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Rebeldes con causa

Educo

A pesar de que la ley prohíbe el matrimonio infantil, el gobierno bangladesí no controla su cumplimiento ni aborda los factores que lo posibilitan. En muchas comunidades, las niñas son consideradas una carga económica y las familias creen que entregando a sus hijas a un marido –a menudo mucho mayor que ellas–, les asegurarán su supervivencia y manutención, además de protegerlas ante agresiones sexuales. La práctica de la dote, muy extendida, tampoco ayuda: cuanto más joven sea la novia, menor será la cantidad a entregar.

La realidad, sin embargo, es amarga. Las niñas casadas dejan la escuela, tienen más posibilidades de sufrir malos tratos, engendrarán más hijos y tendrán menos posibilidades de contar con ingresos propios, lo que perpetuará su dependencia del marido. Además, las muertes relacionadas con embarazos precoces son la primera causa de mortalidad en adolescentes. En este contexto, la educación y la sensibilización son claves para luchar contra esta lacra.

En las escuelas de Educo en Bangladesh protegemos a las alumnas contra el matrimonio infantil al que muchas se verían abocadas. En primer lugar, mentalizando a las propias niñas de cuáles son sus derechos, así como también a sus compañeros de clase, y, en segundo lugar, hablando con las familias para concienciarlas de la necesidad de que sus hijas completen los estudios.

Los casos de Jesmin, Sahanaj y Ruby

Jesmin.

Jesmin (15 años) cursa 9º de primaria en la escuela de Educo en Hazaribag, uno de los mayores slums de Dhaka. Cuando estaba en sexto de primaria, con 12 años, su padre la quiso casar con un hombre que se había fijado en ella porque tenía la piel más clara que la de su hermana mayor. Pero la niña se opuso con todas sus fuerzas y alegó que todavía estaba estudiando. Con el apoyo de su madre, Noor, pudo evitarlo. Hoy, además de estudiar, da clases a un grupo de siete niños y ahorra para pagarse su formación en el futuro. Quiere ser maestra.

Sahanaj (a la derecha), junto a su madre en la escuela donde estudia

Sahanaj (14 años) también vive en Hazaribag. Su padre la quería casar para seguir la tradición y porque consideraba que de este modo estaría más protegida y evitaría posibles abusos de otros hombres. Pero ello se rebeló contra su destino y su madre la apoyó para eludir las dos proposiciones de matrimonio que tuvo de dos vecinos. Su caso se trató en el comité de padres y madres de la escuela, donde se convenció a su progenitor para que esperara, al menos, a que finalizara la educación primaria. Ella sueña con ser doctora.

Ruby

Ruby (17 años) escapó de su marido y sus suegros y caminó cinco kilómetros hasta llegar a casa de su abuela. Su caso fue un ejemplo para sus compañeros en la escuela de Educo y sirvió para que los profesores tratasen el tema. “Ninguna niña más de ese curso se casó”, afirma la maestra. Ruby estudia secundaria en la escuela de Educo en el slum de Shampur y desea llegar a la universidad para estudiar comercio.

A pesar de que la ley prohíbe el matrimonio infantil, el gobierno bangladesí no controla su cumplimiento ni aborda los factores que lo posibilitan. En muchas comunidades, las niñas son consideradas una carga económica y las familias creen que entregando a sus hijas a un marido –a menudo mucho mayor que ellas–, les asegurarán su supervivencia y manutención, además de protegerlas ante agresiones sexuales. La práctica de la dote, muy extendida, tampoco ayuda: cuanto más joven sea la novia, menor será la cantidad a entregar.

La realidad, sin embargo, es amarga. Las niñas casadas dejan la escuela, tienen más posibilidades de sufrir malos tratos, engendrarán más hijos y tendrán menos posibilidades de contar con ingresos propios, lo que perpetuará su dependencia del marido. Además, las muertes relacionadas con embarazos precoces son la primera causa de mortalidad en adolescentes. En este contexto, la educación y la sensibilización son claves para luchar contra esta lacra.