Día Mundial de la Obesidad
Ocho malos hábitos que nos conducen a la obesidad
La obesidad se ha situado en un claro problema mundial que afecta a unas 800 millones de personas en todo el mundo, con otros millones más en riesgo. Tanto es así que se ha calificado como uno de los mayores problemas médicos del siglo XXI.
Para el año 2030 se espera que la obesidad infantil aumente en un 60%, alcanzando la cifra de 250 millones en todo el mundo. En España no nos escapamos de esta tendencia al alza. Según los datos emitidos por el Ministerio de Sanidad, el porcentaje de personas obesas en España en el año 2020 ascendía al 16%.
Y no solo se convierte en una preocupación estética. Docenas de estudios asocian la obesidad como un problema de salud que aumenta el riesgo de enfermedades crónicas como las cardiovasculares, el cáncer o la diabetes.
Una de las formas de avanzar en su prevención es trabajar juntos, algo que destacan los expertos para el Día Mundial de la Obesidad, que se celebra el 4 de marzo.
Los malos hábitos como principal causa de obesidad
Los malos comportamientos alimentarios son factores cruciales para el desarrollo de la obesidad. A menudo son los pequeños hábitos los que causan el aumento de peso. Si bien la genética y ciertas condiciones de salud pueden causar obesidad, las principales razones atribuidas a este problema son el estilo de vida y hábitos erróneos como los siguientes:
1. No sentarse a comer
La forma en la que comemos afecta a nuestro cuerpo y nuestra salud. Comer de pie puede llevar a un mayor consumo de alimentos, como ya detallamos en este artículo. En cambio, sentarnos puede ser una buena manera de mantener el peso ideal porque nos ayuda a controlar la cantidad de comida que ingerimos y nos hace sentir llenos más rápido.
Además, esta posición hace que comamos más despacio de lo que lo haríamos si estuviéramos de pie.
2. No planificar las comidas de la semana ni la lista de la compra
No planificar con anticipación es una de las principales razones por las que las personas terminamos ingiriendo comida rápida o, en un momento de hambre incontrolada, optar por una bolsa de patatas fritas en lugar de una opción más saludable.
Planificar las comidas para toda la semana y hacer una lista de los productos que necesitamos para prepararlos nos ayudará a comer más sano (y también a ahorrar).
3. Comer demasiado rápido
No tomarnos el tiempo necesario para comer puede perjudicarnos con algunos kilos de más. Hacerlo en menos de 15 minutos puede hacer que el hambre aparezca de nuevo y lo haga muy pronto.
Comer despacio, en un lugar adecuado y siempre que se pueda en compañía nos ayuda controlar el peso. La Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO) aconseja dedicar un mínimo de 40 minutos a la comida del mediodía.
4. Ver el televisor mientras comemos
No le prestamos atención pero se trata de un hábito muy extendido aunque nada recomendado. Según una investigación publicada en Journal of the Academy of Nutrition and Dietetics, los adultos que comen frente al televisor tienen un 37% más de probabilidades de ser obesos que los que no lo hacen.
El efecto es similar para las personas que comen frente a una pantalla, sea cual sea. Los expertos atribuyen este aumento al hecho de que cuando estamos distraídos no prestamos atención a las señales internas de saciedad.
5. Prescindir de la fruta de postre
Tomar fruta de postre puede ayudarnos a saciar nuestros antojos de azúcar sin poner en riesgo nuestra dieta. Las frutas son ricas en fibra, agua, vitaminas y minerales. Existe la falsa creencia de que tomar fruta en el postre engorda.
Sin embargo, el aporte calórico de una fruta es siempre el mismo, tanto si la tomamos antes, durante o después. Uno de los posibles mecanismos por los que la fruta contribuye a la pérdida de peso es su potencial efecto sobre la saciedad.
6. No beber agua durante las comidas
Y optar por otro tipo de bebidas como las azucaradas: el agua hace mucho más que calmar la sed. Además de hidratarnos, mantiene nuestra piel saludable y nuestro sistema digestivo funciona sin problemas.
El agua es necesaria para el organismo, favorece la asimilación de los alimentos y contribuye a la sensación de saciedad. Su aporte calórico es nulo, no contiene proteínas, ni grasas ni hidratos de carbono, ni fibra. Por tanto, el agua durante las comidas no engorda.
7. Saltarse comidas
Aunque nos parezca todo lo contrario, lo cierto es que saltarse una comida es la mejor manera de ingerir aún más calorías de las necesarias. De hecho, en las próximas comidas tenderemos a comer mucho más para compensar. Es especialmente importante el desayuno ya que empezar el día sin comer provoca un nivel inadecuado de nutrientes, sobre todo de hidratos de carbono y proteínas.
8. No comer siempre a la misma hora
Tener unos horarios fijos y comer a una hora fija nos permite controlar el consumo de alimentos y no dispersarnos en prácticas poco saludables como el picoteo sin control.
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