos del cambio climático, promover modelos de economía circular y potenciar la infraestructura verde.
En relación a los recursos hídricos, la firma está desplegando planes y programas concretos en diferentes zonas de España. Una muestra de ello es el delta del Ebro, donde promueven y gestionan humedales que depuran el agua que se utiliza en el cultivo de arroz a través de vegetación acuática y microorganismos. Por otro lado, en el Parque Natural del Turia, en Valencia, impulsan el Proyecto Guardián, centrado en una reutilización simultánea a la prevención de incendios forestales mediante sensores que monitorizan el bosque y cañones de riego.
En las propias depuradoras del grupo se localizan algunas de las acciones más interesantes de Agbar. Las instalaciones se están convirtiendo en biofactorías donde se reutiliza el 100% del agua que depura la propia planta para diferentes usos, pero también el total de los residuos generados en ese proceso. “Casi la totalidad de los lodos, arenas y grasas se emplean después como abono en agricultura o jardinería”, apuntan desde la compañía. Al mismo tiempo, las nuevas tecnologías han permitido a Agbar desplegar su red Dinapsis, que “promueve el desarrollo de ciudades inteligentes, resilientes y verdes mediante la aplicación de la digitalización a toda la cadena, atendiendo a la sensibilidad del territorio en el que se ubica y actuando como acelerador de innovación en el ecosistema local”, señalan.
Finalmente, la compañía aprovecha el biogás generado en las estaciones depuradoras —junto a la producción solar fotovoltaica y la electricidad procedente de las turbinas hidráulicas— para aprovecharlo en sus instalaciones, en su flota de vehículos e, incluso, inyectar la energía a la red eléctrica.
En esta misma dirección, el grupo ha presentado un plan con 75 proyectos punteros en materia de agua y medio ambiente, que aspiran a acelerar la transición ecológica y ser un potencial centro de atracción de los fondos NextGeneration de la Unión Europea.