¿Cómo puedo saber si soy celíaco o celíaca aunque no tenga síntomas?
En los últimos años, el aumento de dietas populares, basadas en la anécdota y sin base científica, ha favorecido la creencia y la idea de que una dieta sin gluten es saludable para todo el mundo, ya que evita que las personas se sientan pesadas o las ayuda a no tener problemas en la digestión.
Afirmaciones como las que hacen famosos, asegurando que llevar una dieta sin gluten, aunque no sean celíacas, les ha permitido perder peso, influyen también en el número de personas que eliminan el gluten de su dieta sin motivo.
En este caso particular, lo que realmente ocurre es que se pierde peso porque se ha eliminado de la dieta un importante grupo de alimentos como el pan, la pasta o los cereales, lo que se traduce en un menor aporte de calorías, pero no por eliminar el gluten de la dieta. Es decir que para la mayoría de las personas no es necesario eliminar el gluten de la dieta y si se hace, se pierde un importante aporte calórico.
No obstante, para un pequeño grupo de personas -se estima que el 1% de la población española padece enfermedad celiaca, aunque la gran mayoría aún no sabe que lo son- el gluten sí puede ser un problema serio que merme su calidad de vida.
Según la Federación de Asociaciones de Celíacos de España (FACE), “las transgresiones en la dieta sin gluten [en personas celíacas] pueden provocar fatiga crónica, apatía, artritis, infertilidad, abortos, depresión, retraso en el crecimiento, diabetes, linfoma o cáncer digestivo”.
Qué es la enfermedad celíaca
La enfermedad celíaca, que el próximo 27 de mayo celebra su Día Nacional del Celíaco, es una dolencia autoinmune y multisistémica en la que está implicado el sistema inmunitario y que produce una inflamación del intestino delgado cuando se ingiere gluten.
Aunque, como señala la FACE, “puede verse afectado cualquier otro sistema del cuerpo humano, no únicamente al aparato digestivo, provocando síntomas extra-intestinales”.
El gluten es conjunto de proteínas de pequeño tamaño presentes en tres cereales muy consumidos: trigo, centeno y cebada. También se encuentra en otros cereales menos consumidos, como la espelta o el kamut.
Las principales fuentes de gluten son, por tanto, los alimentos elaborados con estos cereales: pan, pasta, cereales de desayuno, pizzas, galletas, etc., aunque también puede estar presente en otros alimentos como aditivo o bien como resultado de contaminaciones cruzadas.
Precisamente esta dificultad de detección del gluten, ya que incluso unas trazas pueden desatar la reacción, es lo que hace más tormentosa la alimentación en las personas con enfermedad celíaca.
Dificultad de diagnóstico
La celiaquía puede aparecer a cualquier edad y uno de los problemas es la dificultad para diagnosticar la enfermedad, ya que algunas personas sufren pérdida de peso y otras retraso en el crecimiento -en niños-, y ningún síntoma externo más.
Puede incluso que no se lleguen a desarrollar ninguno de estos síntomas, aunque el gluten esté afectando el aparato digestivo y desarrollando a largo plazo enfermedades más graves.
Hay una serie de marcadores genéticos -los haplotipos HLA DQ2 y DQ8- que indican la existencia de la predisposición genética que aumenta la probabilidad de padecer la enfermedad. “Sin embargo, presentar genética compatible no implica llegar a desarrollar la patología”, explica la FACE.
La misma asociación asegura que “un porcentaje importante de pacientes (75%) están sin diagnosticar debido, en su mayor parte, a que la EC [enfermedad celíaca] durante años se ha relacionado, exclusivamente, con su forma clásica de presentación clínica”.
No obstante, el reconocimiento de otras formas de manifestación de la enfermedad celíaca, con unos pocos síntomas o ninguno, junto a la mejora de las pruebas de predisposición o por diagnosis de enfermedades frecuentemente asociadas, ha permitido establecer los diferentes tipos de la enfermedad.
Así, la FACE la clasifica en:
- Sintomática: los síntomas son muy diversos, pero todos los pacientes mostrarán una serología, histología y test genéticos compatibles con la enfermedad celíaca.
- Subclínica: en este caso no existirán síntomas ni signos, aunque sí serán positivas el resto de las pruebas diagnósticas.
- Latente: son pacientes que, en un momento determinado, consumiendo gluten, no tienen síntomas y la mucosa intestinal es normal. Existen dos variantes:
- Tipo A: fueron diagnosticados de enfermedad celíaca en la infancia y se recuperaron por completo tras el inicio de la dieta sin gluten, permaneciendo en estado subclínico con dieta normal.
