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Opinión - Déjenme soñar. Por Rosa María Artal

'Sex cracks': los charlatanes de la seducción que cimentaron el negocio de la autoayuda en redes

Estandarizar el ligoteo, extender la misoginia.

Aldo Conway

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Si algo nos ha enseñado la autoayuda es que no sabemos hacer nada. Hablamos mal inglés (porque se enseña mal), decidimos en el peor momento cuándo vendemos nuestras acciones en bolsa, nuestras criptomonedas o nuestros NFT –¿a quién no le pasa?–. No hacemos los burpees suficientes, hacemos mal las sentadillas y el press militar en el gimnasio, no contamos bien los macronutrientes que comemos y, por supuesto, tampoco sabemos ligar. En especial los hombres. Las mujeres no necesitan ayuda para ligar. Todo el mundo lo sabe. Aquí está la clave: todo el mundo generaliza. Es importante hacerlo. La 'seducción científica', glamouroso branding para llamar al género de la autoayuda para ligar, lleva años enseñándonos la misma lección: todas las mujeres son iguales.

Hacia finales de la primera década de los 2000 comenzaron a aparecer en España multitud de pseudogurús que aseguraban tener la clave definitiva para el éxito sexual sin contestaciones. Muchos adaptaban el material o las técnicas de los autores de Estados Unidos mientras que otros hacían interpretaciones propias o juntaban ideas de un lado y de otro para crear una marca personal. David del Bass, Álvaro Reyes y Mario Luna fueron las tres figuras que más sobresalieron en España. Mentores de vida, la mano que te sujeta el gintonic mientras la quinta chica de la noche te rechaza. A día de hoy, estos dos últimos continúan con sus negocios también en YouTube e Instagram. Mario Luna acumula casi cuatro millones de suscriptores en sus dos canales en los que habla de éxito integral, de aumentar la testosterona en 30 segundos, o de convertirse en un hombre (o mujer, también hace coaching para mujeres) de alto valor. Tanto se popularizó que hasta Buenafuente llevó a Luna a su programa en el año 2009. 

Quien haya visto la serie How I Met Your Mother recordará al personaje de Barney Stinson –parodia al extremo del yuppie estadounidense, uno de los pilares sociológicos fundadores de la manosfera– y el constante paternalismo con sus amigos Ted y Marshall, empeñado en querer enseñarles a vivir, a pesar de que a ambos, en realidad, les va mejor que a él. A partir de cierto punto en la serie comienza a tomar protagonismo su Manual de Juego. Este consistía en una recopilación de estratagemas (disparatadas, absurdas, histriónicas) para ligar con chicas. ¿Valía la misma táctica para seducir a cualquier mujer? Claro. Ella da igual en todo esto. De nuevo: la clave está en generalizar. Bajo el paraguas de esta parodia, se esconde la quintaesencia de estos libros: la seducción es solamente cosa de uno.

La narrativa del deseo

“Está dentro de ti. Se encuentra en tus genes (...) ¿A qué responden las mujeres? La respuesta está en la evolución (...) ¿Qué quieren las tías? Lo que está claro es que nosotros somos más simples que el mecanismo de un zapato, ¿pero ellas?”. Así arranca uno de estos manuales de autoayuda. La sexóloga y portavoz de JoyClub Cecilia Bizzotto comenta en una entrevista a Era que esta premisa no tiene ningún rigor: “Se escudan en la 'ciencia' y en ciertos argumentos racionales para explicar diferencias socioculturales y económicas mediante métodos biológicos. Como si la biología fuese la única explicación. No se pueden explicar biológicamente las variables sociales”.

Este es un extracto de las primeras páginas del libro Sex Crack de Mario Luna: “Piensa en términos de tribus. Míralas a ellas. Tan peluditas y guapas. Las ves pasear por el bosque (...) en las inmediaciones de la cueva (...) ¿Qué buscan en un hombre? ¿Qué les flipa de él? Responder a esta pregunta es crucial, porque la chica que te gusta busca exactamente lo mismo”. Llevarlo todo a una mera simplificación biológica –cogida con pinzas– y obviar todos los demás factores es, según Bizzotto, un error. “Ya no cazamos, ahora pedimos por Glovo”. La mayor amenaza para nuestra supervivencia es el precio del alquiler de la cueva. El interés sexual va más acorde al I+D+I que a una buena predisposición genética.

