En España ya han empezado a tomarse las primeras medidas de relajación del estado de alarma. Los niños ya salen un rato al día y está previsto que les sigan otros grupos de personas; se han iniciado ciertas actividades laborales y está previsto que la desescalada continúe en las próximas semanas si nada lo impide.
Empezar a suavizar algunas restricciones tras casi siete semanas de cuarentena era muy necesario desde un punto de vista psicológico. Será, como ya se ha visto con las primeras medidas adoptadas, un proceso gradual. Y entonces, cuando algunas de las actividades empiecen a “normalizarse”, se verán cuáles son las consecuencias psicológicas.
En una revisión publicada en The Lancet, titulada El impacto psicológico de la cuarentena y cómo reducirla, se analizan las conclusiones de varios estudios realizados con personas que han tenido que vivir confinadas. La mayoría de ellos hablan de efectos psicológicos negativos. Algunas personas tendrán, a corto y largo plazo, algún problema de salud mental relacionado con el confinamiento y la emergencia sanitaria, aunque también puede ocurrir que algunas no sufran problemas significativos.
“Dependerá de cada persona y de sus circunstancias”, admite Rafael San Román, psicólogo de ifeel, que añade: “no somos robots y habrá casos en los que los síntomas tardarán en manifestarse”. Igual que la mejora de las condiciones es gradual, también lo será el proceso que cada uno siga. “Por ejemplo, el hecho de que los niños hayan empezado a salir no significa que desaparezca el malestar”.
Qué nos espera tras el confinamiento
Aunque todo es muy nuevo y no se tienen antecedentes en los que reflejarnos y basarnos, lo que sí está claro es que el confinamiento provocado por el estado de alarma por COVID-19 es posible que se manifieste en reacciones, transitorias en la mayoría de los casos, tratables con la ayuda de expertos psicólogos o afrontables gracias a los recursos personales. El equipo de psicólogos de ifeel, una aplicación que ofrece terapia psicológica online, ha recopilado algunos de los trastornos psicológicos que puede dejar la cuarentena:
- Estrés post-traumático (insomnio, pesadillas, miedo, angustia, mayor consumo de comida,etc): es una reacción normal del organismo ante una situación estresante. En el caso que estamos viviendo se produce un estímulo estresante que se prolonga en el tiempo y, por tanto, el estrés se va acumulando. Puede ocurrir que, cuanto más se alargue, más se altere el estado de ánimo. “Pero debemos tener en cuenta que, si es muy largo, también puede suceder que se doble la curva. Hay casos, no todos, en los que los síntomas pueden pasar solos”, admite San Román. Las experiencias vividas durante la emergencia sanitaria pueden influir en la capacidad de cada persona para procesarlas; en algunos casos, pueden desbordarse y generar impotencia o incapacitación.
- Ansiedad: puede manifestarse en forma de palpitaciones, opresión, miedo, preocupación, desconfianza, deambulación, etc. Son reacciones que pueden estar provocadas por algo que ya ha sucedido, que está sucediendo o por la incertidumbre del futuro, de cómo serán nuestras relaciones sociales, si acabaremos contagiándonos, si perderemos el trabajo, etc.
- Depresión: puede ser leve, de unas semanas, o convertirse en un estado de incapacitación prolongada. Los expertos recuerdan que no se trata de una “tristeza muy intensa”, sino de un estado paralizante, de negatividad, falta de autoestima, percepción de no ser entendido por el entorno y, al final, desvinculación de las responsabilidades y vínculos. La gravedad dependerá también de factores externos como problemas de salud añadidos, paro, muerte de seres queridos, etc.
- Adicciones: para algunas personas puede ser una forma de afrontar la ansiedad y el estado de ánimo bajo. En algunos casos, ya había conductas adictivas antes del confinamiento, y en la mayoría estas se mantienen; en otros casos, algunas personas habrán desarrollado adicciones como secuela de la situación de confinamiento.
- Duelo: esta reacción psicológica compleja suele estar causada por la pérdida de algo (un ser querido, el trabajo, pérdida de salud, etc.). Es posible que algunas personas desarrollen algún factor de riesgo que complique este proceso, como no poder despedirse de su familiar o amigo; una muerte inesperada; la combinación de distintas pérdidas; un despido laboral; etc.
- Manías, tics, aprensiones, etc.: es posible que algunas personas con propensión a los trastornos obsesivo-compulsivos hayan pasado por ciertos automatismos de este tipo, algo que, en el estado de emergencia que se ha vivido, tiene sentido (sentirse amenazado, hacer compras excesivas, evitar salir de casa, etc.). Pero también puede suceder que estos automatismos se alarguen. Para los expertos, se trata de protecciones que se han automatizado pero que han perdido su función.
Estas emociones son respuestas naturales en un momento en el que están empezando a cambiar ciertas cosas. Es una respuesta de readaptación que, en la mayoría de los casos, acabará desapareciendo, cuando nos familiaricemos con la “nueva normalidad” y veamos que no hay rebrotes, que no enfermamos, que podemos visitar a la familia y no pasa nada, etc. Según los expertos, si no desaparecen y se convierten en respuestas disfuncionales, es recomendable consultar con un psicólogo.
¿Hay personas más vulnerables?
Como recuerda San Román, “además del tiempo, también juega un papel decisivo la intensidad. Por ejemplo, ”la situación de una enfermera de UCI, que ha tenido que pasar dos meses al máximo nivel de exigencia, estrés, sin EPIS, con miedo al contagio, etc., sumado a la impotencia por las numerosas muertes, puede llegar a ser muy traumática“.
Este grupo de población, por ejemplo, “sí tiene más probabilidad de trauma”. Debemos añadir, además, un término que define muy bien la situación que estamos viviendo, que es “desgaste porque, todo acumulado, durante un tiempo prolongado, genera mucho miedo”.
Pautas para gestionar mejor las emociones
La forma en la que podemos afrontar la nueva realidad y normalidad depende de las emociones de las que estamos hablando y los síntomas que las motivan. En líneas generales, pueden ser muy útiles las habilidades que ya tengamos y que “ahora nos servirán más que nunca”, reconoce San Román:
- Ser flexible.
- Ser crítico.
- Tener capacidad de evasión.
- Mantener cierta esperanza en el futuro.
- Afrontar ciertas reacciones con naturalidad.
- Vivir las dificultades de forma equilibrada.
La incertidumbre, en general, genera inseguridad. Necesitamos seguridad, “pero en estos tiempos más que nunca tenemos que aprender a vivir con incertidumbre. La vida cómoda a la que estábamos acostumbrados se ha trastocado” y debemos aprender a convivir con ello.
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