La paradoja del antipostureo en redes: ¿de verdad la gente quiere “ser real”?
En 2022, la aplicación BeReal despegó con fuerza. En datos recogidos por Think Impact hasta el mes de octubre, 53 millones de usuarios la descargaron en todo el mundo y este éxito se materializó con el premio a la app del año en los AppStore Awards de Apple. El tuit que lo anunciaba reconocía y reafirmaba su propia estrategia: “por hacer más fácil que compartamos nuestro auténtico yo”.
“Sé real”, la traducción literal del nombre bajo el que se comercializa, propone una máxima que parece sencilla pero que esconde muchas preguntas. ¿Necesitamos una aplicación que nos ayude a “ser reales'” porque en las otras no lo somos? ¿Qué ha pasado en esas otras redes para que de repente triunfe una cuyo punto de partida es “alejarse de lo falso”? ¿Cuál de los Spiderman es el verdadero?
Lo cierto es que hay elementos que han ido transformando el uso que podíamos hacer años atrás de redes como Twitter o Instagram.
Hoy buena parte de la población está en redes sociales —un 59,4% a nivel global, según el informe Digital 2023 de We Are Social y Meltwater—. Pareciera casi un mandato identitario de varias generaciones. Pero no siempre fue así. Las primeras personas que poblaban Internet hacían un uso del mismo mucho más intuitivo y espontáneo. Hoy hay muchas empresas y personas creando contenidos guionizados. Esa profesionalización generalizada ha cambiado la forma de hablar y de escuchar en redes.
La profesionalización a la hora de hacer contenidos en Internet ha cambiado la forma de hablar y escuchar en redes
Y la tecnología también se ha transformado: se han ido dando más pasos hacia el vídeo. Al margen de YouTube, los vídeos cortos fueron imponiéndose para narrar nuestro día a día. Primero Vine con su formato cuadrado, luego Snapchat con sus vídeos verticales, más tarde Instagram cuando incorporó las Stories y finalmente TikTok, donde el usuario directamente somete sus vídeos a un proceso de edición. Los filtros y efectos también han ido mutando hasta la última generación, donde hay algunos propios de TikTok —con Bold Glamour como máximo exponente— que realmente hacen indistinguible saber si se trata de algo simulado o real por lo bien hechos que están.
“Este nuevo filtro de TikTok es perfecto. Antes, cuando hacía esto con la mano usando los filtros antiguos, se veían las pestañas sobreimpresas en la mano, se notaba el error digital, pero mirad ahora… No llevo nada de maquillaje, es todo filtro. Y da miedo”, decía en un vídeo probando Bold Glamour la periodista deportiva e influencer Zoe George. Y añadía en el texto: “Filtros como este crean estándares poco realista de belleza para los jóvenes”.
En España tenemos una término que resume bien la esencia de esa actuación artificiosa en redes sociales: postureo. Y esta se usa cargada de intención: señala, no precisamente como algo positivo, esta forma de actuar. Parece así que BeReal llegó en el momento justo para marcar distancia con la muy elaborada curación de contenidos y la pretensión aspiracional que ha caracterizado la primera etapa de Instagram. Además, BeReal se ha intentado diferenciar del resto de redes sociales con un juego: no puedes publicar cuando quieras. O esa era su intención en principio.
Hasta hace bien poco, BeReal daba a sus usuarios dos minutos para postear. Ahora, si publicas a tiempo te da derecho a hacer dos publicaciones más. Si no, puedes hacerlo en otro momento, pero solo entonces tendrás derecho a ver el contenido de tus contactos. Otra de sus características es que publica simultáneamente dos imágenes en una, usando la cámara frontal y la trasera del móvil. De forma que se publica 'lo que estás viendo' y un selfie, y ambas se borran pasadas 24 horas.
Es la anti-app. De hecho, sus datos de uso son curiosos. Según un estudio de Sortlist, la mayoría de usuarios no pasan más de cinco a diez minutos al día en la app. ¿Detox digital? Así como otras compiten por atrapar nuestra atención y retenernos el máximo tiempo posible, BeReal cuenta en su estrategia con esta fórmula. Sin embargo, hay otros datos que llaman la atención.
Más de la mitad de los usuarios entrevistados aseguraron “esperar a estar haciendo algo interesante para publicar”. Y el 86% reconocieron que les gustaría poder “editar las fotos antes de ser publicadas”. O lo que es lo mismo: igual que los supermercados se pueblan de etiquetas “bio” y “eco” para aliviar conciencias, ahora mismo está de moda posicionarse como alguien auténtico, espontáneo o “real” en redes, y los creadores de BeReal supieron ver el nicho.
Instagram acaba de comenzar a promover las 'Historias espontáneas' en una clara estrategia para copiar la narrativa de BeReal (como ya hicieran cuando importaron las Stories, que inicialmente eran como Snapchat). TikTok lanzó hace unos meses TikTok Now, una app en paralelo para competir también con BeReal. Y llegó incluso a sustituir el botón de 'Amigos' por el de 'TikTok Now', aunque ahora lo han retirado y parece tener menos visibilidad. Y la propia BeReal está recorriendo el camino a la inversa, ampliando su concepto inicial de uso entre personas conocidas y acercándose a las otras apps: han implementado 'RealPeople', un timeline de gente famosa que usa la app.
Quizás haya que preguntarse por su uso más allá del marketing y de las batallitas entre aplicaciones por ganar cuotas de mercado. El mundo es ya un interfaz, como reflexiona Ingrid Guardiola en su ensayo El ojo y la navaja. Todo dispositivo móvil con cámara nos invita a la teatralización de nuestra vida. Casi nadie se escapa ya de ser objeto de la cuenta Influencers in the wild, que retrata el 'tras las cámaras' de las publicaciones más artificiosas de un modo que resulta inevitablemente cómico. Es fácil identificarse porque casi todos hemos querido capturar un momento especial de nuestra cotidianeidad y compartirlo, mostrando nuestra mejor cara, con nuestros amigos o con el mundo.
Más de la mitad de los usuarios de BeReal aseguran 'esperar a estar haciendo algo interesante para publicar' en la aplicación
Aunque los filtros ahora nos escandalicen, ¿qué son si no el maquillaje o la ropa? ¿Hay una forma de estar en el mundo que no implique una mínima performance? ¿Acaso escapa 'lo feo' o lo pretendidamente auténtico de esa guionización diaria a la que nos empujan las redes? “Todo aquel que piense que está solo y que está mal tiene que saber que no es así. Que en la vida no hay nadie solo, siempre hay alguien. Ay, no hay que llorar, no hay que llorar. Que la vida es un carnaval”, cantaba Celia Cruz.
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