Uno podría coger cualquiera de estos manuales esperando encontrar claves de oratoria, ejercicios para mejorar la confianza con uno mismo o consejos para hablar con desconocidos. Sin embargo, el contenido es muy diferente. Una de las técnicas más repetidas de los gurús de la autoayuda es el nega. El término viene de “cumplido negativo” y consiste en cuestionar la validación sexual de una chica sacando a relucir sus defectos, minar su autoestima y disimulándolo como un cumplido. Su objetivo: dejarle claro a la chica que te gusta que no te gusta. Así, pretenden 'neutralizar' cualquier poder que ella tenga sobre el hombre. Es como decirle a alguien que le queda genial la bufanda que lleva porque le disimula esa papada tan horrible. 

El divulgador de sexualidad y masculinidad subversiva Raúl Macías afirma en conversación con este medio que “la seducción, psicológicamente, es el juego de dos sujetos que despiertan mutuamente su deseo. Esta supuesta seducción no es más que una manipulación psicológica para imponer su deseo a pesar de lo que quiera la otra persona”. Ante esto, la pregunta: ¿qué efectividad pueden tener estas técnicas? Evidentemente, depende de cada persona, pero no olvidemos el mantra principal de la 'seducción científica': hay que generalizar.

Una de las técnicas más repetidas de los gurús de la autoayuda es el 'nega'. El término viene de 'cumplido negativo' y consiste en cuestionar la validación sexual de una chica sacando a relucir sus defectos, minar su autoestima y disimulándolo como un cumplido

Estandarizar el ligoteo, extender la misoginia

La abstracción del discurso es clave para que cale hondo, explica Macías. “Los gurús de seducción venden este relato y binarizan los estereotipos. Nosotros buscamos todos lo mismo y ellas son todas iguales”. Esto genera fricciones. Las nuevas masculinidades afloran y los cánones cambian. La clásica –podríamos decir veterotestamentaria– figura del hombre duro, divorciado de sus sentimientos, embrutecido por una hombría que no da pie al más mínimo resquicio de ternura, diseñado para gobernar con firmeza el mundo que los dioses han creado para él, ya no es el hombre que toda madre quiere como yerno.

Ahora es probable que ese hombre ideal lleve bolso y pendientes, y eso se sale de los manuales –vigentes desde antes del gol de Iniesta– de los gurús de la 'seducción científica'. “Su reacción es la de reforzar estos idearios normativos y fomentar su malestar diciéndoles que no es que estén haciendo nada mal, sino que el problema es que a las mujeres ya no se les puede decir nada”.

“La culpa es del feminismo”

La cuestión de buscar un chivo expiatorio es diluir la responsabilidad de que, a fin de cuentas y a grandes rasgos, estos libros de autoayuda no funcionan: las mujeres son todas  de la misma forma. Pasa que el feminismo las ha vuelto a todas locas y actúan contra natura. “Históricamente lo que siempre ha imperado es la palabra del hombre sobre la de la mujer”, continúa Raúl Macías. Siempre ha estado ungida, explica el divulgador, de un espíritu de la razón que nos lleva a dar más valor a lo que dice el hombre.

“Cuando esto deja de estar en el centro, cuando pierde la hegemonía, la mujer es manipuladora o tergiversa las cosas. En el momento en que los roles de género se difuminan y se rompe la hegemonía que existía hace unas décadas, reaparece socialmente una ola conservadora y reaccionaria que ensalza los valores de la familia, los valores reproductivos, el modelo relacional de la monogamia, etcétera. Es la performance del hombre llevada al extremo. Si te fijas, todos hablan de cómo es el hombre perfecto, pero todos hablan desde su perspectiva. Por ejemplo: ¿Quién es más hombre, Ragnar Lothbrook o Cristiano Ronaldo? ¿Y Messi? ¿Alguien se atreve a cuestionar a Messi [como un macho alfa, sociológicamente hablando]?”

