¿Qué hago si mi amiga de 22 años me dice que se ha enamorado de su jefe de 53 y dice y promete que es recíproco, bonito y verdadero?
Yo también he sido una muchacha a la que han hecho sentir especial, nadie puede decirle a esa niña que eso que está viviendo no es bonito ni recíproco, de aquí a unos años lo entenderá.
Así que lo primero, Itziar, y sintiéndolo mucho porque te inmoviliza como amiga, es entender que no se le puede negar lo evidente: sí, es recíproco, es bonito y es verdadero. Bueno, lo de verdadero quizás lo acabará de definir ella más adelante, pero de momento que lo que existe entre ellos es de verdad podemos decir que sí, en estos momentos su cuerpo de 22 años vibra como nunca y sí, de aquí un tiempo seguramente hallará otra verdad: nunca estuvieron en igualdad de condiciones. Pero tiene que ser ella quien lo descubra. Se lo podemos contar tú y yo de la mano, una y otra vez, pero ella ahora mismo está a otras, está por ese señor que la mira a los ojos y le dice: eres tan madura para tu edad, tú, tú sí eres especial. Y contra eso, amiga, poco podemos hacer.
“Estoy enamorada y me siento querida como nunca antes. Y eso no basta para borrar toda aspereza, para suspender todo juicio sobre nuestra relación”, dice Vanessa Springora cuando relata su relación con el escritor Gabriel Matzneff en el libro El consentimiento (Lumen). Ella, 13 años, él 49 (sé que no es lo mismo, pero permíteme esta trampa).
Así que lo que te propongo es esto: tú y yo vamos a cogernos de la mano y a urdir una estrategia sutil, basada en libros que dejarás cerca de ella, en ficciones que irás recomendando como quien no quiere la cosa, nunca mencionando que el motivo principal de esa recomendación son las relaciones con diferencia de edad, las relaciones de poder, ¡nunca! Itziar, vas a ser la reina de la astucia, a partir de ahora, siempre que te hable de él, sonríe y cambia de tema, que sean las ficciones las que la vayan empujando hacia ese despertar futuro. Ese despertar que llegará, te lo aseguro. Ese momento de pensar quién es este soberano cretino que no ha salido en su santa vida con nadie de su edad y que me hizo creer que merecía mi culo de 20 años. Llegará. Pero es un despertar por el que ha de pasar ella solita. Seguramente dentro de unos años. Con cierta vergüenza y remordimientos. Ahí es donde tendrás que estar tú, Itziar. Para decirle que no es culpa suya. Ahora, de momento, empujones, empujoncitos suaves pero sin descanso hacia ese futuro despertar.
“Lo que descubro en los brazos de G., ese ámbito de la sexualidad adulta, hasta ahora tan inexpugnable, es para mí un nuevo continente. Exploro ese cuerpo de hombre con la aplicación de una discípula privilegiada, asimilo con gratitud sus enseñanzas y me concentro en los ejercicios prácticos. Me da la sensación de ser una elegida”. (Vanessa Springora).
Yo también he sido una discípula, una elegida, y ni cuatro amigas agarrándome por cada extremidad me hubieran sacado de ahí. Miro de reojo hacia esa época, todavía con cierta vergüenza e incredulidad, pero con una certeza: la admiración, el descubrimiento sexual, la elevación física y mental, el ir por la calle sonriendo, el flotar a dos centímetros del suelo, todo eso estaba ahí. Juro que estaba ahí. Porque todavía lo recuerdo sobre mi piel, en mi ego, en mi juventud. ¡Itziar, esos sentimientos eran reales! ¡Nunca he vuelto a sentirme tan especial! ¡Tan única! Pero menuda farsa. La farsa llega cuando la siguiente es todavía más joven que tú, porque estos señores crecen, ganan pelos blancos en los huevos y entradas en su frontón, pero sus muchachas a las que llamar especiales rejuvenecen, son la nueva becaria, la otra chica de Instagram, la perfecta alumna de un curso menos. A veces, en la mirada envidiosa hacia otra mujer, en la rabia contenida al observar esa piel tersa, es cuando despertamos: ¿qué hago aquí y quién es este señor que encadena una muchacha tras otra?
A veces, en la mirada envidiosa hacia otra mujer, en la rabia contenida al observar esa piel tersa, es cuando despertamos: ¿qué hago aquí y quién es este señor que encadena una muchacha tras otra?
