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Estas son las cuatro grandes infecciones que podemos pillar en playas y piscinas

Durante los meses estivales, la playa y la piscina se convierten en dos de los lugares de ocio más frecuentes y visitados para pasar un buen rato, además de intentar paliar las sofocantes temperaturas de estos meses. Pero tanto la piscina como la playa obligan a tomar una serie de precauciones para evitar uno de los problemas más frecuentes durante esta época del año: las infecciones. En el agua, tanto si es de mar, río o piscina, proliferan gérmenes que pueden contagiar, sobre todo a los niños. Debe prestarse atención a ciertas partes del cuerpo como la piel, los ojos y los oídos.

1. Infecciones en la piel

Uno de los puntos débiles de playas y piscinas es la piel, sobre todo las partes delicadas, para las cuales el cloro de las piscinas es uno de los principales enemigos. Para evitar riesgos, lo más recomendable es ducharse antes y después de salir del agua, una buena medida de higiene eficaz para evitar infecciones.

También es importante que la cloración de las piscinas sea la adecuada; un exceso de cloro puede producir irritaciones, no sólo en la piel sino también en los ojos. Si, por el contrario, el nivel es más bajo del que debe ser, pueden crecer gérmenes en el agua y ser una fuente de infecciones. Otra medida importante, aunque muy difícil de controlar, es evitar que los niños orinen en la piscina ya que pueden aportar algunos gérmenes.

En la piel, puede aparecer granuloma de las piscinas, una infección bacteriana en forma de nódulo que se produce sobre todo en codos y rodillas. Otra infección frecuente en niños y adolescentes es el pie de atleta, provocada por hongos que se encuentran en los suelos y vestuarios de las piscinas públicas. Para prevenirlo, deben secarse bien los pies, especialmente entre los dedos, y usar chancletas adecuadas que permitan tener el pie descubierto. También es importante no compartir toallas ni bañadores ni llevar demasiado tiempo un bañador mojado.

2. Infecciones en los ojos

Los ojos requieren un cuidado especial tanto en la playa como en la piscina para evitar irritaciones e infecciones, sobre todo en los niños y en las personas que llevan lentes de contacto. Es importante protegerse los ojos en el agua, igual que lo hacemos de los rayos solares, para cuidar la salud ocular y minimizar los efectos de ojos rojos después de pasar un día en la playa o en la piscina. Debe tenerse en cuenta que tanto el cloro como la sal provocan irritaciones, enrojecimiento y sequedad en los ojos.

Una de las infecciones más comunes en los ojos es la conjuntivitis, una inflamación de las membranas que recubren la superficie interna de los párpados y la superficie anterior de la córnea. Hay diferentes tipos de conjuntivitis:

  1. Alérgica: provocada por el contacto con detergentes como el cloro en las piscinas.
  2. Bacteriana: por bacterias de los orines o fecales.
  3. Fúngica: por hongos procedentes de prendas largamente húmedas.
  4. Vírica: por moluscos, cuya incidencia en las piscinas es importante sobre todo en los niños.

Para evitarla, lo mejor es proteger los ojos con gafas de agua para evitar el contacto con sustancias irritantes como el cloro y con algunos gérmenes típicos de este medio. La posibilidad de infecciones conjuntivales desciende de manera significativa si se usan gafas homologadas para nadar. Estas protegen los ojos de la sal, el cloro y posibles bacterias presentes en el agua.

Es desaconsejable que las personas que usan lentes de contacto las usen en playas y piscinas mientras se bañan, porque el contacto directo con la córnea puede producir unas condiciones de oxigenación que favorecen infecciones por hongos, protozoos y bacterias. Pueden sustituirlas por gafas de natación graduadas.

3. Infecciones en los oídos

Los oídos son otra de las zonas vulnerables cuando se acude a piscinas y playas, sobre todo en niños, porque suelen estar más tiempo expuestos al agua y porque tienen los conductos de los oídos más cortos. La humedad de los baños continuos aumenta la proliferación de microorganismos. De este modo, una de las infecciones más comunes es la otitis, y cuando hablamos de piscinas y playas, el tipo de otitis llamada el mal del nadador. Esta infección, que afecta al oído externo, se produce cuando estamos demasiado rato en el agua y no nos secamos bien.

Suele aparecer en forma de dolor, molestias al masticar o bostezar, picor, sensación de taponamiento, leve pérdida de audición y percepción de humedad en el oído. En estos casos debe acudirse al médico especialista, según la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC). Para evitar este tipo de infección, pueden usarse tapones adecuados para los oídos, pero es más aconsejable aplicar acciones preventivas como secar bien los restos de agua del oído con la toalla.

La humedad de los baños continuos forma un entorno favorable ideal para la proliferación de microorganismos. No es aconsejable usar bastoncillos porque pueden irritar la piel y hacer que la cera quede en la parte más interna del oído. Sí puede ayudar a evitar estas infecciones reducir el tiempo de inmersión o evitar aguas contaminadas.

4. Infecciones vaginales

Las infecciones vaginales son alteraciones también frecuentes en verano. En la mayoría de los casos, estas infecciones están provocadas por microorganismos bacterianos y hongos. Los principales síntomas son picores, escozor o irritación. Lo importante de estas patologías, según la Agrupación Ginecológica Española (AGE), es diagnosticarlas pronto para poder aplicar el tratamiento más adecuado y evitar que se compliquen. Además, aconsejan:

  • Usar bañadores o bikinis de algodón para que la piel pueda respirar.
  • En la playa, intentar no sentarse en la arena sino sobre una toalla para evitar irritaciones.
  • Según la AGE, “permanecer con la ropa de baño más de media hora es una de las principales causas de infecciones vaginales”. Nos cambiaremos con frecuencia, por lo tanto.
  • Después del baño es aconsejable lavarse con un jabón pH neutro y específico para ello, de manera que se eliminen residuos de arena y cloro.
  • La alimentación también ayuda a protegerse de estas infecciones: infusiones de frutos rojos como arándanos y otros alimentos con propiedades antibacterianas.

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