En ocasiones, la amistad termina conformándose con un cariz tan necesario que se convierte en esencial para la vida misma. De esas relaciones parten la salud mental y física, el poder construir nuestro camino con recuerdos y momentos confortables a los que volver como si se trataran de un hogar, o en los que residir como presente acogedor. Incluso, en ocasiones, la amistad posee una dimensión arrolladora emocionalmente que pudiera ser comparada con una relación romántica. No es de extrañar que la palabra 'amiga' venga del verbo latino amare, por lo que comparte origen con la palabra 'amor'.
Quizás, para generaciones precedentes, la amistad era algo que se daba por hecho, y que siempre estaba ahí. Pero, como una relación humana más, puede constar de un inicio y un final, que tarde o temprano asola como cualquier otro tipo de ruptura. En la actualidad, las diversas precariedades que invaden cada resquicio de nuestra realidad nos hacen necesitar cada vez más de redes de apoyo. Estas nos sujetan en ocasiones, pero las cuerdas no siempre se mantienen tensas.
Romper con una amistad duele como cualquier pérdida. Es por ello que construir un espacio para el duelo es crucial debido a lo esencial que se convierte para superarla, y aceptar que está bien cuando los momentos que compartimos pertenecen a personas que ya no están. A veces, los momentos son simplemente eso, y no se dilatan en el tiempo, pero la clave reside en saber que se trata de un proceso que es normal que ocurra.
El duelo relacionado con la amistad carece de nombre y, como bien es sabido, aquello que no lo posee parece no existir, pero nada más alejado de la realidad.
En ocasiones, la amistad posee una dimensión arrolladora emocionalmente que pudiera ser comparada con una relación romántica. No es de extrañar que la palabra amiga venga del verbo latino 'amare', por lo que comparte origen con la palabra amor
Diferentes tipos de amistad
La amistad es un contexto esencial, pero sobre el que parece haber poco tipo de reflexión o análisis. ¿Qué tipos de amistad se merecen un duelo? Es ahí en donde el proceso se encrudece, cuando la indeterminación de una relación convierte el dolor por su pérdida en un paria que no merece atención. Según la psicóloga María Aguilera, especializada en trastornos ansiosos, “la amistad se puede dar de diversa forma”. “Se puede decir que sí, que hay varios tipos de relación de amistad, y cada una puede tener diferentes características, según las personas que formen esa relación y sus circunstancias”, explica. Algunos tipos de amistad son: amistad de infancia, íntima, de compañerismo (generado por intereses y actividades comunes), de apoyo u ocasionales.
“Hay que tener en cuenta que cada amistad es única, independientemente del tipo que sea. Tener amistades y sentir que perteneces a un grupo, aunque sea de dos, es una de las necesidades básicas del ser humano”, dice la psicóloga. Si bien no todos los tipos de amistad precisan un duelo, una parte de nosotros se congela en cada una de las personas con las que nos relacionamos, pues con cada quien hay facetas de nuestra individualidad que pueden ser fomentadas u ocultadas.
Teresa Avendaño, que se dedica a la comunicación de moda y tiene una presencia muy activa en redes, ha compartido en ellas su duelo amistoso y comenta a este medio: “Para mí la amistad es crear una familia fuera del núcleo familiar convencional. Crear lazos con personas que de alguna manera eliges, pero siento que existen diferentes tipos de amistad: los amigos del trabajo o de la infancia y adolescencia, por ejemplo. Creo que es importante tener tipos de amistades, pero también es primordial saber diferenciar qué amigos son más importantes”.
El momento más ensordecedor llega cuando una de las amistades que percibimos como infalible en nuestra vida acaba terminando el final de su ciclo. Es ahí en donde el duelo se hace necesario.
¿Qué hacer cuando lo damos todo por perdido con una amistad?
