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Con la llegada de las altas temperaturas, aparece también un riesgo silencioso: el de que nos afecte la deshidratación por calor en verano. Si bien esta posibilidad existe durante todas las épocas del año, en verano el peligro aumenta, debido a que el organismo pierde líquido con mayor rapidez a causa del calor.
El cuerpo de una persona adulta está compuesto mayoritariamente por agua: esta representa el 60% de su peso. Y, según el Instituto de Investigación Agua y Salud (IIAS), cada día ese cuerpo pierde alrededor de 2,5 litros de agua, a través de la respiración, el sudor, la orina y las heces.
A su vez, el cuerpo humano no puede almacenar agua, “por lo que debe ser ingerida a diario en una cantidad aproximadamente igual a la que se pierde”, explica el IIAS. La sugerencia, además, es que el 80% de la hidratación se produzca por ingesta directa de agua, y solo el 20% restante por el agua contenida en los alimentos.
Por todas esas razones, y por el rol fundamental que desempeña en múltiples aspectos vitales, el agua es un nutriente esencial para el equilibrio del organismo. Y hay que tomarla incluso antes de sentir sed, la cual aparece cuando la deshidratación (aunque de modo leve: entre 1 y 1,5% del líquido corporal) ya ha comenzado.
¿Qué pasa si no se ingiere el agua suficiente? ¿Cuáles son las consecuencias de la mala hidratación sobre el organismo? A continuación, un decálogo de las más importantes.
1. Riesgo para el sistema termorregulador
La forma que el cuerpo tiene para equilibrar su temperatura cuando tiene mucho calor es la transpiración. El problema es que, si la hidratación no es la adecuada, el cuerpo tiene problemas para producir sudor, y por lo tanto la regulación térmica comienza a fallar.
Estos fallos pueden derivar en mareos, náuseas, respiración acelerada, palpitaciones, dolor de cabeza, piel seca y enrojecida y, si la temperatura corporal alcanza los 40 ºC, el conocido y temido golpe de calor. Por eso tomar agua es tan importante sobre todo en verano.
2. Disminución del rendimiento cognitivo
Existe una relación “bien establecida” entre la ingesta de agua y el mantenimiento de las funciones cognitivas y físicas normales. Así lo confirmó la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) hace ya una década, y lo recoge un informe sobre ‘Rendimiento cognitivo, hidratación y agua mineral natural’ publicado por el IIAS.
De acuerdo con ese documento, apenas un 2% de deshidratación ya implica una disminución de la memoria a corto plazo, la atención, la eficiencia aritmética, la puntería, el tiempo de reacción, la percepción de discriminación y el rastreo visual motor. Además del pensamiento, puede verse afectado el lenguaje.
Si la deshidratación equivale a un 3% de pérdida de peso corporal, ya afecta el flujo sanguíneo cerebral y puede generar desorientación cognitiva y dolores de cabeza. Con un 4% los síntomas se agravan y a partir de un 6% son frecuentes las alucinaciones y delirios.
3. Estreñimiento
Una hidratación insuficiente ralentiza la digestión y la absorción de los nutrientes, y además hace más lento el tránsito de las heces a través del tracto intestinal, causa del estreñimiento. Por eso, además de las incomodidades propias de esta situación, el problema mayor es que se dificulta la eliminación de toxinas y otros desechos.
Una ‘Guía de Hidratación’ publicada por el IIAS sugiere “adoptar hábitos saludables de hidratación mientras nos alimentamos, como beber uno o dos vasos de agua en las principales comidas, y hacerlo despacio y a pequeños sorbos”. Esto favorece la absorción de nutrientes, el tránsito intestinal y, en última instancia, la salud integral del organismo.
4. Una piel más seca y avejentada
La piel se torna seca, dura, áspera, rígida y sin brillo cuando la hidratación del cuerpo no es la apropiada. Si esa mala hidratación se mantiene en el tiempo, los signos del envejecimiento -como arrugas y flacidez- aparecen antes. Y también las uñas y el pelo se vuelven más débiles, opacos y quebradizos.
Por supuesto, el problema no es solo estético. Una piel bien hidratada es más resistente, elástica y suave, sus células se regeneran con más vigor, el tejido adquiere una mayor capacidad de protección y cicatrizante y es menos vulnerable a las enfermedades.
5. Mayor riesgo cardiaco
Más de tres cuartas partes del corazón se componen de agua. Debido a eso, “un estado de deshidratación reduce el rendimiento cardiaco”, lo cual “supone un aumento de la tasa cardiaca y puede causar una bajada de tensión”, según explica la guía del IIAS.
Por el contrario, explica el mismo texto, “beber la cantidad adecuada de agua cada día ayuda a prevenir el riesgo de enfermedades cardiovasculares”.
6. Problemas en músculos y articulaciones
Una mala hidratación pone en riesgo tanto la salud de los músculos (constituidos en un 75% por agua) como de los ligamentos y cartílagos, los tejidos presentes en las articulaciones, donde se unen dos o más huesos.
La falta de agua hace que los músculos estén más expuestos a contracturas, desgarros y otras lesiones, a la vez que aumenta la fricción en las articulaciones, lo que causa un mayor desgaste y dolor. “En caso de episodios frecuentes de deshidratación, puede aumentar el riesgo de sufrir artritis”, apunta la guía del IIAS.
7. Inconvenientes renales
Los riñones son los encargados filtrar la sangre y eliminar los desechos generados por el cuerpo. El medio para eliminarlos es la orina, y para generar un volumen de orina adecuado resulta imprescindible la ingesta de una cantidad suficiente de agua.
En los casos en que la hidratación no es la apropiada, los riñones trabajan mal, lo que aumenta el riesgo de que sufran patologías. Estas han aumentado en los últimos años, y en España se estima que una de cada diez personas adultas padece algún tipo de enfermedad renal crónica.
8. Problemas relacionados con el aparato respiratorio
También el sistema respiratorio puede verse en problemas a causa de una mala hidratación, pues se debilita la capa protectora de mucosidad que protege al organismo de los agentes contaminantes presentes en el aire. Por lo tanto, se resiente el sistema inmunológico y la persona queda más expuesta a resfriados, gripes y otras enfermedades.
Además, para evitar la sequedad, los tejidos del aparato respiratorio producen un exceso de mucosidad, lo cual puede obstruir los conductos y obligar a los pulmones a trabajar más de la cuenta. Algo que puede resultar especialmente grave en el caso de personas con problemas respiratorios preexistentes.
9. Dificultades circulatorias
Cuando el nivel de hidratación no es el suficiente, a la sangre -compuesta en más del 80% de agua- le cuesta más circular por el cuerpo y, por lo tanto, cumplir con sus funciones: transportar nutrientes, recoger los desechos metabólicos, estabilizar los niveles de temperatura y pH corporal y defender el organismo de infecciones.
10. Células más débiles
La falta de agua en el cuerpo dificulta el acceso de los nutrientes a las células. En consecuencia, estas generan menos energía, y esa es la razón de las sensaciones de fatiga y debilidad características de la deshidratación.
Como además en esa situación las células tienen más problemas para eliminar las toxinas que producen, el resultado es que se deterioran más rápidamente, lo cual acelera su envejecimiento y el riesgo de que surjan otros problemas en diversos órganos.
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