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Midorexia: ¿es un trastorno que las personas adultas quieran parecer adolescentes?

El término fue acuñado –como sucede en tantas ocasiones– en un artículo periodístico. En marzo de 2016, un artículo del periódico británico The Telegraph habló del “surgimiento de la midorexia”, la convicción por parte de personas adultas (de alrededor de 50 años o más) de que en la actualidad están más atractivas que nunca y que deben mostrarlo al mundo. Sin embargo, el concepto comenzó a utilizarse para aludir a personas que no solo se visten sino que también actúan como si fueran más jóvenes. Y se empezó a hablar de trastorno.

Sin embargo, al menos por ahora, ningún organismo oficial relacionado con la salud ha definido la midorexia como un trastorno. Esto genera problemas. Como “no existe una definición consensuada de lo que significa el término midorexia, es muy fácil hacer que cambie de significado de forma constante”, explica el psicólogo Bertrand Regader, director de Psicología y Mente. Ese cambio de significado puede hacer que haya quienes lo vean como un trastorno, pero que otros destaquen sus aspectos positivos.

Aspectos positivos y negativos

¿Cuáles serían sus aspectos positivos? Si se considera midorexia a “la plena satisfacción con la edad que se tiene una vez se ha dejado atrás la juventud, gozando de mejor autoestima que cuando se tenían veinte años”, explica Regader, “no es malo de por sí”. De hecho, esto podría llevar a que la persona disfrute de una suerte de “nueva juventud”. Esforzarse por seguir un estilo de vida más juvenil podría ayudarla a gozar más del día a día, con actividades menos rutinarias y más placenteras. “En todo caso -añade el psicólogo- podría denotar que se ha vivido una juventud complicada en términos de auto-aceptación”.

Pero la definición negativa de midorexia la entiende como un trastorno de la conducta que afecta a personas de mediana edad y que las “lleva a la obsesión de mantenerse jóvenes, estar siempre atractivas y tener buena apariencia, de forma exagerada, utilizando ropa y actitudes que no son propias de su edad y que están fuera de lugar”. Así lo define, por ejemplo, la web de la clínica de medicina estética Martos Bances, con sede en Santa Cruz de Tenerife.

Esto último sí es dañino. “Los trastornos siempre son definidos poniendo el foco en la manera en la que perjudican la calidad de vida de las personas”, apunta Regader, quien también dirige las revistas digitales MedSalud y MédicoPlus. Por lo tanto, “si algún día existe una categoría clínica llamada midorexia en los manuales diagnósticos, probablemente describirá el comportamiento de personas que sacrifican demasiado por lograr un ideal inalcanzable en cuanto a su estética”.

El riesgo de confundir belleza con salud

Desde luego, la obsesión por la apariencia no es propiedad exclusiva de la gente de edad madura: ocurre en todas las edades. Sucede que en los jóvenes se acepta como algo más normal. En las personas más maduras, al afán por parecer más guapas se suma el de también parecer más jóvenes. Por ello, los esfuerzos a los que deben someterse para cumplir con esos objetivos -impuestos por la presión social- son mayores.

El artículo de The Telegraph, firmado por la periodista Shane Watson, ponía como ejemplo de midorexia a Gwyneth Paltrow [leer Estas son las siete grandes chorradas que Gwyneth Paltrow vende como saludables], que en ese momento tenía 43 años y lucía una figura juvenil. Apenas tres meses después, la prensa se llenó de artículos sobre Meg Ryan -de 54 años en ese entonces- por los supuestos perjuicios que le causaron las operaciones de rejuvenecimiento a las que se había sometido. En un sentido, se podría afirmar que la misma sociedad que presiona a las personas por que se mantengan jóvenes luego es feroz con los resultados de esos -a veces desmesurados- esfuerzos.

“Desear cuidarse más difícilmente será algo malo de por sí, siempre que no se lleve al extremo, y siempre que no se confunda el cuidarse con el encajar perfectamente con unos cánones de belleza poco razonables”, apunta el psicólogo Regader. “Porque muchas veces se confunde belleza con salud, y no son sinónimos: lo considerado bello resulta extremadamente volátil y no tiene por qué corresponderse con el modo en el que nuestro cuerpo está preparado para funcionar”.

Todo esto se relaciona sin dudas con la primacía que nuestra sociedad da a la imagen visual y a una tendencia que también ha crecido en los últimos años, llamada lookismo o aspectismolookismo: el trato discriminatorio hacia personas consideradas poco atractivas. Una tendencia que parece apoyarse en estudios que afirman que la “preferencia por los rostros atractivos” es innata.

Y también en el “efecto halo”, un sesgo cognitivo que lleva a atribuir, a partir de ciertas características, la presencia de otras acerca de las cuales no hay prueba alguna. Por ejemplo (y hay investigaciones que concluyen que esto realmente sucede), considerar de una persona bella que –por serlo– también es amable, talentosa e inteligente.

Prestar atención a lo realmente importante

Por supuesto, las recomendaciones de los especialistas siempre apuntan a mantener un buen estado de salud: realizar actividad física, una buena alimentación, incluso realizar actividades como escuchar música, ver películas y realizar “gimnasia mental” para mantener el cerebro activo y joven. Nada de eso tiene que ver con el aspecto exterior, aunque también es claro que una vida saludable suele redundar en una apariencia física también más saludable.

¿Cuál sería la recomendación para alguien que se da cuenta de que está preocupándose demasiado por mantenerse o parecer joven, o para quienes están cerca de alguien que manifiesta esa excesiva preocupación? “Cada caso es único –explica Bertrand Regader–, pero en general creo que es importante dejar de exponerse a contextos en los que se estigmatiza el envejecimiento y se ensalza un ideal de juventud de manera muy machacona”.

Puede parecer una obviedad, pero en esos contextos precisamente no lo es. Por eso, en ocasiones puede llegar a ser necesaria la ayuda profesional, en casos de personas que se mueven solo dentro de esos círculos, en los cuales “es casi inevitable ver como una rareza a quienes superan los cuarenta y demuestran sentirse bien con su apariencia”, puntualiza este experto.

“Esto pasa mucho -añade-, y hasta lo podemos ver en la forma en la que a veces se habla sobre la propia midorexia”, esto es, como si una persona de cincuenta años no pudiera sentirse seductoray satisfecha de su propia imagen. Esto no debería ser raro en absoluto, asegura Regader: “La autoestima tiene mucho espacio para crecer más allá del 90-60-90”. 

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