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Dicen que los ojos son el reflejo del alma. Pues bien, las uñas pueden ofrecer una visión importante de nuestra salud en general. En este sentido, es importante cuidar las uñas en verano.
Pero tenerlas fuertes y saludables no solo es algo puramente estético; una apariencia menos saludable nos puede indicar algún problema de salud. Y es que las uñas actúan como una especie de chivato de determinadas dolencias.
Estrías, uñas blandas y débiles, uñas encarnadas, amarillas, con manchas blancas, hongos, mordidas, etc. son algunos de los síntomas y apariencias que adoptan y que pueden ser signo de enfermedades reumáticas, psoriasis, insuficiencia renal, falta de calcio, etc.
Qué aspecto tiene una uña saludable
Las uñas están hechas de queratina, similar a la del cabello pero combinada de manera distinta, una proteína que forma las células del tejido de las uñas. Lo que hace es protegerlas de los daños, haciéndolas fuertes y resistentes.
Una uña saludable es de un color blanco rosado, con una sección blanca en forma de media luna en la base de la uña (lúnula, generalmente más visible en el dedo pulgar) y una pequeña franja de piel en la base (cutícula).
El color rosado lo aportan pequeños vasos sanguíneos, llamados capilares, que se encuentran debajo del lecho ungueal. La sangre que fluye a través de los capilares ayuda a que las uñas crezcan y que tengan el color rosado característico.
Sin embargo, se calcula que el 10% de todas las afecciones dermatológicas están relacionadas con las uñas. Por ejemplo, las uñas amarillentas o marrones se asocian a infección por hongos. Incluso en algunos casos pueden ser un síntoma de psoriasis.
Claves para cuidar las uñas para que estén sanas en verano
Los dermatólogos aconsejan prestar atención a estos puntos:
- Mantener las uñas limpias y secas. Una buena limpieza de manos y uñas es muy importante para evitar que se acumule suciedad. Podemos usar un cepillo con agua y jabón para una limpieza profunda.
- Descansar en el uso de esmalte. Para darles tiempo a que se reparen por sí mismas. De hecho, las uñas no dejan de ser tejido vivo y, por tanto, necesitan oxígeno; cuando las sofocamos con esmalte, tiene más dificultad para combatir infecciones.
- Cortarlas en línea recta: esto es especialmente importante para las uñas de los pies. Estas deben redondearse en las puntas para obtener la máxima resistencia, con una periodicidad de dos semanas aproximadamente.
- Limar las uñas y cortarlas con frecuencia para evitar que se nos enganchen y se nos rompan y que, si crecen demasiado, se lesionen.
- La cutícula no debe eliminarse: es una práctica habitual cortar, empujar hacia atrás y tratar de deshacerse de las cutículas por completo, pero no es recomendable hacerlo. La cutícula actúa como una especie de sello protector de la uña, por tanto, quitarla puede hacer más daño que bien porque puede dejar las uñas vulnerables y en mayor riesgo de infección.
- No moderlas. Morderse las uñas en lugar de cortarlas con un cortaúñas hace que los bordes queden irregulares, con el consiguiente riesgo de que se rompan. Todo ello sin tener en cuenta que se trata de un hábito poco higiénico, sobre todo porque en las uñas se acumula suciedad y bacterias que, probablemente, entrarán en la boca si las mordemos.
- Limitar el uso de esmaltes y disolventes. Es recomendable evitar el uso de disolventes agresivos o endurecedores que tengan mucho formol porque resecan las uñas y dañan las capas de queratina. El disolvente debe ser rico en sustancias aceitosas, sin acetona, porque esta ataca la uña, reseca la cutícula y tiñe de amarillo los dedos.
- Hidratar las uñas: aunque las uñas secas y quebradizas pueden ser el resultado de muchos factores, uno de ellos es la falta de humedad porque pueden secarse por el continuo contacto con agua y jabones y detergentes (podemos usar guantes de plástico para las tareas domésticas). Es importante usar con regularidad una crema espesa para manos y uñas. Esto permitirá mantener las cutículas suaves y las uñas más fuertes.
No debemos olvidarnos de las uñas de los pies; su cuidado pasa por usar zapatos adecuados para evitar que las uñas de los pies sufran presión. También por utilizar chanclas en piscinas y duchas públicas para reducir el riesgo de infecciones por hongos.
Una uña sana de las manos suele crecer aproximadamente de dos a tres milímetros por mes (las de los pies suelen hacerlo más lentamente), con un reemplazo completo que puede lograrse entre seis y nueve meses.
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