Una de cada cuatro personas ecuatorianas viven en situación de pobreza. Una cifra que empeora en las zonas rurales, donde el 42,9% de la población vive con carencias económicas severas y donde es difícil cubrir siquiera las necesidades más básicas. Esmeraldas, concretamente, es la provincia más pobre de la costa ecuatoriana, con más del 52% de la población viviendo en situación de pobreza y con un 9,1 % de desempleo, la tasa más alta de Ecuador. Un lugar que siempre ha estado olvidado y en el que la población afrodescendiente supera el 40%.
Por motivos como este, Ayuda en Acción lleva más de 37 años presente en Ecuador, donde ha trabajado en 17 provincias y en muy diferentes campos. Hoy se encuentra presente en Azuay, Carchi, Cotopaxi, Imbabura, Guayas y, también, Esmeraldas, y en todas es necesaria una intervención de largo plazo. La prioridad de la ONG es poner a las personas en el centro y para ello lleva a cabo programas que se enfocan en facilitar el acceso a un agua segura, crear cadenas de valor sostenibles, promover el empoderamiento económico de las mujeres, luchar por los derechos de niños, niñas y adolescentes y lograr la integración de población en situación de movilidad humana.
En Esmeraldas, un lugar de exuberante riqueza natural, Ayuda en Acción ha priorizado combatir la pobreza a través de cadenas de valor sostenibles en áreas rurales, y muy concretamente ligadas a un protagonista de reconocido prestigio internacional: el cacao. Gracias a él, y al desarrollo de capacidades en personas que consiguen ser gestoras de su propio desarrollo, se escriben historias como las de Viviana y Ramón, los protagonistas del cuarto capítulo de la docuserie La Oportunidad realizada por Ayuda en Acción.
Viviana y Ramón: desarrollo, futuro y cacao
En Esmeraldas las oportunidades para los jóvenes son escasas. La zona enfrenta altos niveles de violencia y pobreza, y al ser un área de narcotráfico los más vulnerables están en riesgo de ser captados por grupos de crimen organizado. De manera que se enfrenta a grandes brechas sociales y económicas. Pero, “Si yo pude cambiar, si yo pude llegar, quiere decir que otras personas lo pueden hacer” dice Viviana Meza, una joven de 29 años que hoy es catadora del mejor cacao del mundo.
“Cuando llegamos acá para nosotros fue un ‘¡boom!’, porque nos sorprendió. Aprendí a catar por medio de la Escuela de Cacao donde me capacité con los catadores profesionales del Ecuador”
Desde pequeña trabajó para continuar sus estudios, y aunque tuvo que enfrentarse a una fuerte depresión cuando su madre enfermó, en su camino se presentó la oportunidad de participar en la Escuela de Cacao de Ayuda en Acción, y al no dejarla escapar comenzó a construir un futuro para ella y su familia. Pues aunque “Viviana era muy tímida, casi no participaba”, como dice Rocío Wila, técnica de Ayuda en Acción que vincula a jóvenes como Viviana a programas que brindan herramientas para escapar de la pobreza, “ahora es otra persona, se empoderó con su trabajo y eso le cambió la vida”.
Y como ella, igualmente ligado al mundo del cacao, también está Ramón. Tuvo una infancia muy dura, como la mayoría de los niños y niñas que viven en Esmeraldas, y además de enfrentar pobreza, tuvo desnutrición crónica infantil. Probó a unirse al llamado militar, pero no entendió a lo que realmente quería dedicarse hasta que no descubrió el potencial del cultivo de cacao. Hoy es productor de cacao fino de aroma: “Yo soy el ejemplo de mis dos hijos, así como mi mamá me explicaba y conversaba conmigo así lo hago yo con ellos, y les explico que aprovechen las oportunidades”, dice Ramón.
“Un compañero me dijo ‘Ramón, ¿te gustaría ser parte de un grupo de jóvenes donde nos capacitan en la agricultura del cacao?’ Y me pareció interesante, porque si yo eso lo hago en nuestra área podemos subir la producción y tener un sustento económico”
Las historias de Viviana y Ramón se unen en un nuevo capítulo de La Oportunidad, en el que ambos están construyendo su propio futuro a través del potencial económico y social del cacao. Ayuda en Acción ha desempeñado un papel fundamental al proporcionarles capacitación, asistencia técnica y acceso a mercados justos, lo que les ha permitido emprender adoptando prácticas agrícolas sostenibles, aumentando así su productividad e ingresos.
El poder transformador de la oportunidad adecuada
El cacao está transformando vidas en Ecuador y ya ha involucrado a más de 600 familias campesinas que forman parte de organizaciones como APROCANE (Asociación de Productores de Cacao del Norte de Esmeraldas). Viviana y Ramón, fruto de una renovación generacional que ofrece a los jóvenes la oportunidad de quedarse en su tierra y evitar la migración, son dos buenos ejemplos de lo que proyectos como la Escuela de Cacao de Ayuda en Acción en Esmeraldas están consiguiendo. Ambos son la voz de miles de jóvenes que viven en zonas rurales, que se enfrentan a desafíos como la pobreza, la exclusión y la violencia, y que buscan un impulso para cumplir sus sueños. Una oportunidad que pueda mejorar su calidad de vida y la de sus comunidades.
En Ecuador cerca de 4,5 millones de personas viven en situación de pobreza y los jóvenes son quienes menos oportunidades tienen en este entorno, pues cerca de 586.000 no estudian ni trabajan. Y por si fuera poco, a la inestabilidad política del país hay que sumar un repunte de violencia que ha provocado la tasa más alta de homicidios en su historia, con 1,25 muertes violentas diarias en lugares como Esmeraldas.
Pero el poder transformador de una oportunidad adecuada está haciendo que cientos de familias estén mejorando sus vidas a través de la cadena de valor del cacao, pues entre los logros de Ayuda en Acción en Esmeraldas está el de impulsar tanto la producción de cacao en almendra como la de sus derivados, así como el empoderamiento femenino, con mujeres involucradas en directivas de organizaciones de cacao, y la creación de soluciones como un bioplástico elaborado con la cascarilla de cacao, 100% biodegradable.
Con esto, personas como Viviana y Ramón se convierten en gestoras de su propio desarrollo, capaces de romper el círculo de pobreza que las rodea, y que generalmente se hereda de padres a hijos. “Mi hijas son algo maravilloso”, dice Viviana, “En ellas veo esperanza y hay que inculcarles valores y respeto, porque quiero darles un mejor futuro y que ellas sean unas niñas libres”.