La dislexia es una dificultad específica de aprendizaje, de origen neurobiológico, que se caracteriza por “la presencia de dificultades en la precisión y fluidez en el reconocimiento de palabras (escritas) y por un déficit en las habilidades de decodificación (lectora) y deletreo”. Así lo apunta la Guía de dislexia para educadores, publicada por la Asociación Madrid con la Dislexia (AMD), que sigue a su vez las indicaciones de la Asociación Internacional de Dislexia.
Estos especialistas estiman la prevalencia de la dislexia en un 5% (como mínimo; otros hablan de hasta un 15%), por lo cual en una clase de entre 20 y 25 niños la media indica que hay al menos un caso. Estos niños, al leer, omiten o añaden letras o sílabas, las cambian de orden, las sustituyen por otras, fragmentan o unen palabras de forma inadecuada y tienen dificultades para continuar con la lectura en el renglón siguiente.
Por ello, la comprensión de lo que leen es mala, lo cual afecta su rendimiento escolar y, por ende, su desarrollo emocional y el de su familia. Para los niños con dislexia, leer representa un gran esfuerzo, mucho mayor que para quienes no padecen ese problema. Ellos necesitan pasar la vista más veces por una misma palabra para poder reconocerla.
El caso es que, para mejorar la lectura en estos niños, la base es la misma que para cualquier otra habilidad que se desee acrecentar: practicar mucho. La búsqueda, en estas situaciones, debe tender a animar a los niños a leer sin que por ello sientan que el esfuerzo es excesivo. Para ayudarlos, existen algunos libros y materiales amigables para disléxicos, que les ponen las cosas un poco más fáciles.
Letras amigables para disléxicos
¿Cómo son esos libros amigables para disléxicos? La mayor atención está puesta sobre la tipografía. La Asociación Británica de Dislexia enumera en su web las características que deben cumplir los distintos tipos de letra para que a las personas con dislexia les resulte más fácil su lectura:
- Deben notarse con claridad las líneas “ascendentes”, que llegan hasta la parte superior de la “caja” (en las letras b, d, f, h, k, l, t, además de en todas las mayúsculas), y lo mismo en las “descendentes” (en la g, j, p, q, y).
- La b y la d tienen que tener características distintas, no iguales como enfrentadas a un espejo; lo mismo para la p y la q.
- También es importante que la I (i mayúscula) sea fácilmente diferenciable de la l (ele minúscula) y el número 1.
- Se debe procurar que la g tenga forma redonda, y lo mismo la a, aunque algunas personas pueden confundir esta última con la o.
- Tiene que haber suficiente espacio entre las letras, para evitar errores como que la unión r-n se lea como una m (y que, por ejemplo, la palabra horno se lea homo).
Existen, de hecho, algunas fuentes diseñadas de manera específica para personas con dislexia. Entre las más conocidas se encuentran las siguientes: Sylexiad, Dyslexie, Read Regular y OpenDislexic. Esta última ofrece la ventaja de ser de código abierto, por lo cual se puede descargar y usar de manera libre y gratuita, tanto para uso personal como comercial.
Hay incluso una extensión para el navegador Chrome que permite usar internet con esta fuente. OpenDislexic fue también la tipografía elegida por la editorial argentina Gerbera para su colección de libros infantiles “inclusivos”, lanzada el año pasado, que además de ser amigables para disléxicos también están impresos con tinta braille y texturas para personas ciegas.
Tipografías especiales o clásicas: ¿cuáles funcionan mejor?
Pero no hay un consenso generalizado en torno a los tipos de letra. La editorial británica Barrington Stoke tiene desde 2012 una colección de libros amigables para disléxicos, para la cual encargó el diseño de su propia fuente tipográfica: Barrington Stoke Roman. En un artículo de su blog, los responsables de la editorial señalaron que, si bien les parece loable la intención de los creadores de OpenDislexic, esta tipografía tiene sus defectos: la I (i mayúscula) se parece mucho a la l (ele minúscula), las letras p, d y b son muy parecidas entre sí, la r es demasiado pequeña, etc. Sostienen por ello la importancia de un trabajo profesional en el diseño de las fuentes.