El libro de Vanessa Springora es de una frialdad astuta, una revancha servida en bandeja de plata. Déjalo caer un día del bolso. Olvídatelo en su casa. La película, basada en el libro, de momento mantengámosla fuera de la estrategia. Es demasiado evidente. En pantalla este tipo de relaciones son obscenas, repulsivas. No hay espacio para la imaginación, hay un tipejo calvo acosando a una escolar. Demasiado descriptivo y ella no está por la labor de reconocer que ese tipejo calvo es el mismo que tiene sentado dos mesas más allá en la oficina mandándole mails donde se despide con un “en el amor todo vale, nena”.
Hay ciertas experiencias en lo sexoafectivo que una se puede ahorrar, y que las amigas están ahí para recordárselo. No te líes con tu ex tóxico, porque por algo es ex, y por algo es tóxico. Es de primero de amistad. Pero hay otras relaciones en las que una necesita transitar, atravesándolas, metiendo los pies en el fango, chop chop, restregando bien pies y manos en el charco. Hay que ensuciarse. Porque hay despertar sexual, pero también un qué buena eres en el trabajo, y mírate esta película que habla de ti y de mí, y te dejo estos libros, eres tan madura para tu edad, te van a flipar, y voy a llevarte a París, esa ciudad está hecha para ti. Quién coño va a decir que no a París con 20 años.
Hay una frase de Vanessa que me dolió, no por cruda, sino por lo simple y real que era en ese retrato fiel de lo que vive toda niña a la que le hacen creer que es mejor que las demás. “Al principio, G. me lleva a museos, a veces al teatro, me regala discos y me recomienda libros”. Mierda. Son todos iguales.
Mails escritos de madrugada de ocho mil caracteres explicándote la una película de Coppola, del padre, por supuesto. Prestarte libros ya subrayados, cenas hablando de Godard y una falsa escucha sobre tu opinión de las cosas. Ajá, cuéntame más de esa serie, Girls, que dices que es tan buena. Corrección de textos y trabajos, decirte cómo te tienes que comportar, sentar y vestir. Reñirte cuando toca, no grites, nos están mirando. Descubrirte libros y autores y títulos, y otros señores que graban a chicas en sus películas ¿Mi fondo de pantalla por esa época? Anna Karina y Godard, sin vergüenza alguna, sin tapujos, yo queriendo ser esa joven actriz descubierta por un cineasta que aseguraba quererla por su talento y no por su juventud.
Quizás no hay superioridad intelectual y solo tiene una casa más grande. O una moto de agua. O dos hijos que recoge los martes y jueves.
Él siempre es el director, el profesor, el jefe. Ellos siempre tan arriba, tanto poder, tantas posibilidades de decidir la nota al final de curso, si entras en un proyecto o no, si mereces su atención o no. Tan capaces de hacerte sentir bien o terriblemente pequeña con solo una mirada. Y nosotras tan de mirar abajo, tan de asentir, tan de decir, sólo si a ti te va bien, no quiero molestar. Tan vulnerables, joder, tan dependientes.
Hay despertar sexual, pero también un 'qué buena eres en el trabajo, y mírate esta película que habla de ti y de mí, y te dejo estos libros, eres tan madura para tu edad, te van a flipar, y voy a llevarte a París'. Quién coño va a decir que no a París con 20 años
No está en nosotras evitar ciertos caminos, no a esa edad. A tu amiga, Itziar, vas a tener que dejarla vivir. Es con ellos con quienes tenemos que hablar. Lo que daría yo por sentarme un rato con este jefe de 53 años, con este individuo que no es capaz de percibir el dominio, la autoridad y el poder que ostenta. Hablamos siempre de ella, huye, sal de ahí, abre los ojos, entiende que no estáis en el mismo punto, tenéis expectativas diferentes. Pero ellos, ellos ¿qué?
Clara Queraltó se atreve con las dos miradas de una relación descompensada en su novela Com un batec en un micròfon (Anagrama, 2023). No quiero desvelar mucho, que me gusta que una entre a un libro con cierto atropello y desconcierto, y en este hay un buen giro. Pero es bello meterse en la cabeza de la chica de dieciocho años que durante el verano se cuelga de ese hombre misterioso que ha llegado al pueblo, con ese trabajo en el cine tan sexy, esas parcas palabras que siempre gasta, esos 39 años tan bien puestos. Qué sensual, divertido y alegre es un verano de idas y venidas, y un hombre que te mira, y te hace caso, y te saca del aturdimiento de agosto, de la chicharra, de las cervezas, la mejor amiga de toda la vida y la fiestas de pueblo. Pero Clara no lo deja aquí. Clara, como yo, quiere hablar con ese jefe de 53 años, y lo hace con su herramienta, que es la escritura y la imaginación que es un arte, y dedica la segunda parte del libro a meterse en la cabeza de ese hombre de 39 años que conoce a una chiquilla en verano. Lo dejo aquí.
