Hablo demasiado, ¿puede ser señal de un trastorno?

Algunas personas hablan poco: son reservadas, parcas, introvertidas. Otras hablan mucho: son muy abiertas y locuaces. Y todo eso se halla dentro de lo considerado normal. Sin embargo, existen algunas personas que hablan demasiado, como si no pudieran parar de hacerlo. En ocasiones, advierten los especialistas, esa conducta podría ser señal de un malestar emocional o algún otro problema.

En principio, la causa puede ser algo tan simple como una personalidad con fuertes rasgos narcisistas o egocéntricos. Estas personas a menudo ni siquiera se dan cuenta de que sus propias ideas o experiencias pueden no ser tan interesantes para los demás y por eso las describen con lujo de detalles. Al mismo tiempo, no ponen atención a lo que les dicen los demás: solo se concentran en lo que seguirán contando a continuación.

Tal egocentrismo exacerbado puede ser causa de otros problemas (sociales, laborales, etc.), y puede hacer que sea conveniente la búsqueda de ayuda terapéutica. Pero en general no se puede hablar de trastorno cuando hablar demasiado se deriva de esa característica de la personalidad. Existen situaciones más complejas, para las cuales la psicología tiene nombre específico: verborrea o logorrea.

La verborrea como señal de ansiedad

En ocasiones, hablar mucho no tiene nada que ver con el narcisismo. En esos casos, suelen aparecer otras características. Por un lado, un ritmo muy acelerado: no solo decir muchas palabras sino, además, hacerlo de manera muy veloz. Por otro, saltar de un tema a otro a medida que las ideas aparecen en la mente, sin que el discurso respete un hilo lógico o estructurado. Y por otro, hablar de un modo tan impulsivo que no permita la intervención de ningún interlocutor, de modo que no hay diálogos sino largos monólogos.

Es en esas situaciones en que se habla de verborrea o logorrea, cuya etimología significa “torrente o manantial de palabras”. Se define como una “alteración cuantitativa del flujo del lenguaje, que se caracteriza por la aceleración y prolijidad del discurso y la dificultad para ser interrumpido”, según explica el diccionario médico de la Clínica Universidad de Navarra (CUN). Y puede tratarse, por ejemplo, de un síntoma de ansiedad.

No siempre un estado de ansiedad genera verborrea. A veces el efecto que provoca es justo el contrario: bloquea o dificulta la capacidad de expresión o de conversación; tal es el caso de la timidez, que también puede enmascararse con exceso de habla. Pero si se advierte que una persona (incluso uno mismo) comienza, de manera repentina, a hablar mucho, de forma muy acelerada, pasando sin orden claro de un tema a otro, y sobre todo si aparecen también otros posibles síntomas, se debe contemplar esta posibilidad.

Patologías que producen hablar demasiado

Los grados patológicos del hablar demasiado pueden ser aún más importantes. De acuerdo con el citado documento de la CUN, la logorrea también es “un síntoma típico de los estados maníacos”, el cual “también puede encontrarse en otras psicosis”. Con frecuencia coincide con la llamada taquipsiquia: la aceleración patológica de la actividad psíquica. En otras palabras, un problema que causa que el pensamiento vaya demasiado rápido.

En los casos extremos, la taquipsiquia alcanza lo que se llama fuga de ideas, que consiste en un flujo constante de asociaciones de ideas, como si el pensamiento no pudiera detenerse en ninguna y saltara de unas a otras sin parar. Cuando esto se transluce en el discurso hablado (cosa que no siempre sucede), la verborrea es manifiesta, debido a la falta de ilación o estructuración en lo que se dice. En estas situaciones se torna vital acudir en busca de ayuda terapéutica.

La verborrea, por lo demás, también puede estar relacionada con alguna lesión a nivel cerebral. Un daño en el lóbulo temporal del cerebro -fruto, por ejemplo, de un ictus- puede dar lugar a distintos tipos de afasia, como la llamada afasia de Wenicke. Esto deriva en una dificultad para comprender el lenguaje y en un habla fluida pero desprovista de sentido. Quienes sufren este problema mezclan palabras de forma incoherente e insertan en su discurso palabras sin significado, sin advertir la falta de sentido de lo que pronuncian.

Problemas en el habla, indicios tempranos de Alzheimer 

En 2017, un estudio señaló otro posible problema relacionado con hábitos como “hablar mucho sin decir nada”, contar anécdotas que no llevan a ninguna parte o pronunciar frases carentes de sentido: podrían ser una señal temprana de Alzheimer o demencia. Janet Cohen Sherman -investigadora del Hospital General de Massachusetts, Estados Unidos, y autora del trabajo- afirmó que estos indicios podrían detectarse hasta una década antes de que se diagnostique la enfermedad. Algo que representaría un gran avance en la eficacia de los tratamientos contra tales enfermedades. 

Estas conclusiones se basan en distintas experiencias con tres grupos de personas: uno de jóvenes sanos, otro de adultos mayores también sanos y un tercero de mayores con un deterioro cognitivo leve. Una de las pruebas consistió en armar frases que incluyeran tres términos proporcionados por los investigadores. Los voluntarios sanos armaron en general frases simples sin problemas, mientras que los del tercer grupo produjeron oraciones más complejas y con información innecesaria. Los pacientes del último grupo tuvieron más problemas incluso para repetir frases. 

El trabajo, destacado por la Confederación Española de Alzheimer, cita además trabajos previos, que analizaron discursos de personalidades como la filósofa Iris Murdoch y de Ronald Reagan cuando era presidente de Estados Unidos. Más tarde ambos fueron diagnosticados con Alzheimer, pero -según esas investigaciones- ya en sus palabras de años antes podían hallarse señales de la enfermedad.

Por lo demás, y más allá de todas estas posibles patologías, conviene prestar atención a nuestros propios modos de hablar y a cómo somos escuchados por los demás. En particular si alguien nos dice que estamos hablando demasiado, plantearse si no puede haber detrás una situación de ansiedad, estrés u otras situaciones por las cuales fuera necesario buscar ayuda profesional o plantearse algún cambio en el estilo de vida. 

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