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Santander Brasil será el primer banco ‘plastic free’ del mundo

ED Creativo

Los esfuerzos para librar al mundo de los plásticos de un solo uso se tienen que hacer a todos los niveles, aunque no se pertenezca al grupo de los ‘heavy-users’. Por eso, sería bueno que cundieran masivamente iniciativas como la del Grupo Santander, cuya filial de Brasil se convertirá en 2020 en el primer banco ‘plastic free’ del mundo.

La idea partió de un grupo de 13 jóvenes empleados del banco que han sido escogidos para el programa de liderazgo ‘Young Leaders’, en el que 280 trabajadores de 14 países ayudan a diseñar su propio programa de formación y contribuyen al desarrollo de la estrategia del banco. El proyecto, explicado por estos jóvenes empleados, se comunicaba así:

“Para cambiar viejos hábitos, necesitamos encontrar una buena razón. El año pasado, en Santander, consumimos 207 toneladas de plástico de uso rápido, como vasos de agua, café, pajitas y botellas. Por eso, anunciamos con orgullo la decisión de reducir este tipo de consumo por parte de nuestros empleados. El fin del uso de los desechables comenzará este año en las áreas administrativas, y a finales de 2020, la medida se aplicará a toda la red de sucursales”.

Más del 80% de los desechos marinos son plásticos

Prueba a teclear las palabras ‘ballena’ y ‘plástico’ en tu ordenador. Los resultados que ofrecerá el buscador serán vídeos e imágenes de estos mamíferos muertos debido a la acción del plástico en sus estómagos. Es lo que le ocurrió a este ejemplar hallado en una playa en el sureste de Filipinas con 40 kilos de plástico en su interior; entre ellos, 16 sacos de arroz y una lona de plástico utilizada en las plantaciones de banano.

Más del 80% de los desechos marinos son plásticos de un solo uso: vasos de agua, de café, pajitas y botellas; hasta palos de globos. Y como se puede deducir de lo que ocurre con las ballenas, estos materiales pasan también a las tortugas marinas, las focas, las ballenas y las aves, así como a los peces y los mariscos y, por lo tanto, a la cadena alimentaria humana. De hecho, los microplásticos ya se pueden encontrar sin problema en las heces de seres humanos.

La guerra contra el plástico ha comenzado y desde todos los frentes. En 2014, la Comisión Europea ya dio sus primeros pasos con una campaña por la reducción del consumo de bolsas de plástico de un solo uso, que en sus comunicados oficiales califica de éxito, a pesar de que muchas tiendas y supermercados siguen entregando bolsas, en muchos casos sin recargo adicional, o vendiendo productos perecederos en bandejas y envueltos en plástico transparente.

Ahora, la Unión Europea ha acometido la reducción drástica (a la mitad) de los productos plásticos de un solo uso más utilizados, como los citados anteriormente. Como afirma la Comisión en un documento oficial, la iniciativa no es sólo imprescindible, sino que, además, supondrá su sustitución “por alternativas innovadoras con mayor valor añadido”, lo que constituye “una oportunidad económica que puede crear alrededor de 30.000 puestos de trabajo locales.

De hecho, el programa comunitario Horizonte 2020 ha aportado más de 250 millones de euros para financiar la I+D en áreas de relevancia directa para la Estrategia de Plásticos. De aquí a 2020, se dedicarán 100 millones de euros adicionales a la financiación de acciones prioritarias en el marco de esta estrategia, incluido el desarrollo de materiales plásticos más inteligentes y reciclables, procesos de reciclado más eficientes y la eliminación de sustancias peligrosas y contaminantes.

Un ejemplo de esto último es TheCircularLab, el primer centro de innovación sobre economía circular creado en Europa de la mano de Ecoembes, con el foco puesto en los envases del futuro. Uno de ellos podría estar realizado a base de residuos vegetales (como patatas y zanahorias), lo que permitiría que se pudiese reciclar, compostar y biodegradar en el entorno marino.

Según los cálculos de la UE reducir a la mitad la basura de los 10 artículos de plástico más empleados de un solo uso evitará daños medioambientales que, de otro modo, costarían 22.000 millones de euros en 2030. También impedirá la emisión de 3,4 millones de toneladas de CO2 ese año. Pero para ello no bastará sólo con la innovación, sino también con la prohibición de ciertos productos, la reducción del consumo, obligando a los productores a cubrir los costes de la gestión de residuos y su limpieza y responsabilizando a los Estados miembros de la recogida del 90% de las botellas de plástico antes de 2025.