Una bolsa de basura estándar de las que cualquier hogar español depositada en el contenedor amarillo debería estar integrada, única y exclusivamente, por envases de plástico, latas y briks. La realidad es que esa bolsa muchas veces contiene otro tipo de residuos que no tendrían que estar allí.
“El concepto que más le cuesta entender al ciudadano es el envase. La gente tiene conceptualizado el amarillo como el contenedor de las latas y los plásticos, con lo cual cualquier elemento metálico o de plástico se tiende a asociar que tiene que ir al contenedor amarillo”, explica Fernando Martín, coordinador del área de Conocimiento del Residuo de Ecoembes.
Estaríamos hablando de residuos relacionados con el menaje del hogar, cubos, tapers… que podrían considerarse como esos errores por desconocimiento; pero también de otros como el vidrio, el cartón, los textiles o la materia orgánica.
A estos residuos no deseados se les denomina impropios y su presencia en el contenedor amarillo varía en función de la zona de España que se analice. “Hay sitios donde el porcentaje de impropios en la recogida selectiva de envases ligeros está por debajo del 20% y hay sitios que está por encima del 30%”, apunta Martín.
No se puede generalizar ni decir que haya una bolsa de basura estándar que describa cómo recicla el conjunto la sociedad española. Su composición depende de la región y sus patrones de consumo, de factores socioeconómicos, de si son núcleos urbanos o rurales de población, del tipo de viviendas, de la época del año…
Este conocimiento de los patrones de reciclado de la sociedad es posible gracias al trabajo de análisis o caracterización que Ecoembes lleva a cabo en 97 plantas de selección del país, esos lugares donde los envases de uso doméstico se clasifican por material antes de ser enviados a las plantas de reciclado donde serán transformados en materia prima.
Un trabajo de muestreo milimétrico
La caracterización es un “proceso analítico que te permite conocer la composición de los residuos” que los ciudadanos han echado al contenedor amarillo, explica Martín. Estos controles, que se realizan a partir de muestras aleatorias, tienen lugar cuando dichos residuos entran en las plantas de selección.
El proceso tiene una duración de entre cinco y ocho horas y comienza con el camión de recogida volcando los residuos en lo que se conoce como playa de descarga de las plantas de selección. En ese momento se procede a su homogeneización, es decir, a voltearlos con una pala excavadora para mezclarlos de tal manera que la muestra sobre la que se vaya a trabajar sea lo más representativa posible.
De los 2.000 kilos de media que suele transportar un vehículo de recogida, se toman aproximadamente la mitad y, tras una nueva homogeneización, se les divide en cuatro montones de volumen más o menos similar (cuarteo). Se escogen al azar dos cuartos opuestos, se rechazan los otros dos y se repite el proceso hasta quedarse con 250 kilos de residuos, que serán los que se analicen.
Ecoembes cuenta con unos 60 equipos de dos personas cada uno, es decir, unos 120 trabajadores dedicados a ello a nivel nacional. En 2023, se realizaron más de 7.700 caracterizaciones de entradas de recogidas selectivas de envases ligeros por todo el país.
Estas caracterizaciones no son aleatorias: se basan en una metodología de cálculo muestral estándar y son iterativas. “Hacemos una campaña de muestreo durante un año y cuando tenemos el año cerrado, podremos hacer un análisis de cómo es la variabilidad de los resultados por cada una de las unidades de gestión de recogida. Eso nos ayudará a calcular cuál es el número de muestras que tendremos que hacer para el siguiente período muestral”, indica Martín.
¿Qué nos dice una caracterización y qué hacemos con ello?
La caracterización permite analizar en detalle qué residuos llegan a las plantas de selección y en qué proporción. Para ello, esos 250 kilos seleccionados se clasifican en 33 fracciones, según el tipo de material del que están hechos.
Once de ellas corresponden a los envases —polietileno, polipropileno, film, acero, aluminio, cartón para bebidas, etc-— y las 22 restantes, a los residuos impropios —textiles, restos de poda, vidrio, etc.— que no deberían haber entrado en el contenedor amarillo. También se determinan las cantidades de cada una de ellas.
Con estos datos, Martín explica que es posible “dar información aguas arriba, hacia la unidad de gestión de recogida, de cómo es la composición de los residuos que pueda servir para tomar acciones de mejora; y aguas abajo, a la planta de selección, porque la planta necesita dimensionarse para obtener un rendimiento eficiente”.
Y es que, Ecoembes pone todos estos datos a disposición de las entidades locales para que conozcan el resultado de la recogida selectiva en sus municipios; y desarrolla junto con las administraciones públicas campañas de concienciación adaptadas a las necesidades de cada zona. Además, también sirven para conocer las tendencias de consumo y analizar si para los ciudadanos está siendo fácil asociar los diferentes envases y materiales disponibles a su correspondiente contenedor.