- Tipo B: con motivo de un estudio previo, se comprobó que la mucosa intestinal era normal, pero posteriormente desarrollarán la enfermedad.
- Potencial: estas personas nunca han presentado una biopsia compatible con la enfermedad celíaca pero, del mismo modo que los grupos anteriores, poseen una predisposición genética.
Síntomas más frecuentes en la enfermedad celíaca
Los síntomas de lo que podríamos denominar enfermedad celíaca clínica tienen que ver mayoritariamente con desarreglos intestinales, aunque también pueden afectar a la nutrición y el estado de ánimo.
Los principales y más comunes que deben darnos una pista para hacernos los pertinentes análisis:
- Pérdida de peso.
- Pérdida de apetito.
- Fatiga.
- Náuseas.
- Vómitos.
- Diarrea.
- Distensión abdominal (vientre hinchado).
- Pérdida de masa muscular,
- Retraso del crecimiento.
- Alteraciones del carácter: irritabilidad, apatía, introversión, tristeza, etc.
- Dolores abdominales.
- Meteorismo.
- Anemia por déficit de hierro resistente a tratamiento.
Cómo diagnosticar la enfermedad celíaca
Como se ha señalado anteriormente, tanto en el niño como en el adulto, los síntomas pueden ser atípicos o estar ausentes, dificultando el diagnóstico. No obstante, existe un protocolo para terminar acotando cualquiera de los diferentes tipos de la enfermedad.
En primer lugar, mediante un examen clínico y un análisis de sangre que incluya los marcadores serológicos de enfermedad celíaca (anticuerpos antigliadina, antiendomisio y antitransglutaminasa tisular) se establece el diagnóstico de sospecha de la enfermedad.
También puede realizarse la prueba de los marcadores genéticos para reforzar el diagnóstico. El mismo debe acompañarse de una biopsia intestinal para estudiar si la mucosa está irritada o en buen estado.
Dicha biopsia “consiste en la extracción de una muestra de tejido del intestino delgado superior para ver si está o no dañado”, explica la FACE. Para realizar esta prueba es necesario que no se haya retirado el gluten de la dieta.
Finalmente, si el diagnóstico mediante estas pruebas no fuera positivo pero se sospechara de la enfermedad, la persona afectada deberá someterse a una dieta sin gluten para estudiar que resultados se derivan de ello, esperando una mejora de su estado de salud.
Enfermedades asociadas
Hay una serie de enfermedades asociadas que pueden preceder a la enfermedad celíaca o bien aparecer simultáneamente e incluso después. Tenerlas aumenta el riesgo de padecer enfermedad celíaca, y por lo tanto son un motivo para sospechar.
Las principales son:
- Dermatitis herpetiforme: es una erupción cutánea extremadamente pruriginosa compuesta de protuberancias y ampollas o vesiculas que aparecen usualmente en los codos, las rodillas, la espalda y los glúteos.
- Diabetes Mellitus tipo I: es un tipo de diabetes autoinmune de alto componente genético.
- Intolerancia a la lactosa: la lactosa es el azúcar de la leche y entre un 3% y un 5% de los europeos y europeas la sufren.
- Enfermedades tiroides.
- Síndrome de Down.
- Intolerancia hereditaria a la fructosa.
- Déficit selectivo de IgA.
- Enfermedad hepática.
¿Qué pasa cuando se elimina el gluten de la dieta sin ser celíaco?
Para las personas no celíacas, que contrastadamente tienen buena salud sin ingerir alimentos con gluten, el seguir una dieta sin gluten es como llevar lentes de aumento sin sufrir problemas de visión: algo que puede terminar causando mala nutrición si no se hace correctamente.
Las asociaciones de celíacos insisten en que no es aconsejable abandonar el gluten sin prescripción médica y sin que haya un problema de salud que así lo requiera.
Para las personas que no tienen celiaquía, debe considerarse que el gluten puede aportarles algunos beneficios que se pierden si lo eliminan de su dieta habitual: les puede ayudar a mejorar la calidad de grasa en sangre y, por tanto, reducir los triglicéridos. También mejora la hipertensión y reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Por tanto, si no hay justificación médica, no es necesario eliminar el gluten de la dieta; si se hace porque se notan algunas mejoras, aunque no se haya diagnosticado la enfermedad, es mejor hacerlo bajo supervisión de un profesional nutricionista que ayude a compensar las deficiencias del gluten con otros alimentos.
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