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Licenciado en Economía y en Medicina, Anders Hansen es especialista en psiquiatría en el Instituto Karolinska de Suecia, su país natal. Además, es autor no solo de “miles de artículos sobre investigación médica” -según su biografía-, sino de varios libros. Entre ellos, su última obra tiene un protagonista principal: el cerebro.
Se llama 'El cerebro depre' (Libros Cúpula / Planeta) y entre sus líneas el autor nos muestra cómo funciona nuestra mente y nos enseña un poco más sobre este importante órgano que es desconocido para muchos a pesar de tener la respuesta al porqué de la depresión y ansiedad.
Y es que Anders Hansen ha podido comprobar tras años trabajando como psiquiatra que “el cerebro puede en sí mismo ser curativo desde que comienzas a mirarte a ti mismo de manera diferente”.
Ese es el motivo por el que escribió 'El cerebro depre', un libro donde el punto de vista biológico de este órgano se intercala con estudios, consejos y evidencias que responderán a la pregunta clave: ¿Por qué nos sentimos tan mal cuando vivimos tan bien?
Dices que “llevamos conviviendo con la ansiedad desde que existimos, lo que ha cambiado es la forma en la que miramos”. ¿Cómo deberíamos mirar la ansiedad?
Estoy seguro de que nuestros ancestros tenían ansiedad, porque ver el mundo como peligroso te hacía ser cauteloso y prepararte para lo peor, lo cual era importante para sobrevivir. De hecho, ver el mundo como peligroso es lo que nosotros llamamos ansiedad.
La clave es entender que un ataque de pánico es una falsa alarma que nos muestra que nuestro cerebro está tratando de salvarnos del peligro, por lo que si lo ves desde la perspectiva del cerebro, te das cuenta que no estás realmente enfermo si tienes ansiedad.
¿Hay alguna parte imprescindible que debamos conocer del cerebro?
No es tanto una parte como un concepto global. Lo más importante que aprendí en la escuela de medicina es que nuestro cerebro no ha cambiado durante los últimos 10 mil o incluso 20 mil años, es decir, desde que éramos cazadores y recolectores. Tenemos, básicamente, cerebros de la Edad de Piedra adaptados a vivir en un mundo en el que reinaban los peligros y el hambre, no en el mundo actual.
Ese hambre era una amenaza para nuestros antepasados. Hoy en día tenemos tantas calorías como queramos, pero el cerebro todavía quiere comerse toda la comida que encuentra, sobre todo aquella rica en calorías.
Desde esta perspectiva los enormes problemas de obesidad de hoy en día y la diabetes tipo dos no deberían sorprendernos.
Tenemos, básicamente, cerebros de la Edad de Piedra adaptados a vivir en un mundo en el que reinaban los peligros y el hambre, no en el mundo actual
Dices que si nos sometemos a estrés prolongado vamos por la vida con niveles altos de cortisol y al final el cuerpo se acostumbra, ¿cuál es el peligro de dejar de reaccionar a esta hormona?
El cortisol es una hormona del estrés que reduce la inflamación. Si experimentamos estrés durante un largo tiempo, que es a lo que estamos acostumbrados en nuestra sociedad actual -a diferencia de anteriormente, que lo experimentábamos durante tres minutos para huir de los leones-, los niveles de cortisol se mantienen altos y, después de un tiempo, el cuerpo se acostumbra y deja de responder al cortisol.
La inflamación en el cuerpo aumenta cuando este no reacciona a dicha hormona y este aumento está directamente relacionado con una larga lista de enfermedades. ¿La palabra clave para intentar solucionarlo? Descanso.
Hablas sobre la importancia del contacto piel con piel para evitar la soledad, muy perjudicial para la salud mental, ¿crees que se podría inventar una caricia virtual, como dice tu colega Dunbar en el libro, o hay cosas a las que el cerebro sería incapaz de adaptarse?
No creo que sea posible recrear toda la información social que obtenemos de las reuniones en la vida real en una pantalla y no creo que nos adaptemos. La piel contiene receptores que solo reaccionan ante el contacto leve, a una velocidad de 2,5 centímetros por segundo. La misma velocidad de una caricia.
Si seguimos su circuito de señalización hasta el interior del cerebro llegamos a la hipófisis, que reacciona a base de segregar endorfinas, un grupo de elementos anaglésicos que, además, generan una fuerte sensación de bienestar.
Si pasáramos toda nuestra vida detrás de un par de gafas de realidad virtual, que es el objetivo de Mark Zuckerberg con su metaproyecto, creo que tendría un efecto perjudicial en nuestra salud mental y en nuestra felicidad, basada en gran parte en las relaciones sociales. La gente se sentiría vacía y sola.
Si pasáramos toda nuestra vida detrás de un par de gafas de realidad virtual, que es el objetivo de Mark Zuckerberg con su metaproyecto, creo que tendría un efecto perjudicial en nuestra salud mental y en nuestra felicidad,
En tu libro hablas sobre el papel que juegan las redes sociales en nuestra salud mental ¿se podría decir que nos hacen más deprimidos?
Sí, cada vez más apunta a que eso está jugando un papel importante, especialmente para las adolescentes. En 2021 los datos filtrados de Facebook mostraron que Instagram tenía un efecto negativo en la salud mental de los adolescentes e incluso provocó pensamientos suicidas en algunos. Facebook no solo lo oculta, sino que también prioriza sus ganancias antes que la seguridad.
Este efecto negativo es probable que se deba a que se sienten inferiores por la comparación con fotos manipuladas, sienten que bajan en la jerarquía y cuando esto ocurre, está demostrado que también bajan los niveles de serotonina, una hormona importantísima para el estado de ánimo.
Facebook no solo lo oculta, sino que también prioriza sus ganancias antes que la seguridad
Nos estamos mecanizando tecnológicamente en todos los aspectos de nuestra vida y cada vez nos movemos menos. ¿Cómo afecta eso a nuestra salud, pero sobre todo a nuestra salud mental?
Hay tres cosas principales que una y otra vez se ha demostrado que protegen contra las depresiones: la actividad física, el sueño y las conexiones sociales. Cuando pasamos de cinco a seis horas en nuestros teléfonos, nos movemos menos, dormimos menos y no nos vemos tanto cara a cara.
Todo eso afecta a nuestra salud física y, en consecuencia, perdemos protección contra la depresión y nos volvemos más vulnerables. Por lo tanto, el principal efecto de nuestro estilo de vida digital en nuestro bienestar no es lo que hacemos cuando estamos en la pantalla, sino lo que dejamos de hacer cuando estamos en la pantalla.
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