Elecciones otra vez... Y las cuentan, a su manera, Barbijaputa, Mariola Cubells, Edu Galán, Lucía Lijtmaer y José Antonio Pérez.
Entrevista (falsa) a Alberto Garzón
Me cito con Alberto Garzón en la cafetería de un céntrico hotel madrileño de dos estrellas. Al llegar, descubrimos que los hoteles de dos estrellas no tienen cafetería, así que vamos a un Starbucks. Garzón pide un latte macchiato templado. Cuando el dependiente le pregunta su nombre para escribirlo en el vaso, Garzón rompe a llorar. Yo intento abrazarle, pero él me rechaza y dice: “Quita, que lloro más”.
Señor Garzón, muchas gracias por aceptar esta entrevista.
Bueno, no es que tenga mucho que hacer, ¿sabes? Había pensado echar una Magic con mi cuñado, pero me da fuera de cobertura desde hace un par de meses.
No se lo tome a mal, pero parece usted un tanto apesadumbrado.
Para nada. En absoluto, no. Tengo todo lo que un hombre puede querer. Soy mono a un par de metros y voy quinto por Madrid. ¿Se puede pedir más?
No lo sé, dígamelo us… Oiga, ¿está llorando?
¿Qué? No, no, es… Es la alergia. El polen, que me hace llorar. Hay mucho polen aquí. ¡Está esto lleno de puto polen, joder!
Cálmese, nos está mirando todo el mundo.
¿Y qué? Ni siquiera saben quién soy. Cabrones desagradecidos… ¿Sabes lo que tendría toda esta gente si Izquierda Unida no existiese?
¿Lo mismo?
¡Lo mismo, sí, pero…! Bueno, en algunas comunidades hemos gobernado. Ahí nos deben mucho.
Lo sé.
¡Somos importantes para mucha gente!
Lo sé, tranquilícese.
Perdona. Es la alergia.
¿Quiere un clínex?
No, me limpio con la manga. Qué más da, nadie quiere fotos conmigo. Yo era el favorito de Anguita, ¿sabes? Cada vez que me veía, me decía “titán”. No me lo invento, me decía: “¿Qué te cuentas, titán?” “Tú llegarás lejos, titán”. El otro día le llamé a casa y, ¿sabes qué pasó?
No.
Me cogió su mujer. Su mujer nunca coge, pero ese día cogió ella y me dijo que no estaba. Me dice: “Julio no está ahora mismo”. Y yo pensando: “Cómo le ha cambiado la voz a su mujer”. ¡Era él! ¿Entiendes?, ¡era Julio!
Ya, ya…
Y yo: “Julio, te he reconocido” Y él: “Que no, titán, que mi marido no está”. Lloré como un niño, toda la noche. No me avergüenza decirlo porque estoy muy seguro de mi heterosexualidad. Por eso a veces me siento con las piernas cruzadas en público, porque no temo nada. ¡Yo sé quién soy!
Señor Garzón, a lo mejor quiere que dejemos esta entrevista para otro momento.
¿Por qué? Te lo has pensado mejor, ¿eh? Prefieres entrevistar a Pablo, ¿es eso?
Eh… No, para nada.
¡Has dudao!
Que no, de verdad, que le quiero entrevistar a usted. Aunque también entrevistaré al señor Iglesias, claro.
¡Por supuesto! ¡Todo el mundo quiere entrevistar a Pablo, todo el mundo quiere tocarle, que le sonría, que le cuente uno de sus chistes idiotas! ¡Dios, cómo odio a ese tío! Espera, no pongas eso.
¿El qué?
Que no pongas que le odio. Podría afectar a los sondeos y luego tendría que aguantar a Errejón durante horas. No puedo con él. Eso sí puedes ponerlo.
¿Puedo poner que no se lleva bien con Errejón?
Nadie en su sano juicio podría llevarse bien con ese tío. Además, soy incapaz de concentrarme en lo que dice.
¿Y eso?
Porque, cada vez que le veo, me acuerdo del niño repelente aquel que hablaba de Egipto en Crónicas Marcianas, seguro que te acuerdas.
Ah, sí.
¡Dios, qué rabia me daba! ¡Y Errejón es igual! Tinimis qui hicir isti, tinimis qui hicir li itri.
Con el debido respeto, señor Garzón, le veo un poco alterado.
¿Alterado? ¡En absoluto! Esto es un sueño para Izquierda Unida, esto es lo mejor que nos ha pasado desde… En fin, no sé, la verdad es que nunca nos ha pasado nada bueno. Pero no quiero parecer un llorón, ¿eh? Los llorones me dan asco. ¿Sabes lo único que detesto más que un llorón?
¿A Errejón?
¡Exacto, joder! Yo me lo jugué todo por estos tíos. En mi partido me decían: “PODEMOS no es de izquierdas”. Y yo les decía: “Bueno, algunos días sí lo son, quedémonos con eso”. ¡Y ahora dicen que son socialdemócratas! ¿Puedes creerlo? ¡Socialdemócratas, no me jodas!
Está gritando otra vez.
¡No tienen ni idea de lo que tengo que aguantar!
Señor Garzón…
¡Cayo Lara me llama por las noches! ¡Todas las noches! ¡No dice nada, pero yo sé que es él! Se queda callado al otro lado, pero yo sé que está pensando “socialdemócrataaaaaaaas” ¡Socialdemócrataaaaaaaas!
El encargado del Starbucks se acerca a nosotros y nos pide, por favor, que salgamos del local. Garzón, a gritos, le acusa de ser “una perra de Pablo Iglesias”. Un tipo de seguridad se aproxima también y yo aseguro no conocer de nada a mi acompañante. Mientras me alejo con mi libreta, el coordinador federal de Izquierda Unida empieza a forcejear con el vigilante jurado. Antes de salir del local oigo cómo rompe a llorar. No me vuelvo.
Me cito con Alberto Garzón en la cafetería de un céntrico hotel madrileño de dos estrellas. Al llegar, descubrimos que los hoteles de dos estrellas no tienen cafetería, así que vamos a un Starbucks. Garzón pide un latte macchiato templado. Cuando el dependiente le pregunta su nombre para escribirlo en el vaso, Garzón rompe a llorar. Yo intento abrazarle, pero él me rechaza y dice: “Quita, que lloro más”.
Señor Garzón, muchas gracias por aceptar esta entrevista.