Quizás la fase del duelo más complicada se da con el inicio del mismo, en el que parece que la brújula que nos orienta ha dejado de funcionar. Es en ese momento en el que la realidad aturrulla con la incertidumbre que provee. “Evidentemente, el fin de una relación de amistad puede ser un proceso doloroso, ya que las amistades a menudo implican vínculos profundos y conexiones emocionales muy importantes”, añade la psicóloga María Aguilera. Su efecto puede ser comparado con cualquier otra ruptura sentimental. Aguilera añade que “si estás en ese proceso, que puede ser comparable con una ruptura de pareja, te permitas sentir. Sentir tristeza, enojo, confusión es lo más natural. No tengas prisa en hacer que desaparezcan; permítete procesarlas”.
Recomienda además reflexionar sobre la amistad tomándose un tiempo para indagar en la razón de la ruptura: ¿Qué sucedió exactamente? ¿Qué se aprendió de la experiencia? Hablar con alguien de confianza, apunta, es también reconfortante: “Nos hace sentir que importamos y nos apoyan emocionalmente. Esto puede hacer que avancemos hacia la mejoría”.
Su última recomendación, común a los procesos de crisis o malestar emocional, pasa por cuidarse: “Haciendo ejercicio, comiendo de manera saludable, durmiendo lo suficiente y participando en actividades que te gusten. Que haya habido una ruptura no significa que debas apartarte de todos los demás. En la medida que sientas que vas estando mejor, conéctate con nuevas personas. El proceso de recuperación será diferente para cada uno”.
El fin de una relación de amistad puede ser un proceso doloroso, ya que las amistades a menudo implican vínculos profundos y conexiones emocionales muy importantes
El duelo
Es una creencia extendida la de que el duelo forma parte de la pérdida corpórea. El duelo visto como una fase de la pérdida de lo tangible, pero también forma parte esencial de la pérdida etérea de la amistad. Cuando está “relacionado con la pérdida de una amistad puede tener similitudes con otros tipos de duelos. Existen algunas fases comunes de duelo que a menudo se experimentan en diversas situaciones de pérdida”, dice la psicóloga. Estas fases pueden incluir negación, ira, negociación, tristeza o aceptación.
En el duelo por una amistad es posible que haya una sensación de traición o confusión adicional, ya que las expectativas en una amistad pueden ser diferentes de las de una relación amorosa o una pérdida de un ser querido
“Es importante señalar que no todas las personas experimentan estas fases de duelo en el mismo orden ni de la misma manera. Además, el duelo por una amistad puede tener sus propias características distintivas debido a la naturaleza de la relación. Por ejemplo, en el duelo por una amistad es posible que haya una sensación de traición o confusión adicional, ya que las expectativas en una amistad pueden ser diferentes de las de una relación amorosa o una pérdida de un ser querido. Cada experiencia de duelo es única, y las fases de duelo pueden variar en intensidad y duración”.
¿Cómo gestionar la pérdida de una amistad?
La pérdida de una amistad es uno de esos momentos vitales rodeados de silencio y que conocemos solo cuando suceden, por lo que su procesamiento se convierte en algo aún más complicado. Esto se debe a la privación de herramientas de gestión en torno a lo desconocido, y que hace que de forma individual nos enfrentemos a ello. Aunque dispongamos de una red de apoyo, el dolor es algo que se siente en un solo cuerpo, y el desconocimiento de su existencia influye.
“Siento que la pérdida de una amistad es como perder una extensión de nuestro cuerpo. Como si de repente faltara una parte de ti que creías imprescindible y con la que te resultaba imposible imaginarte la vida. Cuando pierdes a una amiga, tienes que levantarte un día cualquiera y vivir con una ausencia difícil de gestionar. Cada vez tengo más claro que no nos educan para este tipo de situaciones”, dice a elDiario.es Teresa Avendaño.
