Si no ves este contenido puede deberse a la carga en tu dispositivo móvil. Haz clic aquí para recargar la página.
Cierto desorden puede ser positivo: podría estar relacionado con una mayor creatividad. A esa conclusión llegó, hace algunos años, una investigación realizada por científicos de la Universidad de Minnesota, Estados Unidos. Echar un vistazo a las áreas de trabajo de algunos artistas es una manera de comprobarlo.
Pero, más allá de algunos casos puntuales, en general a todos nos gusta el orden. De hecho, también hay estudios recientes que han comprobado que las imágenes simétricas y proporcionadas nos suelen resultar más bellas y generar más sensaciones de paz y tranquilidad que las que no lo son.
Posiblemente eso se debe a que, en la naturaleza, lo saludable y pacífico también suele tener esas características: respeta un determinado orden. Lo desordenado, en cambio, a menudo nos pone en alerta.
El caso es que algunas personas sienten una inclinación muy acentuada hacia el orden. Y esa “necesidad” de que todo esté ordenado las lleva a llenarse de manías: que la vajilla respete un estricto orden de menor a mayor, que la ropa en el armario esté clasificada por colores, que cada libro se encuentre en su sitio exacto, etc.
Tales manías son -por definición- preocupaciones caprichosas y con frecuencia extravagantes por asuntos que, para la mayoría de la gente, no tienen mayor importancia. Entonces surge la pregunta: ¿a partir de qué punto esas manías dejan de ser una curiosidad hasta cierto punto simpática y representan una conducta preocupante?
Cuando las manías se convierten en un trastorno
Ese límite es aquel en que la necesidad de tener todo ordenado se convierte en un trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Este trastorno hace que la persona tenga pensamientos involuntarios y recurrentes (obsesiones), que le generan miedo, angustia y ansiedad y lo llevan a realizar ciertas acciones rituales una y otra vez (compulsiones).
Es decir, no se trata solo de la manía por el orden y el placer de que cada cosa esté en su sitio, sino de algo mucho más grave: pensamientos que acuden a la mente sin que la persona se lo proponga, y que le generan sensaciones desagradables que escapan a su control.
Con frecuencia, de forma coloquial, se dice que alguien (o uno mismo) “tiene un TOC” en referencia a cualquier manía, casi del mismo modo en que se habla de “locura” para aludir a cualquier excentricidad.
Pero quienes realmente padecen de un TOC lo pasan mal. Las obsesiones y compulsiones afectan mucho su calidad de vida: les roban mucho tiempo, les generan complicaciones laborales o académicas, dificultan sus relaciones sociales, etc.
Y no son pocos. Se estima que alrededor del 2,5% de la población general padece este problema, lo que en España equivale a decir que los sufren 1.175.000 personas.
Sus comportamientos recurrentes “tienen como objetivo reducir la ansiedad relacionada con las obsesiones”, pero “no generan ningún placer y solo ofrecen un alivio temporal”, explica un documento de la Clínica Mayo, de Estados Unidos.
“Vivir con TOC es una experiencia desconcertante y angustiosa -apunta por su parte la Asociación TOC Madrid-. La vergüenza de contar lo que ocurre y la incomprensión del entorno suelen llevar al aislamiento del afectado, lo cual empeora aún más su situación”.
El TOC y sus otras manifestaciones
Hay que tener en cuenta que el orden es una de las formas más comunes de TOC, pero hay muchas más. También son muy frecuentes las obsesiones y compulsiones relacionadas con la verificación (como la necesidad de comprobar una y otra vez que se ha cerrado el gas) y con la limpieza (que lleva a lavarse las manos tantas veces al día que se lastiman la piel).
La pandemia, por cierto, ha agravado la situación. Un estudio de científicos españoles, publicado en junio, reveló que un 31% de los pacientes con TOC ha experimentado un empeoramiento “muy significativo” de sus síntomas desde que el COVID-19 irrumpió en el curso de la vida cotidiana, a comienzos del año pasado.
Tiene sentido: para muchas personas que tenían un TOC relacionado con la limpieza (la idea de que todas las superficies están llenas de gérmenes peligrosos), el énfasis puesto desde el año pasado en el lavado de las manos y la desinfección de los objetos fue una especie de “confirmación” de sus obsesiones y miedos.
Existe también, por cierto, un problema parecido al TOC pero más grave: el trastorno obsesivo compulsivo de personalidad (TOCP). Muchas de sus características son similares, pero mientras los pacientes con TOC reconocen que les pasa algo que escapa a su control, los de TOCP se ven como perfeccionistas que hacen lo correcto.
Factores de riesgo y tratamiento del TOC
De acuerdo con el Manual MSD -una fuente de referencia para el diagnóstico y terapia de trastornos de salud mental- el TOC es algo más frecuente en mujeres que en hombres, y la edad media de inicio se ubica en torno a 19-20 años, aunque uno de cada cuatro casos comienza en la adolescencia, alrededor de los catorce años de edad.
Las personas adultas, después de los 30-35 años, pueden presentar manías y comportamientos ritualizados, pero es muy poco probable que desarrollen un TOC por primera vez, según explica el Colegio de Psicólogos de Madrid.
¿Qué hace que una persona adquiera un TOC? La ciencia no lo tiene claro. Los expertos de la Clínica Mayo apuntan que podría haber un componente genético, una causa biológica (un cambio en la química natural del cuerpo) o una influencia del entorno, en particular al observar conductas en familiares o personas cercanas.
En cualquier caso, los antecedentes familiares de TOC son un factor de riesgo para padecerlo. Y también haber experimentado algún acontecimiento estresante en la vida. A ello se debieron los efectos negativos de la pandemia en este sentido: no solo se agravaron muchos cuadros preexistentes, sino que se diagnosticaron otros nuevos.
Otro factor de riesgo de TOC es sufrir otros problemas de salud mental, como trastorno de ansiedad, depresión, abuso de sustancias o trastornos de tic. El TOC se puede tratar. El primer paso, por supuesto, es hacerse cargo de la existencia del problema, algo que en general cuesta: según la Asociación TOC Madrid, las personas afectadas tardan una media de siete años y medio para acudir en busca de ayuda profesional.
Hay dos posibles formas de tratamiento. La principal es la psicológica, sobre todo a través de la exposición con prevención de respuesta, una técnica que procura enfrentar al paciente con situaciones que le generan ansiedad pero en un entorno controlado, para que, con ayuda del terapeuta, pueda superarlas poco a poco.
La otra manera de tratarlo es por medio de fármacos. En particular, de un tipo de antidepresivos llamados inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina. Por supuesto, los debe recetar el especialista. En los casos más graves de TOC, como explica el Manual MSD, se suelen combinar ambas formas de tratamiento.
Si no te quieres perder ninguno de nuestros artículos, suscríbete a nuestros boletines