Hay un patrón, siempre hay un patrón. Déjale el libro en un banco frente a la oficina. En su cafetería habitual. Dejáselo cerca. Sutileza, Itziar, recuerda.
Narcisistas reprimidos. Cobardes sin amores de su edad. Mentirosos compulsivos. Zapatillas última moda y tejano prieto, gorra de vez en cuando. Mirada triste, compungida, de perrito abandonado. Mails cargados, larguísimos, con sinónimos de WordReference y poesía de baratillo. Gimnasio caro porque el amor no tiene edad pero el cuerpo sí. Profesores de universidad enrollados, cercanos, muy, muy cercanos, acude a mi despacho que te podré ayudar mejor con este trabajo. Retuits de la Filmoteca. Fotografía de perfil en blanco y negro, quizás un actor de joven. ¿No sabes quién es? Yo te lo explico.
Uso de términos antiguos pero a su parecer contundentes: estás jodidamente buena. Me pones en una situación bien jodida. No hay quien te entienda, jodida niñata. ¿Sabes quién es Alice Rohrwacher? Deja que te hable de sus referentes.
Él siempre es el director, el profesor, el jefe. Ellos siempre tan arriba, tanto poder, tantas posibilidades de decidir la nota al final de curso, si entras en un proyecto o no, si mereces su atención o no. Tan capaces de hacerte sentir bien o terriblemente pequeña con solo una mirada
Este email está mal escrito, cuidado con las faltas, cariño. Ese amigo tuyo es un poco cretino, ¿qué significan los fuegos que te deja debajo de las fotos de Instagram? Mi ex está jodidamente loca, a veces te pareces a ella, cuando te da por llorar, intenta no llorar. ¿No lo has leído? Pues es una obra maestra. No, hoy no nos podemos ver, estarán mis amigos, es mejor que no nos vean juntos. Oye ,niña, voy a tu casa o qué, ¿estarás sola? No me esperaba nada de esto, bueno, voy a darme una vuelta, necesito pensar. Oye, te adjunto un fanzine feminista que me ha pasado una amiga, es muy de tu rollo, ya verás. He hecho una playlist para que te acuerdes de mí cuando no esté contigo, son canciones antiguas, de mi época. No, por favor, no te enfades, yo lo único que quiero es verte feliz. Verte feliz.
Hahahahahahahaahahaha.
Itziar, hay un patrón, repito, hay un patrón.
Es importante que ella nunca llegué a decir “déjame, no entiendes nada”.
“Cuando la madre supo que estabas divorciado y tenías un hija, se rió. Después, cuando supo que el divorcio fue con una mujer y la hija con otra, dejó de hablarme excepto para sermonearme. En la mesa de la cocina de casa de mis padres, rompió el silencio un mediodía, aprovechando que mi padre no estaba. No creo que te convenga, este chico. Qué digo chico, ¡si casi es un señor! Haz lo que quieras, pero mi deber es decírtelo. ¿Que no lo ves, que tiene catorce años más que tú? Además, pronto se quedará calvo. Le gustan demasiado las mujeres. Se aprovechará de ti”. Esta es una traducción chapucera que he hecho de las palabras de Maria Arimany, disculpas a ella y al bendito oficio de los traductores.
Pero entiendes por dónde voy, ¿verdad, Itziar? Porque la respuesta ante estas acusaciones no hace falta ni que te la traduzca. Siempre es: ay, calla, déjame en paz. Y lo que no queremos es que ella se refugie todavía más en esa relación. Que se encierre. Tú ahí, a su lado, como un soldado, preparada para cuando abra los ojos y tú estés ahí, lista para entrar a matar al grito de ¡malditos señores, son todos iguales! Lista para sacarla a bailar, para recordarle que mejor que Godard es que os miréis el musical de Chicas Malas juntas y lloréis de lo mala que es. Lista para imprimir todos esos mails y hacer análisis sintáctico buscando la cursilería y la ñoñez en cada frase. Ahí es cuando entras tú, amiga. Ten paciencia. El despertar llega.
Vale, sí, de acuerdo, se te permite un “te lo dije”, pero solo una vez. Ten piedad.
Siempre tuya,
Andrea