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Orgullo abstemio: por qué cada vez más gente habla de su renuncia al alcohol

“Ya no bebo, ya no fumo, no consumo y lo presumo”. Son dos versos de Omega, la última canción de Rosalía con Ralphie Choo, y han dado para mucho. Es difícil saber cuánto de realidad hay en ellos porque el mismo día que salió la canción, el 25 de septiembre, la cantante apareció en varias fotos y vídeos fumando a la salida de su fiesta de cumpleaños en París. No importa. Algunos han utilizado ese verso para abrir la conversación abstemia y compartir sus logros en redes sociales. “Pues sí, esta semana hago 11 meses sin beber”, dice en X la escritora Luna Miguel compartiendo una captura del videoclip. En los comentarios, muchos la felicitan —“¡Enhorabuena!”—, y otros aprovechan para compartir también sus éxitos. Gerardo celebra 10 meses sin ingerir alcohol, Nadal ya lleva tres y el 2 de octubre, Irene cumple un año. 

Esta pulsión de compartir en redes sociales los logros y beneficios de una vida sin alcohol revelan una experiencia aún solitaria, un tanto incomprendida. “Estamos saliendo del armario”, dice Fernando de Córdoba, especialista en estrategia de marca de Madrid. Nunca le ha gustado el alcohol y tampoco lo necesita, pero conseguir hace unos años que la gente comprendiera su decisión de no beber habitualmente era una batalla perdida. “Antes a lo mejor decías que no te apetecía, que tenías que conducir o que no querías beber ese día. Ahora lo decimos más abiertamente”, analiza. Pero está harto de tener que dar explicaciones allá donde va. “Es hora de normalizar el no beber, y que empecemos a reflexionar sobre el papel que el alcohol juega en la sociedad”.

Brotes verdes entre generaciones jóvenes

Un estudio de 2021, el último realizado por el Ministerio de Sanidad a nivel nacional, refleja una sociedad semialcoholizada que todavía no ha sido capaz de mirarse al espejo y decirse la verdad. De media —es decir, que un buen número de ellos empieza antes—, los jóvenes empiezan a beber a los 14 años. Todavía están en tercero de la ESO. A esa edad, el 73,9% de los jóvenes encuestados ya ha consumido alguna vez en su vida, el 1,6% bebe diariamente y el 23,2% se ha emborrachado al menos una vez en el último mes. Como indica el informe, los efectos de esta ingesta pueden ser devastadores para un cuerpo y una mente que todavía están en desarrollo: daña el hipocampo, la zona de cerebro encargada de la memoria y el aprendizaje, y aumenta las posibilidades de desarrollar una adicción al alcohol en la edad adulta.

Luis Labarga, miembro del Comité de Información Pública de Alcohólicos Anónimos, detecta algunos brotes verdes entre las nuevas generaciones: “Parece que hay un poco más de concienciación sobre los peligros del alcohol entre los jóvenes en general, seguramente por cuestiones de formación e información sobre prevención y peligros”. Labarga achaca esta última tendencia al efecto de la pandemia: “Cambiaron la manera de hacer las cosas y ha bajado un poco la masificación de jóvenes que salen a beber de forma descontrolada en forma de botellones y demás. Han surgido planes que van en otra dirección”. Los datos reflejan ese descenso, aunque solo sea ligeramente. La última encuesta sobre uso de drogas en enseñanzas secundarias en España (ESTUDES), elaborada por el Ministerio de Sanidad, dice que hace 15 años un 41,4% de adolescentes se emborrachaban al menos una vez al mes. Hoy este porcentaje se ha reducido casi a la mitad (27,9%).

Estamos saliendo del armario. Antes a lo mejor decías que no te apetecía, que tenías que conducir o que no querías beber ese día. Ahora lo decimos más abiertamente

Socialización 0,0

Josefa Ros Velasco, de 36 años, ha sido “bebedora social” toda su vida. “Se convirtió en mi opción por antonomasia durante el fin de semana”, cuenta. “Me aburro con mucha facilidad de las interacciones sociales y me cuesta mucho disimularlo, y el alcohol me ayudaba a sentirme interesada en las cosas que normalmente no me interesaban”. Pero hasta de eso se aburrió. “Estaba cansada de la amnesia, de tener resaca y no poder disfrutar de las cosas, y cansada de tener que recurrir al alcohol para hacer la vida más interesante”, cuenta a elDiario.es. Muchas veces se planteó dejar de beber, pero nunca tan en serio como hace un mes. “Cuando lo comentaba con mi círculo me decían que estaba exagerando, pero aun así yo quería dejarlo y no podía”.

Las personas que había a su alrededor hace ocho años cuando se planteó por primera vez ser abstemia y que le dijeron que no pasaba nada por beber, ahora le han dicho: “Vale, ahora vas a dejar de beber, y te vamos a apoyar”. Y está disfrutando del proceso, mucho más de lo que esperaba. “Está siendo maravilloso y sigo juntándome con mis amigos. Están contentísimos con mi decisión y, de hecho, contra lo que se pueda esperar, estoy saliendo más, me estoy relacionando más, pero solo con la gente que me interesa de verdad”. Tiene más ganas de hacer cosas, de relacionarse con la gente y si se aburre y no le interesa, pues “hasta luego”, sentencia. “Muchas veces me escudaba en mi trabajo, soy filósofa y además trabajo con personas mayores en residencias, y pensaba que a la fuerza, de vez en cuando, tenía que beber para tener un respiro. Pero eso es una gilipollez”.

