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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

La moderación también ha de ser moderada

Este diario, no contento con que me linchen en los comentarios de mis artículos feministas y no satisfecho con la caravana de la campaña pasada, ha vuelto a enviarme a un acto político. ¿Garzón? Claro que no. ¿Ciudadanos? Por supuesto que sí.

- Barbi, ¿qué haces el domingo?- me preguntan desde la redacción.

- Tengo plan piscinero con mis amigos.

- Tenías.- dice la voz al otro lado. No puedo verlo, pero juraría que sonríe.

- ¿Cómo?

- Ciudadanos da un mitin por la mañana en el Parque Berlín, en Madrid.

- ¿Y eso qué tiene que ver conm…

- Metro Concha Espina, apúntatelo.

- Pero creí que esta campaña no tenía que ir a…

- ¡Se cor...ta! ¡Su...erte!

Obviamente llamo a un amigo para que me acompañe, necesito a alguien a quien decirle ofendida, mientras meneo con la cabeza: “pero, ¿tú has oído lo que ha dicho?”

Se lo propongo a un amigo que está pasando por una mala racha, un pequeño mal de amores, y le convenzo de que esto le animará.

- Barbi, no sé cómo me va a animar un…

- Se cor...ta, ¡A las 11 en Con...chaspi...na!

Sorprendentemente mi amigo aparece. Creo que piensa que nada puede ser peor en estos momentos de su vida. Suena Amaral por los altavoces y mi amigo susurra con mucha congoja:

- No me lo puedo creer, ésta era nuestra canción.

- ¿Sabrá Amaral que Ciudadanos usa su música para su campaña?- pregunto al aire.

- ¿Me estás escuchando, Barbi? - se queja mi amigo.

- Yo creo que no lo sabe. Se lo voy a decir luego por Twitter.

Mi amigo suspira. He decidido que lo mejor para que se le pase la pena es ignorarlo. Soy buena amiga, pero quizás no una gran psicóloga.

La primera en subir al atril es Begoña Villacís quien, en la primera frase de su discurso, mete dos veces “ni rojos ni azules”, y mi amigo empieza a respirar fuerte. Yo para animarlo y que no se vaya, cojo dos kits naranjas de cosas naranjas que regala el personal de Ciudadanos: gorra naranja, camiseta naranja, bolsa naranja y una botella de agua con una pegatina naranja. Le coloco la gorra y le digo lo guapísimo que está. Es mentira. Pero son mentiras que a veces hay que decir. Como, por ejemplo, Ignacio Aguado, que sale tras Villacís y suelta que, gracias a la llegada de Ciudadanos a la política madrileña, se ha parado la privatización del Canal Isabel II. La verdad es que la moción la presentó el PSOE y Ciudadanos votó a favor, pero como también lo hizo Podemos. A veces hay que contar medias verdades, pero lo haces para hacer feliz al otro. Y si metes la palabra “moderación” y “moderados” cada dos frases, tanto mejor.

Mi amigo sonríe con su gorra naranja, se ha creído que está guapo. Los presentes aplauden a Aguado, también le han colado lo del Canal de Isabel II. Las cosas funcionan así, con pequeñas mentiras moderadas.

“¡...populismo!”, exclama Aguado entonces, y entiendo que ahora está hablando de Podemos, pero no dice nada de que la privatización del Canal se ha conseguido parar gracias a ellos también. “¡Quieren volver a los bandos! ¡Los rojos y los azules!”, dice en cambio.

  • ¿Dicen algo más que rojos y azules? - me pregunta mi amigo con cara de no querer vivir más.
  • Sí, dicen “naranja”... Hablando de naranja, ¿nos ponemos la camiseta?
  • Sí, claro. Y un pin - dice irónicamente, pero yo me la pongo igual.

Es colármela por la cabeza y me siento de repente muy moderada, muy tranquila, muy sensata. Todos estamos vestidos de naranja con gorras naranjas. Hay gente que incluso ha traído ropa naranja de sus casas. Por supuesto no hay nadie vestido ni de rojo ni de azul. Obligo a mi amigo a vestir la suya como camuflaje, no quiero que llamemos la atención.

