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La cúrcuma es una planta de cuyos rizomas secos se extrae un polvo amarillo anaranjado que tal vez sea la especia más extendida en el sureste asiático y el subcontinente indio, con su color tan característico y relacionado con los tonos de las túnicas de los monjes budistas.
También con su aroma especial, que impregna todo tipo de curris y preparaciones gastronómicas. Se podría decir que el color de la cúrcuma es el color del Asia budista.
En España el polvo de raíz de cúrcuma -popularmente llamado cúrcuma- es menos conocido, aunque últimamente ha comenzado a difundirse como aditamento para distintos platos de fusión de cocinas.
El motivo es que porta un color y un aroma ligeramente similar al del rizoma de jengibre, o los frutos cardamomo, así como a los extractos de otras especies de su misma familia taxonómica, las zingiberáceas.
Entre otras aplicaciones, algunos chefs la utilizan en las paellas como sustituto del azafrán porque su acción colorante es muy similar y además concede un aroma agradable. En la nomenclatura de aditivos de la Unión Europea le corresponde la clave E-100.
Sin embargo, la cúrcuma quizás sea más famosa para muchos por uno de sus componentes fitoquímicos: la curcumina, un compuesto al cual se han atribuido en los últimos tiempos múltiples propiedades curativas.
Hasta el punto de que el polvo de rizoma de cúrcuma se vende encapsulado en farmacias herbolarios para un variado elenco de dolencias; desde la prevención de problemas cardiovasculares a la regulación del ciclo menstrual, pasando por la artritis o la enfermedad de Alzheimer.
¿Tiene propiedades curativas?
En algunos de los suplementos que se venden en forma de polvo encapsulado, se habla de posibles beneficios digestivos e incluso de protector hepático. Otra cosa es lo que se ha demostrado científicamente, que es más bien poco.
Entre las eficacias que sí parecen demostradas en la cúrcuma estaría su poder antioxidante, derivado de la acción antioxidante de la curcumina, si bien no en mayor proporción que en otros productos vegetales de los que se conoce su acción en este campo.
También se le han atribuido virtudes como moderador de los niveles de glucosa en sangre, por lo que serviría para luchar contra la diabetes. Pero la mayoría de los estudios que relacionan la ingesta de cúrcuma con diabetes están realizados en animales: se requieren más estudios en humanos para poder llegar a conclusiones más sólidas.
En un estudio con 116 pacientes que presentaban problemas digestivos propios de la dispepsia, con dolores, acidez, flatulencia y eructos, la cúrcumana alivió estos síntomas al 87% del grupo en comparación con el 53% del grupo placebo.
Otro estudio multicéntrico, controlado con placebo, evaluó la eficacia del enema de curcumina 2 g al día por seis meses en la prevención de recaídas de colitis ulcerosa. Los resultados sugieren que el tratamiento redujo significativamente los indicadores de actividad y gravedad de la enfermedad.
Ahora bien, una amplia revisión de puesta al día de los estudios existentes hasta 2017, publicada en la revista Journal of Medical Chemistry, revelaba que la mayoría de las propiedades atributivas dadas en los últimos años a la curcumina no tienen ninguna base científica demostrada.
Por otro lado, la revisión destacó que muchos los estudios presentaban serias deficiencias al ser realizados sobre pocos pacientes y durante periodos de tiempo cortos.
Lo no demostrado
No se ha estudiado que la curcumina pueda tener eficacia como antimicrobiano en humanos, aunque sí se ha comprobado cierto efecto en animales y en tubos de ensayo. Se desconocen qué dosis serían las necesarias y que tipo de vía tendría que usarse para administrar el tratamiento.
Tampoco se han observado por el momento efectos positivos en su uso contra enfermedades neurodegenerativas como el mal de Alzheimer. Según publica la revista Nutrition Facts, los estudios llevados a cabo hasta la fecha no arrojan resultados claros respecto a la curcumina separada del resto de componentes del polvo de raíz.
Existe bibliografía sobre tres pacientes de edad avanzada en las que en lugar de aplicarles curcumina se les aplicó polvo de rizoma sin depurar y se observaron mejoras. Pero el universo de la prueba es sumamente limitado.
Una revisión bibliográfica de la Universidad de Roma concluye que aunque su uso es prometedor contra el mal de Alzheimer, se precisa de más estudios y en mayor profundidad para establecer no solo su eficacia sino qué sustancias deben acompañar a la curcumina para activarla.
Respecto a la protección frente a las enfermedades cardiovasculares, un estudio doble ciego controlado frente a placebo, se encontró que tomar cuatro gramos al día de curcumina no mejoró los niveles de colesterol. Sin embargo, en estudios con ratas de laboratorio sí se habrían observado mejoras.
Tampoco frente al cáncer parecen demostrados sus supuestos efectos. Un estudio en pacientes con cáncer de colon mostró buena tolerancia a altas dosis de cúrcuma pero poca biodisponibilidad de la misma, es decir que se absorbía poco.
Otros estudios en pacientes con cáncer de mama y cáncer de próstata reportan posibles beneficios, pero sin confirmar y llamando a realizar nuevos estudios para consolidad la posible asociación.
Otro estudio realizado sobre 50 pacientes con hígado graso que fueron divididos en un grupo con aplicación de 1,5 g de cúrcuma diarios y otro con placebo, no mostraron diferencias. Si bien ambos grupos presentaron mejoras, fue debido a cambios en su estilo de vida, no a la cúrcuma.
Riesgo de daños hepáticos
Por otro lado, el uso de suplementos de curcumina puede estar contraindicado en algunos casos de personas con problemas hepáticos previos, tal como indican una serie de casos de hepatitis en Italia que se asociaron al uso de cúrcuma con fines medicinales.
El número de casos dados, y su coincidencia en que la mayoría eran enfermos hepáticos previos, llevó al ministerio de Salud italiano a prohibir cualquier declaración de efectos beneficiosos de la cúrcuma en la etiqueta de complementos alimenticos que contengan ingredientes derivados de Curcuma longa.
También se obliga a que en los envases de estos productos se añada en la etiqueta que “en caso de anomalías hepáticas, biliares o calculosis en la vía biliar, no se recomienda el uso del producto”.
Además, la cúrcuma no se debe usar durante el embarazo y la lactancia, ya que sus metabolitos se transfieren a los bebés a través de la leche materna. Tampoco se aconseja a menores de 18 años, ya que bloquea la asimilación del hierro de los alimentos.
La Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ha revaluado la cúrcuma como aditivo (E-100) y ha determinado a la luz de los sucesos citados una cantidad máxima por día en función del peso que es saludable consumir. La misma es de 210 mg/día para un adulto con un peso corporal de 70 kg.
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