En esta misma línea, los españoles Luz Rello y Ricardo Baeza-Yates realizaron, en 2013, la primera investigación tendiente a identificar los tipos de letra más apropiados para personas con dislexia. Llegaron a la conclusión de que las fuentes más legibles son la Verdana, Helvetica, Courier, Arial y CMU (Computer Modern Unicode), por sobre otras como Times o Garamond. OpenDyslexic formó parte de la experiencia y no estuvo entre las preferidas de estos lectores.
En general, el trabajo afirma que las fuentes conocidas como sans serif (también llamadas sin remate o de palo seco), monoespaciadas (aquellas en las que todos los caracteres ocupan el mismo espacio horizontal) y regulares (o redondas) son mucho más fáciles de leer por los disléxicos que las fuentes serif, proporcionales e itálicas (o cursivas). Desde Barrington Stoke, sin embargo, defienden la presencia del remate o serif en las letras, ya que ayudan -dicen- a eliminar ambigüedades y hacer que se identifiquen mejor.
Otro estudio, de 2010, no halló ninguna mejora significativa entre la velocidad con que las personas evaluadas leyeron textos con fuentes Arial y Dyslexie, y el número de errores cometidos durante la lectura también se mantuvo constante. No es la tipografía la única variable que se debe tener en cuenta al pensar en libros amigables para disléxicos.
Otra característica de importancia es el color del papel, que debe ser suave, con el fin de evitar el estrés visual, que en ocasiones produce el efecto de que las palabras “salten” a la vista de los disléxicos. Y las hojas deben ser gruesas, para evitar que se transparenten textos o imágenes de otras páginas y causen confusión.
Libros para disléxicos y sobre la dislexia
En España no hay colecciones de libros diseñadas de forma específica como amigables para disléxicos, aunque hay casos, como el de Las letras y yo: un cuento sobre la dislexia (Sandia Books, 2012, tanto en papel como digital), en letra Arial para facilitar la lectura. Desde la Asociación Madrid con la Dislexia también recomiendan la saga de Percy Jackson (un héroe juvenil que padece de dislexia e hiperactividad) y títulos como ¿Quieres conocerme? Me cuesta leer. Dislexia y Álex, ¡basta ya!, ambos de Lidia Arroyo (Editorial Miguel Salvatella, 2009 y 2010, respectivamente).
Los especialistas señalan que es probable que la mayoría de libros adaptados para personas con dislexia se publiquen en el futuro en formato digital, en el que resulta más sencillo adaptar a sus necesidades la tipografía, su tamaño, espaciado, etc. Y destacan que los audiolibros son otra manera de acceder a la literatura para estas personas.
También hay libros de ficción para adultos que ayudan a entender mejor el tema y pueden ser muy útiles para padres y maestros. Instrucciones para una ola de calor, de Maggie O’Farrell (Salamandra, 2013) y Como pez en el árbol, de Lynda Mullaly Hunt (Nube de Tinta, 2015), son dos recomendados por los especialistas de la AMD.
Por su parte, con el objetivo de visibilizar el problema, dos diseñadores británicos lanzaron en los últimos años sendos proyectos destinados a que las personas no disléxicas puedan ponerse, por un momento, en los zapatos de alguien que sí padece el problema. Primero Sam Barclay publicó un libro, titulado I Wonder What It’s Like to be Dyslexic (“Me pregunto cómo es ser disléxico”), y luego Daniel Britton desarrolló una tipografía con el mismo fin: que quienes las vean tengan una idea aproximada de cómo se sienten al enfrentarse a un texto escrito las personas con dislexia. Son otras formas, creativas y útiles, de aproximarse al problema.
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