Está siendo maravilloso y sigo juntándome con mis amigos. Están contentísimos con mi decisión y, de hecho, contra lo que se pueda esperar, estoy saliendo más, me estoy relacionando más, pero solo con la gente que me interesa de verdad

Hay otras personas que aún no han experimentado esa aceptación social más generalizada y para las que el peso de esta sociedad 'alcoholocéntrica' es notable. Carlos Pastor, de 25 años, no se olvida de sus batallas para explicar a la gente su decisión de no beber. Empezó bebiendo en el Parque de las Moreras, en la vereda del río Pisuerga a su paso por Valladolid, y no paró hasta los 19, cuando su mente hizo clic. “De repente me pregunté: ¿por qué tengo que beber? No es una cosa que me aporte absolutamente nada y no me lo paso mejor por estar bebiendo, así que lo dejé de forma radical”. Habla por teléfono desde Suiza, donde está trabajando en un restaurante en las montañas. Le gusta la música tecno y no cree que eso esté reñido con su abstinencia casi total. “No me hace falta salir de fiesta y beber para pasármelo bien. Es más, me lo paso mejor que todo el mundo porque me entero de todo y al día siguiente no tengo una resaca espantosa”. Aunque para aguantar la noche entera, cuenta, se toma dos Red Bull.

Pero muchos no lo entienden. “Todo el rato me están preguntando: '¿Cómo no bebes? ¿Cómo no bebes?', y es exasperante. Me gustaría mucho poder transmitirte la reacción de la gente cuando estoy de fiesta y se enteran de que no estoy bebiendo alcohol. No se lo terminan de creer”, dice. “Más de dos personas ya me han dicho: 'mira a ver si aprendes a divertirte, que no fumas ni bebes ni te drogas'. Y yo me quedo: '¿Pero de verdad me estás diciendo esto?'. Y todo por no beber alcohol”. A la pregunta de si ha conocido a alguien abstemio de su edad, contesta: “Absolutamente nadie, nadie, nadie, nadie, nadie”.

Hacer de la abstinencia un camino menos solitario

Los hay, pero en muchos casos siguen siendo la excepción dentro de sus círculos, por eso las redes sociales y algunos famosos están jugando un papel importante a la hora de aliviar la sensación de soledad de estas personas. En los últimos años, cada vez más han tenido el coraje para contar su batalla con el alcohol. Anne Hathaway, en la gira de presentación de la película La idea de tenerte, habló abiertamente del “hito de llevar más de cinco años sobria”. “Mi experiencia personal es que todo es mejor. Para mí, significaba revolcarme en combustible”, dijo a la revista Vanity Fair. El actor británico Tom Holland empezó con el reto Enero Sin Alcohol (Dry January) en 2022 y lo pasó tan mal que decidió seguir con ello: “Solo podía pensar en beber. Me despertaba pensando en ello… y me asusté mucho. Fue como: 'puede que tenga un pequeño problema con el alcohol”. La lista sigue: Brad Pitt, Bradley Cooper, Miley Cyrus, Adele… 

Cuando alguien famoso deja de fumar o beber y lo comunica, muchos jóvenes lo interpretan como una señal de que esas conductas no son necesaria para el éxito o la autenticidad

Aun así, la abstinencia es todavía un camino solitario y disfrutar en una fiesta pese a ser el único sobrio puede ser complicado. “Para no sucumbir a esta presión social, hace falta una fuerte convicción personal y un entorno de apoyo”, asegura el psicólogo Gabriel Pozuelo. “Muchas veces, la clave está en encontrar nuevas formas de relacionarse que no giren alrededor del consumo de drogas o alcohol”, defiende. El hecho de que figuras relevantes como Rosalía –aunque sea a través de una canción– hablen de ese cambio de hábitos puede tener un gran impacto en los más jóvenes, que todavía los ven como ídolos y están en una etapa en la que se va formando su identidad. “Cuando alguien famoso deja de fumar o beber y lo comunica, muchos jóvenes lo interpretan como una señal de que esas conductas no son necesarias para el éxito o la autenticidad”.

Cada vez hay más aplicaciones que intentan arropar al que no bebe. Sunnyside, por ejemplo, es una app que promueve el “consumo consciente” de alcohol contabilizando lo bebido. “Nuestro objetivo es ayudarte a desarrollar mejores hábitos en torno al consumo de alcohol y que no te sientas presionado a dejar de beber si eso no se adapta a tu estilo de vida”, dice la aplicación, que no es la única que ofrece este servicio. DrinkControl o DrinksMeter rastrean el número de copas que se ha tomado el usuario durante una noche concreta. Easy Quit hace un seguimiento de la ingesta de alcohol del usuario hasta que lo deja por completo y I Am Sober (estoy sobrio) registra los días de abstinencia. Con la opción Sobrio Plus, puedes incluso formar tu propio grupo de compañeros abstemios en la red. Parece que hay un mercado incipiente de no bebedores que también quieren pasárselo bien.