La llaman depresión navideña, depresión blanca o blues de Navidad. No aparece en ningún manual de clasificación de enfermedades mentales. Pero existe: un síndrome caracterizado por un estado de ánimo melancólico que aparece en las fiestas navideñas. Sus síntomas se parecen mucho a los de la depresión verdadera, un problema que en España, según la Organización Mundial de la Salud, afecta a 2,4 millones de personas, el 5,2 % de la población.
Son ánimo bajo, falta de energía, desinterés por hacer cosas, irritación y malestar, en ocasiones combinados también con síntomas de ansiedad. De hecho, las personas que han sufrido algún cuadro depresivo son más propensas a padecer el blues de Navidad, e incluso a que lo que comience como un malestar causado por estas fechas derive en una caída mayor.
No existen estadísticas oficiales sobre la depresión navideña, lo cual no sorprende si se tiene en cuenta que casi la mitad de los casos de depresión quedan ocultos debido a la falta de recursos sanitarios. Pero los psicólogos coinciden en que no son pocas las personas afectadas por este mal.
Causas de la depresión navideña
¿Cuáles son las razones que originan esta depresión de Navidad? Hay “muchas y variadas”, según explica la psicóloga María Rosa Araguzo, quien el 14 de diciembre estuvo a cargo de una charla sobre el tema Depresión en Navidad en el Colegio Oficial de Psicología de Castilla y León, con sede en Burgos.
Una de las causas más frecuentes es el duelo por un ser querido. Y es que estas fiestas suelen ser las ocasiones en las que más se notan las ausencias de las personas que han muerto. Esta sensación es especialmente fuerte el primer año, es decir, durante las primeras fiestas en que la persona no está. La duración normal del duelo es entre uno o dos años. Si se extiende más allá, existe el riesgo de que se haga crónico, sospecha ante la cual conviene acudir a un profesional.
Otro motivo, explica Araguzo, es la ausencia de personas queridas no porque hayan fallecido, sino porque se han distanciado, a causa de enfados, peleas, separaciones o porque viven lejos. En estos casos, a la ausencia se añaden sensaciones como la culpa y la soledad ante lo que podría estar ocurriendo y sin embargo no sucede.
También la añoranza es uno de los motivos recurrentes de la depresión navideña. “Pensamos que las Navidades del pasado eran felices, porque teníamos niños, o porque teníamos otras características”, dice la especialista. Está claro que, muy a menudo, la memoria selectiva lleva a idealizar el pasado y a tener la sensación de que antes todo era maravilloso, cuando en realidad no es así. Ese caprichoso comportamiento de los recuerdos también puede contribuir a sentirse mal en la época de Navidad.
Tensiones, balances del año, “obligación” de ser felices
Lo que sienten otras personas no es tanto tristeza sino ansiedad y estrés ante el hecho de tener que encontrarse con familiares u otras personas con las que tienen o han tenido algún conflicto y a quienes ven solo en estas fechas. La llegada del fin de año, por otra parte, promueve que mucha gente haga un balance del año. A menudo el saldo no es positivo, debido a los proyectos no concretados, las pérdidas sufridas u otros elementos negativos.
Y luego están las razones que impone el mundo en que vivimos. Por un lado, el consumismo desenfrenado al cual incitan la publicidad y las promociones de las tiendas ya desde finales de noviembre. Muchas personas que atraviesan una situación económica difícil se sienten mal por no poder comprar cosas, que pareciera ser “lo que toca” en estas fechas.
Por el otro lado -pero muy vinculado con lo anterior- se encuentra una suerte de mandato social, la “obligación” de que en estas fechas seamos felices. Los medios y las redes sociales ayudan a crear la sensación de que, en efecto, “todo el mundo” es feliz. Como contrapartida, lo que muchos sienten es: “Todo el mundo es feliz, menos yo”, lo cual agudiza su malestar.
¿Qué hacer para combatir la depresión navideña?
Rosa María Araguzo apunta que el principal consejo para alejarse de la depresión navideña es tratar de “aceptar la propia situación tal y como es”. “Tengo que descubrir cuál es la causa por la cual yo me siento mal en Navidad, y a partir de ahí ver cómo lo puedo solucionar”, explica la psicóloga, poniéndose en el lugar de quien padece este problema.
Cuando el motivo es la pérdida de un ser querido, el objetivo pasa por tratar de elaborar ese duelo e intentar recordar a esa persona con cariño, con el fin de que el efecto del recuerdo sea lo menos doloroso y más positivo posible. “Si echamos de menos a personas que no están cerca -sostiene Araguzo- pues hay que aprender a vivir con lo que se tiene, hay que disfrutar de las personas que sí lo están: amigos, hermanos, sobrinos, y no pensar solo en los que están lejos”.
La recomendación fundamental es que, más allá de los mandatos familiares y sociales, cada persona decida cómo quiere pasar la Navidad. Esto consiste, sobre todo, en “evitar los compromisos y las obligaciones que no nos hacen sentir bien”.
Una opción es que quien sufre la depresión navideña hable con sus familiares o las personas con las que suele pasar las fiestas y les ofrezca alternativas a los rituales o las costumbres de esta época. “A lo mejor no le apetece reunirse con ellos todos los días -plantea Araguzo-, a lo mejor está muy tranquilo en su casa, tan a gusto, y solo quiere ir a casa de los otros a tomar el café y luego volver”.
Aceptar que “no me gusta la Navidad”
Otra idea podría ser, en lugar de hacer una reunión muy numerosa con todos los miembros de la familia, hacer reuniones más pequeñas en diferentes sitios y momentos. No hay recetas ni fórmulas fijas: el objetivo es aceptar los propios sentimientos (aceptar, en todo caso, la idea de “no me gusta la Navidad”) y hacer lo necesario para no pasarlo mal.
Con respecto a la incitación al consumismo con que los medios y la publicidad bombardean en estas fechas, el objetivo es claro: tener conciencia de que la felicidad no se encuentra en comprar cosas, sino en cómo se viven los momentos. “Participar en el consumismo lo que nosotros queramos y podamos, no sentirnos obligados”, enfatiza Araguzo. Y ser concientes también de que la supuesta “obligación de ser felices” es falsa: no más que una estrategia de publicidad.
Todos estos consejos los deben tener en cuenta no solo quienes sufran o se crean en riesgo de sufrir la depresión navideña, sino también las personas de su entorno. Es fundamental que entiendan que el otro no se siente bien en Navidad, que estas fechas lo ponen triste, y que por eso no quiera participar de ciertas actividades. Esto aliviará, sin dudas, los síntomas negativos.
Algunas comunidades autónomas han implementado ya hace tiempo algunos programas para prevenir, en la medida de lo posible, el riesgo de depresión navideña. Uno de los más antiguos es No estés solo en Navidad, un programa impulsado desde hace dos décadas por la Conselleria de Benestar Social de la Generalitat Valenciana para evitar que personas mayores pasen las fiestas sin compañía. La organización Teléfono de la Esperanza también propone actividades para que la gente que está sola o no sabe qué hacer en estas fechas tenga una alternativa.
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