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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Entrevista (falsa) a Jorge Fernández Díaz

  • El autor del blog Mi Mesa Cojea publica una entrevista ficticia con el ministro del Interior tras aparecer conspirando contra rivales políticos en unas grabaciones

Son las dos y media de la madrugada del miércoles. Regreso a casa tras cenar con varios amigos cuando veo a un hombre visiblemente beodo tirado en un callejón.

Señor, ¿se encuentra bien?

¡No me violes!

No voy a violarle, solo… Oiga. Usted es Jorge Fernández Díaz.

¿No vas a violarme?

No, ministro.

¡Últimamente todo me sale mal! ¡Pues mátame! ¡Venga, mátame ya, perroflauta!

Ministro, serénese, por favor. ¿Qué le ocurre?

Marcelo… me ha dejado.

¿Quién?

Marcelo. Mi ángel de la guarda, el que me ayudaba a aparcar.

Ah, sí, ya me acuerdo.

Era mi luz y mis estrellas. Era la mantequilla de mi pan, el azúcar de mi yogur, la espuma de mi cerveza. Lo era todo para mí. Solo tenía un problema.

¿Cuál?

Era catalán. ¿Qué le parece? De todos los amigos imaginarios, ¿por qué tendría yo que inventarme uno catalán?

Vaya. ¿Y le ha dejado por eso?

Sí, se ha tomado fatal lo de las filtraciones. ¿Usted sabe lo que es que alguien a quien amas te diga que se siente traicionado? 

Con el debido respeto, ministro, sus tejemanejes con la Oficina Antifraude catalana no son para menos.

¡Pero yo solo obedecía órdenes!

¿Ah, sí?

¡Claro! El presidente me mandó un whatsapp en clave. A veces lo hace. Decía: “Mierda para el Junqueras”.

Hombre, muy en clave no es.

Sí, porque la mierda era uno de esos muñequitos con ojos, ya sabe. Al presidente le chiflan. El caso es que yo no supe cómo proceder. Llamé a Joe Pesci, que es como llamamos nosotros a Montoro, y le dije: “Joe Pesci, no sé que hacer”. Y él me dijo: “¡mátalo, mata al puto Junqueras!”, con la voz esa de rata asmática que tiene él. Es que Montoro es muy así, muy suyo, pero, ¿cómo iba a matar yo a un hombre ante los ojos de Dios?

Entiendo. 

Porque Dios nos observa todo el rato, ¿sabe usted? A veces se me aparece en la mampara de la ducha. Mi mujer dice que es la cal, que en Madrid el agua tiene muchísima cal desde que está Carmena, pero no es la cal, es Jesús. Lo sé porque una vez intenté quitarlo frotando con un scotch-brite de estos que son como hierritos melenudos y la mancha me dijo: “Jorge, no me raspes”. Rompí en lágrimas. Ahí estaba yo, en calzoncillos delante del creador. ¿No es hermoso?

Mucho. 

¿Sabe lo que me molesta? Que Dios me haya hecho esto. Que, sabiendo lo muchísimo que le respeto yo, me haya dejado solo ante la opinión pública. ¡Te detesto, creador! ¿Me oyes? ¡Te detesto! 

Ministro, no se enfade con Dios.

¡Que le den! ¿Sabe cuántas medallas le he dado yo a la Virgen? ¡Dos! ¡Le he dado dos medallas! Un bombero tendría que salvar a unas diez mil personas para tener dos medallas, tendría que salvar a toda la población de Castilla-La Mancha. Pues la Virgen ahí las tiene, dos medallas, y ella no salvó a nadie nunca. En fin. ¿De qué hablábamos?

Me contaba que habló con Montoro.

Ah, sí. Bueno, pues le dije: “Joe Pesci, yo no voy a matar a nadie”. Y él se volvió completamente loco, se puso a gritarme por teléfono: “¡Sois una panda de maricas, no aprendisteis nada de nuestros abuelos!”, ese tipo de cosas. Total, que lo consulté con la almohada y se me ocurrió una idea brillante: comunicar a la prensa las acciones deshonestas de catalanes ilustres.

Se refiere a la filtración de informaciones comprometidas.

Yo lo llamo trasparencia. Y, como sabe, está en nuestro programa electoral, así que no entiendo el revuelo.

Pero, ministro, usted buscaba hacer un daño político.

Yo buscaba lo mejor para España. Siempre lo hago, en cada pequeña acción. ¿Que compro un libro? Español. ¿Que necesito unos zapatos? Españoles. ¿Sabe que yo no he comido un croissant en toda mi vida? Y eso que respeto muchísimo a Francia y agradezco su colaboración en la lucha antiterrorista, pero oiga: yo, churros. Soy un patriota. España corre por mis venas. ¡VIVA DIOS, ESPAÑA Y LA GUARDIA CIVIL!

Eh… vale.

¿Cómo que vale? ¿No serás venezolano?

No, señor, soy de Bilbao.

¡Acabáramos! ¡Un etarrabatasuno! ¡A mí, la Legión! ¡Un etarrabatasuno intenta violarme!

Ministro, por favor, no intento violarle.

¡¿Pero qué he hecho yo para no levantar cabeza?!

Oiga, creo que es mejor que se vaya a casa.

¿Para qué? Marcelo ya no está allí. Me suicidaría si no fuese pecado, así que creo que me limitaré a dimitir y a aceptar un cargo directivo en Telefónica. ¿Pero sabe qué? Algún día España entenderá todo lo que he hecho por ella.

Lo que usted diga.

Anda, bésame por lo menos.

Que no. Quite.

Soso, coño.

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