1. La industria del condón no ha innovado su producto desde 1920
La London Rubber Company, una empresa inglesa, fue la primera en fabricar industrialmente condones. Tal como su nombre indica, esta compañía que fue el germen de la multinacional Durex fabricaba condones de capas de látex, un producto que se obtiene del sangrado del árbol del caucho.
Aunque London Rubber Company registró la marca Durex en 1929, la fabricación había comenzado nueve años antes mojando un molde con forma fálica en una solución de látex que después se dejaba secar. Tanto el método, mecanizado, como la fórmula de esta goma vegetal siguen siendo prácticamente iguales.
2. Tres empresas dominan la mayor parte del mercado mundial
Son Durex, Trojan y LifeStile, aunque en España la mayoritaria es Durex. Todas ellas fabrican principalmente preservativos de latex, al igual que otras pequeñas empresas que dominan partes marginales del mercado. La composición del producto, regido por estándares ISO desde los años noventa, es la misma para todas las marcas.
3. A la mayoría de la población sexualmente activa no le gustan los condones de látex
Una encuesta realizada en 2014 por la Gallaudet University sobre las preferencias de los consumidores en prevención sexual y contracepción titulada 'And Isn’t That the Point?’: Pleasure and Contraceptive Decisions‘', reveló que a prácticamente ninguno de los encuestados -treinta hombres y treinta mujeres- les gustaban los condones. La mayoría aseguró sentirse molesto por su olor, su tacto o la insensibilidad que provocaban durante el acto.
Un estudio de 2007 sobre placer y anticoncepción concluyó que la incomodidad con los condones era un factor determinante a la hora de dejar de usarlos, lo que constituía un peligro para los embarazos indeseados y la transmisión de enfermedades infecciosas.
En 2010, el National Survey of Sexual Health and Behavior, realizó la mayor encuesta hasta la fecha en Estados Unidos sobre hábitos sexuales. La encuesta puso de manifiesto que el 45% de los hombres y el 63% de las mujeres no usaban habitualmente el condón en el sexo casual, es decir con personas que acaban de conocer. Las personas que tienen sexo anal confesaron usar condones solo en un 20% de sus relaciones.
4. Los condones de látex fueron un producto de venta minoritaria hasta la aparición del Sida
Hasta los años ochenta del siglo pasado, en que el virus del Sida tuvo su aparición y posterior expansión devastadora, el preservativo era un producto residual utilizado sobre todo por parejas de estrato medio-alto como sistema de planificación familiar. Cuando la píldora anticonceptiva hizo su aparición en 1960, las ventas de preservativos todavía bajaron más. Por otro lado, en el mundo homosexual el preservativo era un artículo desconocido.
Pero la aparición del Sida hizo tomar conciencia al colectivo homosexual de la necesidad de protección ante el alcance de la enfermedad. A partir de 1983 el condón se impuso en las diferentes poblaciones gay de Estados Unidos como único método para frenar la pandemia ante la ausencia de medicamentos. Las ventas de condones se multiplicaron por veinte durante los años ochenta. Un ejecutivo del sector describió en The New York Times la aparición del Sida como “el sueño de todo director de marketing”.
5. No se diseñaron test de calidad de condones hasta los años ochenta
Como eran un producto muy minoritario hasta los ochenta, nadie se había preocupado de establecer un protocolo de calidad para los preservativos hasta que la necesidad fue obvia. Desde 1920 no había estudios concluyentes de su eficacia pero tampoco grandes quejas de los consumidores. El hecho de ser el único dique contra el Sida obligó a evaluar científicamente su seguridad.
En 1990 la FDA norteamericana, seguida por la Agencia de Salud Europea, desplegaron una certificación ISO que los fabricantes deben cumplir. Entre otras cosas debe comprobarse la resistencia del condón a la presión y la perforación o la inexistencia de poros por donde puedan pasar fluidos o microorganismos. A partir de estas pruebas se sabe que el porcentaje de fallos de los condones de látex es el 2%.
6. Existen test para sexo vaginal, pero no para anal
Además de las pruebas de resistencia e impermeabilidad, el producto debe ser probado periódicamente por parejas que realizan el coito vaginal. Sin embargo, el protocolo ISO no contempla el sexo anal cuando es uno de los principales usos a los que se destina el preservativo. Es más, se sospecha que el porcentaje de roturas en sexo anal pueda ascender a un 7,4% de los casos.
7. La Fundación Bill y Melinda Gates lanzó en 2013 un proyecto para innovar este producto
Dado el rechazo de los consumidores a usar los preservativos de látex, la fundación de los Gates donó en 2013 100.000 dólares a diversos proyectos que quieren desarrollar preservativos alternativos con materiales nuevos, más sensitivos, cómodos y eficaces. El objetivo es encontrar nuevos condones que mejoren la experiencia sexual de las personas y por tanto les lleven a usarlos en sus relaciones sin reparos.
8. Los test para validar el uso comercial de un nuevo condón cuestan hasta un millón de dólares
Obtener el certificado ISO para un nuevo producto basado en el látex es caro. Pero si el condón está basado en nuevos materiales, las pruebas para demostrar a las diferentes agencias de salud que su eficacia es la misma que el látex pueden constar entre 500.000 y el millón de dólares; unas cifras que solo están al alcance de los tres grandes de la industria y explican la casi absoluta falta propuestas alternativas que hay en el mercado.
9. Existen condones para alérgicos
Debido a que el látex es una materia natural de origen vegetal, algunas de las proteínas que contiene crean alergias a algunas personas durante el coito. Para ellos la industria ha desarrollado condones de poliisopropileno, que es un látex sintético de textura, sensibilidad y olor similar.
10. Hay condones alternativos a los de látex
Desde los años ochenta se han desarrollado diferentes propuestas que o bien no han llegado al mercado o lo han hecho con restricciones. Los preservativos de intestino de cordero, por ejemplo, fueron lanzados como alternativa al látex por las quejas de los consumidores y demostraron ser más resistentes, duraderos y sensitivos. De hecho, son los que se venían usando tradicionalmente antes del advenimiento del látex.
Pero algunos estudios aseguran que pueden dejar pasar el virus de la hepatitis B, por lo que se venden con una etiqueta que nos los recomienda para prevenir infecciones. Además, son el doble de caros que los de látex. Otro material que pudo haber triunfado es el poliuretano, un componente sintético que se utiliza en la construcción como aislante. La empresa LIG intentó lanzarlos en la década de los noventa pero la FDA norteamericana, a pesar de otorgarles la licencia comercial, obligó al producto a llevar una etiqueta en la que se especificaba que no estaba claro su porcentaje de eficacia.