Irrigadores bucales domésticos, ¿son realmente efectivos y seguros?
Una correcta higiene bucal es clave para evitar toda una serie de problemas, desde la halitosis y la periodoncia hasta las caries e infecciones y la posible pérdida de piezas dentales. Para la limpieza de la boca, la herramienta más importante es el cepillo de dientes.
Pero los especialistas opinan que solo con el cepillado no es suficiente: que hay que profundizar ese procedimiento con algo más. Los complementos más comunes del cepillo de dientes son la seda dental, los colutorios y los cepillos interproximales.
Sin embargo, en los últimos años ha ido ganando terreno un artefacto “nuevo”: el irrigador bucal. Un dispositivo que en realidad no es tan nuevo: fue creado a finales de la década de 1950, aunque hasta hace poco su presencia se limitaba casi en exclusiva a los consultorios odontológicos. Ahora, en cambio, se ve cada vez más en los escaparates de las tiendas y también en los hogares.
¿Qué es un irrigador bucal?
Un irrigador bucal es un aparato que −por medio de un pequeño chorro de agua que se aplica a presión sobre dientes, encías y otros tejidos en el interior de la cavidad bucal− permite eliminar restos de alimentos y placa bacteriana. Es decir, funciona como una suerte de “pequeña hidrolavadora”.
Estos aparatos están compuestos por una base en la que se carga el agua y que está unida por medio de un cable al mango del irrigador. A este mango se conecta la boquilla, que es la parte que se introduce en la boca. De este modo, el irrigador puede ser compartido por muchas personas, cada una de las cuales tendrá su propia boquilla.
Por lo general, la limpieza que permite el irrigador se logra con agua pura, aunque también se puede mezclar con pequeñas cantidades de colutorio o clorhexidina, para añadir también los efectos antibacterianos de estas sustancias. Si se desea emplear estas soluciones, lo idóneo siempre es consultar con el odontólogo, quien evaluará cada caso en particular e indicará si es aconsejable utilizarlas y en qué cantidad.
En qué casos conviene usar un irrigador
Los irrigadores pueden complementar la limpieza bucal de cualquier persona. Pero se recomiendan de manera especial en algunos casos, como en los de quienes llevan ortodoncia con brackets, implantes con prótesis fija, bandas o alambres. El chorro de agua permite una mayor eficacia en la limpieza de los pequeños recovecos que quedan entre los dientes y las encías.
Para los niños, además, puede resultar más sencillo habituarse al uso de un irrigador que al de la seda dental. Según la última edición del Libro Blanco de la Salud Bucodental en España, publicado en 2015, solo el 1% de la población española decía utilizar irrigadores bucales.
Una cifra, por supuesto, mucho más baja que la de quienes usaban enjuagues o colutorios (64%), seda dental (34%) y cepillos interdentales (18%). Pero es posible que la nueva edición del Libro Blanco −proyectada en teoría para este año− muestre un número mayor de usuarios de irrigadores.
Eficacia de los irrigadores bucales
¿Son realmente efectivos los irrigadores utilizados en el hogar? Existen estudios sobre la eficacia de estos dispositivos. Científicos de Estados Unidos comprobaron en 2009 que −en pruebas de laboratorio− el irrigador podía eliminar prácticamente todo el biofilm (en concreto, el 99,84%). Se llama “biofilm” a la película de bacterias que permanece adherida a dientes, lengua, mucosa y otros tejidos. Tal eficacia se alcanzaba con una aplicación de apenas tres segundos sobre la superficie tratada.
Otra investigación concluyó que el irrigador no solo ayuda a reducir el biofilm, sino que también puede cambiar su estructura, dando como resultado un carácter menos patógeno para la persona. En concreto, el uso del irrigador ayudaría −de esta manera− a atenuar o controlar la inflamación de las encías. Con esto también podría colaborar el efecto “masaje” que el chorro de agua a presión ejerce sobre tales tejidos.
Por otra parte, también existen resultados que indican que el uso del irrigador bucal da mejores resultados que la seda dental en cuanto a la reducción de la gingivitis y de los sangrados. En particular, en el caso de pacientes con implantes o aparatos de ortodoncia, así como también para personas bajo tratamiento por periodontitis.
Limitaciones
Sin embargo, la organización Cochrane publicó el año pasado una revisión de estudios que incluía a los irrigadores y también a los demás dispositivos de limpieza interdental de uso domiciliario. Y su conclusión fue que “la evidencia es de certeza baja a muy baja” y que “los efectos observados pueden no ser clínicamente importantes”.
Esto se debe a varias razones, como el reducido número de personas analizadas, el hecho de que los participantes supieran que estaban participando en un estudio o lo corto del plazo en relación con el cual se midieron las consecuencias. De todos modos, y más allá de esas limitaciones, la revisión estimó que “hay alguna evidencia” de que la irrigación bucal, combinada con el cepillado de los dientes puede reducir la gingivitis.
Y también de que es, para tal fin, más efectiva que el uso de seda dental. Pero los autores subrayaban que son necesarios nuevos estudios para mensurar los verdaderos alcances del uso de estos dispositivos en el hogar. En cualquier caso, el uso de los irrigadores dentales en general no presenta riesgos y puede ser un buen complemento al cepillado.
Hay que tener en cuenta que, si mantener una buena salud bucal siempre es importante (descuidarla tiene sorprendentes consecuencias negativas), lo es más aún en estos tiempos, ya que la boca constituye un potencial foco de infección de COVID-19.
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