Los gurús de seducción venden este relato y binarizan los estereotipos. Nosotros buscamos todos lo mismo y ellas son todas iguales

Raúl Macías divulgador sobre sexualidad

Casos como el de Messi suelen llevar a la errónea pregunta de dónde estaría si no tuviera dinero. Errónea en tanto en cuanto peligrosa: asienta, por un lado, la idea de que una mujer nunca estaría con un hombre pobre y, por otro, la de que, quizá, por muy bueno que sea el libro, quizá lo de saber seducir no sea lo único que necesitas para poder ligar. La primera genera un sedimento de rencor u odio a las mujeres y, la segunda, el caldero perfecto para extender los servicios de coaching a otros ámbitos: libertad financiera, criptomonedas, trading… Economía circular.

La seducción es solo una excusa

De fondo hay un conflicto mucho mayor que el sexo. Una de las claves de la masculinidad tradicional, según explica el divulgador, es construirla en base a la premisa de que un hombre de verdad tiene todo bajo control, no habita en la incertidumbre. “Muchos entienden la ruptura hegemónica de esta antigua masculinidad como la llegada de un nuevo sistema en el que no solo han perdido sus privilegios, sino que ahora los ostentan otros. La clave debería estar en habitar la vulnerabilidad y la interdependencia; es un ejercicio de humanidad, no de género”.

Este es uno de los puntos más disputados cultural y sociológicamente por la comunidad incel. El término incel proviene de “involuntariamente célibe”, una subcultura surgida bajo ese nombre en Internet que ha congregado a miles de hombres jóvenes de amplísimos contextos socioculturales en torno al rechazo a la mujer. Según el sociólogo Michael Kimmel, el principal problema que presenta los planteamientos de este grupo está en dónde ponen el foco cuando se autodenominan poco deseables para una mujer. “La culpa no es de las mujeres, sino del sistema que implanta un canon de belleza arbitrario”, concluye Raúl Macías; “pero ellos no son conscientes de que nunca se fijan en mujeres que no se ajusten al canon. Son incapaces de asumir que no tienen derecho a acceder al cuerpo de la mujer simplemente por ser hombres”.

Un libro para agruparlos a todos

“Mucha gente [los que acuden a estos gurús] necesita sentirse parte de un colectivo”, cuenta Bizzotto. “Bauman explicaba que en las comunidades más pequeñas, hace tiempo, el papel y las expectativas sociales que había sobre cada persona estaban más o menos claras. A día de hoy, la sociedad es tan compleja y tan grande que la identidad se difumina. Todos somos más parecidos a los demás de lo que nos gusta reconocer, y es aquí cuando surge la necesidad de levantar muros que nos diferencien, aunque sea en pequeños matices, de los demás”.

En paralelo al estreno de How I Meet Your Mother, en 2005, se publicó el mismo mes el libro El Método, del periodista Neil Strauss, páginas cuyo conocimiento han convertido en sagrado a su propia imagen y conveniencia los ayatolás hispanohablantes del pampaneo y la seducción. El Método es una crónica de sus encuentros con los artistas del ligue –todo tiene que tener un nombre, al fin y al cabo– y de las enseñanzas de un tal Mistery que, según cuenta, el tipo ligaba como si llevase consigo un golden retriever, por lo que, movido por su propia frustración romántica y sexual –todo esto siempre según el propio Strauss– acabó siendo su discípulo.

El género de autoayuda abarca tantos campos que, irónicamente, sería imposible generalizar y hablar mal de todos al mismo tiempo. El mítico Dejar de fumar es fácil si sabes cómo, de Allen Carr, fue un fenómeno de ventas a finales del siglo pasado y los ecos de su éxito resuenan todavía a día de hoy como uno de los grandes libros de autoayuda –que sí funcionan (si sabes cómo)–. Lo confirma Manuel, que consiguió dejar el tabaco en 2015 tras veinte años con el vicio: “Estas cosas sin voluntad no sirven de mucho. A mí, en particular, me ayudó porque yo tenía más ganas de dejar de fumar que de seguir fumando, y el libro lo hizo más llevadero. Tampoco te da esto una fórmula mágica”.

A Raúl, en cambio, no le fue tan bien. Leyó el Sex Crack cuando era adolescente y trató de poner en práctica algunos de sus consejos: “Me lo regaló un colega. Tengo que reconocer que de primeras me dio curiosidad porque la chica que me gustaba entonces no me hacía ni caso y dije 'pues lo mismo…' y me lo leí en dos tardes. No tenía muchas esperanzas de que me fuese a ayudar, pero yo qué sé. Lo mismo solo era feo y no había libro que me ayudara (risas)”.

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