Me siento bien. Sensata. Estoy a punto de gritar “ni machismo ni feminismo: ¡moderación!”, cuando empieza a hablar Marta Rivera de la Cruz, tristemente famosa por su “¡¿Pero de dónde saca usted que a las mujeres la matan por ser mujeres?!” en un debate de TVE.

-Yo entré en Ciudadanos por Albert Rivera, lo admiro mucho a Albert. Me gusta estar en el partido del líder mejor valorado (...) El otro día en el debate, Albert le dio a todos.- dice Marta. El público aplaude.

Mi amigo empieza como a sollozar. “Igual esto es demasiado para él”, me reconozco.

- En realidad el mejor valorado es Garzón - le susurro para que nadie me oiga mientras aplaudo sonriente. - Sonríe, por dios, que nos van a descubrir.

Mi amigo intenta sonreír. Tiene un aspecto raro, con los ojos llorosos, la sonrisa forzada, la gorra y la camiseta naranja. Me digo que como no haga algo para animarle se va a pirar y me va a dejar plantada aquí en medio de toda esta naranjez. Así que se me enciende la bombilla y llamo a Edu Galán para que venga con nosotros.

- Estoy de resaca - me dice.

- Edu, va, ése es tu estado natural, no lo pongas de excusa.

Al rato, lo veo entre la multitud naranja. No hay lugar a dudas, es él, nadie iría a un acto de Ciudadanos con una camiseta hawaiana y un bigote semejante.

- No creo que estés en condiciones de meterte conmigo teniendo en cuenta la gorrita y la camiseta que me llevas. - me dice con voz resacosa cuando llega hasta donde estamos.

En ese momento toma el micrófono Girauta. Habla de lo mismo que los anteriores: rojos, azules, moderación, sensatez, tranquilidad, centro... Bueno, en realidad, ni Edu ni mi amigo ni yo le prestamos atención, estamos hablando de nuestras cosas y poniéndonos al día, ni que fuéramos periodistas serios.

Pero lo que pasa a continuación nos saca de la conversación.

- ¿Está cantando “Mediterráneo” de Serrat? - pregunto atónita.

- No está pasando - dice mi amigo al borde de las lágrimas.

- Está pasando. NOS ESTÁ PASANDO. - dice Edu.

- ¿Sabrá Serrat que Ciudadanos usa su música para su campaña?- insisto.

- Quiero irme a casa, nunca debí salir de casa. - contesta mi amigo.

Contra esto, ni Edu Galán ni todo el equipo de Mongolia puede hacer nada. Mi amigo está de bajón, yo estoy indignada y Edu… bueno, Edu sigue de resaca. Así que le digo que se quede él cubriendo el resto del mitin, que me llevo a mi amigo de allí. Total, solo falta por salir Rivera, sólo será un ratito más de escuchar “moderados” y “populismo”.

Emprendemos el camino a casa pero aún oímos el mitin por los altavoces, que hacen eco por las calles aledañas.

Suena Rivera:

- ¿Saben esa canción de Sabina, la de “Bodas de Miel”? - pregunta al público - Me encanta esa canción…

Cojo a mi amigo del brazo y le hago apretar el paso. Si Rivera arranca por Sabina ya no sé si voy a poder recuperarlo nunca más.

- ¿Sabrá Sabina que Ciudadanos usa su… - empiezo a decir

Mi amigo me lanza una mirada asesina. “Está bien, está bien”, le digo.

Al poco ya no oímos nada pero estamos exhaustos. Caminamos apesadumbrados. Somos dos personas vestidas de naranja con gorras naranjas y con la mirada perdida por el centro de Madrid. Eso sí, estamos muy calmados, muy tranquilos. Tanto que todavía no he conseguido reunir energías para quitarme la camiseta. Quizás ya mañana. No hay prisa.

Este diario, no contento con que me linchen en los comentarios de mis artículos feministas y no satisfecho con la caravana de la campaña pasada, ha vuelto a enviarme a un acto político. ¿Garzón? Claro que no. ¿Ciudadanos? Por supuesto que sí.

- Barbi, ¿qué haces el domingo?- me preguntan desde la redacción.