Cómo lavarse las manos de la forma correcta en seis pasos

No parecen en principio necesarias unas instrucciones para lavarse las manos. Es una actividad que todo el mundo practica varias veces por día. O al menos debería hacerlo, tal como explica la Organización Mundial de la Salud (OMS), al menos en los “momentos críticos”, es decir, después de usar el váter y antes de comer o preparar una comida. Es una intervención que previene problemas como la salmonelosis veraniega, la diarrea infantil e infecciones respiratorias, y que salva vidas.

Es por eso que, desde 2008, cada 15 de octubre se celebra el Día Mundial del Lavado de Manos, una jornada para “concienciar a la población de que un poco de agua y jabón puede salvar muchas vidas”. Con esas palabras lo explica el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), organismo que destaca la importancia de esta medida de higiene. “Pero no cualquier enjuague rápido -subraya-: es importante lavarse las manos con agua y jabón en momentos clave del día”. Pero, ¿qué requisitos debe cumplir un lavado de manos para que sea adecuado?

Instrucciones para lavarse las manos

La OMS ha publicado recomendaciones sobre el lavado de manos, dirigidas de manera específica al personal sanitario -para el cual la higiene de las manos es imprescindible-, pero que valen para cualquier persona que desee una limpieza profunda y apropiada.

  1. De acuerdo con estas indicaciones, el correcto procedimiento del lavado de manos tiene una duración de entre 40 y 60 segundos.
  2. Tras mojarse las manos con agua potable, hay que cubrir toda la superficie de palmas, dorsos y dedos con una película de jabón.
  3. Luego se deben frotar ambas palmas entre sí; más tarde, la palma de cada mano con el dorso de la otra (entrelazando los dedos), y después también frotar las palmas de las manos entre sí con los dedos entrelazados.
  4. Para hacer aun más prununciada la limpieza, se puede frotar el dorso de los dedos de una mano con la palma de la otra, la punta de los dedos de una mano sobre la otra palma en un movimiento de rotación, y limpiar cada pulgar cerrando y girando la otra mano en torno a ese dedo.
  5. El último paso consiste en enjuagar las manos con agua y secarlas con una toalla. Si esta es desechable, la limpieza será más segura.
  6. Para el caso de los trabajadores de la salud, las personas que debe manipular alimentos, etc., la recomendación es cerrar el grifo también tocándolo con una toalla, o con el codo, para evitar que ese contacto vuelva a contaminar los dedos.

Otra posibilidad es, en vez de lavar, desinfectar las manos. Esto es, de hecho, lo que recomienda la OMS al personal sanitario para higienizar sus manos. “Lávese las manos solo cuando estén visiblemente sucias”, puntualiza. Para ello, las indicaciones son proveerse de un desinfectante apto para manos en una cantidad suficiente para toda la superficie, y luego realizar los mismos movimientos y fricciones ya señalados para el lavado con agua y jabón. En este caso, al final no hace falta enjuagarse ni secarse la piel. 

¿Qué pasa con las uñas?

La superficie de las uñas y sobre todo las regiones subungueales -es decir, las que quedan debajo de las uñas, entre ellas y la piel- son sitios muy propicios para la aglomeración de microorganismos, según lo han corroborado diversos estudios. Estos son difíciles de eliminar incluso con el lavado de manos con agua y jabón, dado lo difícil de alcanzar esos resquicios con la fricción y la humedad que se acumula en esas zonas. Por ello, se sugiere el uso de cepillos específicos para la higiene de estos espacios.

Las uñas largas facilitan la acumulación de gérmenes, mucho más que las uñas cortas. Las uñas postizas -que en general son muy largas- también aumentan la cantidad de bacterias presentes en ese sector. Otros trabajos también han demostrado que la laca para uñas, en cambio, no influye demasiado en el número de microbios que habitan esa región, aunque sí quedó claro que, cuantos más días pasen desde la aplicación de la pintura, mayor es el número de bacterias presentes, dado que estas se alojan con mayor facilidad en las pequeñas grietas que aparecen en el esmalte.

Los riesgos de lavarse demasiado las manos

¿Existe el riesgo de que la higiene sea excesiva? Sí. Lavarse las manos con demasiada frecuencia, de forma compulsiva, puede llegar a ser “tan contraproducente como no lavárselas”, según explica la dermatóloga María Rosa Martí en este artículo. Y esto se debe a varios motivos. En primer lugar, el agua y el jabón se llevan consigo la flora cutánea, compuesta por bacterias, hongos, parásitos y ácaros. Ese es, desde luego, el objetivo de lavarse las manos, pero no toda la flora cutánea es perjudicial: buena parte de ella nos protege de otros agentes patógenos. Por lo tanto, lavarse las manos en exceso reduce nuestras defensas.

Y no solo la población bacteriana de la piel se ve perjudicada: también la de los intestinos, es decir la microbiota o flora bacteriana intestinal. Esto se debe a que muchas de las bacterias que llegan al aparato digestivo y refuerzan la citada flora, son el resultado de que con nuestras manos las llevamos a la boca. En consecuencia, los muchos lavados también debilitan el sistema digestivo.

Otra consecuencia negativa de lavarse demasiado las manos es la pérdida de aceites naturales de la piel y la imposibilidad de que el cuerpo los regenere antes del siguiente lavado. Como resultado, la piel se reseca y se resquebraja y -además de que se arruga y se afea con mayor rapidez- da lugar a que en esas grietas se alojen más agentes patógenos. Ese debilitamiento también puede propiciar el surgimiento de alergias.

Por ello, a las personas que, por necesidades profesionales, deben lavarse las manos con mucha frecuencia (en particular, el personal sanitario), la OMS les recomienda aplicar lociones o cremas protectoras para las manos al menos una vez por día. Por las mismas razones, sugiere evitar el uso de agua caliente para lavarse las manos, así como hacerlo justo después de frotárselas con alcohol: todo esto daña la piel.

Cuándo lavarse las manos

Ya se ha señalado que resulta imprescindible en los momentos críticos: después de usar el inodoro y antes de preparar la comida y de comer. Pero también es fundamental lavarse las manos en otras instancias:

  • Después de sonarse las nariz, toser o estornudar (aunque para estas dos acciones lo recomendado es taparse la boca con el antebrazo y no con las manos).
  • Después de cambiar los pañales a un bebé o de acompañar al baño a un niño.
  • Antes y después de tratar una herida.
  • Antes y después de atender a una persona enferma.
  • Después de tocar animales, sus alimentos o sus excrementos.
  • Después de tocar basura y, desde luego, de ensuciarse al realizar alguna tarea manual (trabajar con tierra en el jardín, manipular las piezas de un motor, etc.).

Cumplir con todas estas medidas ayuda a prevenir numerosos problemas, entre ellas las infecciones, algo que puede ser muy valioso en estas épocas otoñales en las que llegan los primeros fríos de la temporada. La salud de las manos, y en particular la de su piel, también obtendrá beneficios. 

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