Además, hay un factor clave en la pérdida y es la administración de los recuerdos que genera dicha persona en nuestro presente. Dichos recuerdos pueden convertirse en pensamientos intrusivos generadores de una rumia lacerante, con la que convivir puede ser muy desagradable. La clave está en administrar emocionalmente toda esa amalgama que se nos viene y, sobre todo, en dejar pasar el tiempo, para hacer de dichos recuerdos lo que son: momentos felices o desagradables sin más, sobre los que adquirir una percepción adecuada.Teresa Avendaño añade: “Creo que al principio te pasas los días con una tristeza que ocupa todos los espacios de tu vida: vas al trabajo y cualquier nimiedad te recuerda a tu amiga, desde el café que te preparas hasta una persona que ves en el metro. Es un poco dramático, pero realmente me resultó muy complicado desprenderme de su fantasma. De hecho, estoy convencida de que no se pasa nunca. En mi caso han pasado bastantes años desde que viví algo así y me sigo acordando de ella una vez al día. Al final te acostumbras a la nueva situación y te das cuenta de que ya no pasa nada, las cosas tienen que seguir. Con el tiempo te convences de que tu vida es mejor así”.
La pérdida de una amistad es uno de esos momentos vitales rodeados de silencio y que conocemos solo cuando suceden, por lo que su gestión se convierte en algo aún más complicado
¿Por qué asumimos la ruptura romántica pero nos creemos inmortales en la amistad?
Es curioso cómo se nos viene dada una pretensión de la amistad, un espacio en el que a veces lo romántico se entremezcla con aspiraciones propias del yo y de la vida que deseamos tener. En ocasiones, los egoísmos convierten a la amistad más profunda en una proyección de gustos, ideas y aspiraciones que acaban por someterla a imposiciones propias de los encorsetamientos dados en la pareja romántica tradicional y, quizás por ello, se somete también a un duelo parecido.
Siendo así, ¿las amistades rotas necesitan el mismo proceso de duelo que las rupturas románticas? Teresa Avendaño, según su experiencia, cree que sí: “Ahora estamos más educadas porque hay más movimientos que defienden esta teoría en las redes sociales. Veo a chicas hablar sobre esto con normalidad y muy regularmente, como si de repente nos diéramos cuenta de que es un problema que nos pasa a todas. Gracias a eso acabamos teniendo más herramientas para superar nuestro duelo, como con las relaciones románticas. Aun así, queda mucho por hablar y mucho por hacer”.
A mí todavía me da vergüenza admitir que he ido a terapia varios años por romper con una amiga o que he estado años pasándolo mal con este tema. Al final, me ha dolido más la ausencia de mi amiga que la de muchas relaciones románticas
De hecho, puede ser tan difícil y compleja una ruptura con una amistad que nuestro mundo se tambalee y necesitemos de una ayuda externa anta la incapacidad de enfrentarnos a una situación desconocida. “A mí todavía me da vergüenza admitir que he ido a terapia varios años por romper con una amiga o que he estado años pasándolo mal con este tema. Al final, me ha dolido más la ausencia de mi amiga que la de muchas relaciones románticas”.
Ninguna ruptura tiene un por qué definido
A pesar de la ruptura, el apego se convierte en un imán que ejerce su fuerza hacia la persona que ya no está. Es en ese momento en el que las dudas sobre por qué ha ocurrido invaden nuestra mente, escrutando una resolución para desplegar las alas de ese magnetismo. Es en esa búsqueda donde quizás el dolor punce con más fuerza pero, sin embargo, hay que saber que quizás hay una polifonía de respuestas o ninguna concreta. No dolernos más por la multitud o ausencia de las mismas puede ser el primer paso en el camino que debemos de proseguir.
“Es un poco difícil definir algunos motivos porque creo que las relaciones son tan complejas que los problemas se van gestando desde el inicio”, comenta Teresa Avendaño. Desde verdadera rencillas o amistades que se van deteriorando y rompiendo poco a poco, sin la necesidad de que haya un evento definido o una pelea que marque el final.
El duelo y la amistad se interconectan en algún momento de nuestras vidas y normalizar la existencia del primero es tan necesario como la amistad misma. Nuestra existencia está repleta de procesos que nos atraviesan y con ellos crecemos, es en saber aceptarlos donde reside nuestra resiliencia y capacidad de habitar momentos que vendrán, sabiendo que soltar aquello que nunca volverá es el primer paso.