Tomás, socio y lector de eldiario.es nos propone el siguiente tema: “Leyendo el artículo sobre los libros digitales ¿Libro de papel o ebook? Ventajas de cada uno, me surgió una pregunta. Las pantallas de los aparatos como Kindle o similares. ¿Dañan la vista? Me gustaría que me lo resolvierais”
La pregunta de Tomás es lo suficientemente ambigua como para que podamos dar dos respuestas según definamos el objeto concreto de la pregunta. Si Tomás, al referirse al posible daño, pensaba en la luz que emana de estos aparatos, pues generalmente poseen retroiluminación, la respuesta es que no dañan la vista. Ninguna de las radiaciones que emiten estos aparatos, mayoritariamente del espectro visible, es dañina a la intensidad a la que es emitida.
¿Emiten las pantallas luces dañinas?
Ya explicamos en Lentes con filtros bloqueadores de la luz azul: ¿sirven de algo?, que la citada luz azul de elevada frecuencia que supuestamente emiten estos aparatos debido a que utilizan diodos LED, no es en absoluto dañina ni puede provocar alteraciones en nuestros ciclos vitales que nos lleven a tener mayor riesgo de padecer cáncer, enfermedades cardiovasculares o degeneración macular. Al menos no más que las que pueda provocarnos mirar la televisión.
Por otro lado, el oftalmólogo Rubén Pascual, responsable de la sección de Oftalmología infantil, Estrabismo y Neuro-oftalmología del Hospital San Pedro de Logroño, explica en este potcast de su blog Ocularis que la mayoría de las radiaciones emitidas por la pantalla de un dispositivo electrónico, descantando el mito de la luz azul, pertenecen al espectro de lo visible y están lejos de ser dañinas porque su intensidad es lo suficientemente baja.
La dificultad de calibrar el entorno visual
Ahora bien, el mismo doctor Pascual especifica en su potcast que los dispositivos electrónico no son inocuos desde el punto de vista de la salud visual pero no por la luz que emiten sino por el mal uso que hacemos de ellos, ya que no siempre los utilizamos en las condiciones adecuadas. En caso de Tomás se refiriese a este aspecto, habría que responderle que sí que pueden dañar la vista. En concreto Pascual explica que la mayoría de las personas no evaluamos bien el entorno luminoso en el que usamos estos aparatos.
Se refiere a que al visionarlos nos enfrentamos a dos fuentes de luz distintas: por un lado la luz directa emitida por el aparato y por otro la luz indirecta del entorno. Pascual explica que la luz indirecta puede crear distorsiones que obliguen a nuestro ojo a realizar un sobre esfuerzo, ya porque esta sea muy intensa o bien apenas perceptible, de modo que se termine con sus síntomas característicos como cansancio, escozor y sequedad ocular, dificultad de enfoque, etc.
“En este sentido, si no aprendemos a calibrar las fuentes de luz, la retroiluminación es una desventaja frente a las pantallas que se iluminan con luz indirecta, como la tinta electrónica o el papel”, explica por su parte a ConsumoClaro la optometrista Marina Ugart, que añade que “en realidad es muy complicado de conseguir si tenemos en cuenta que especialmente en el caso de móvil estamos cambiando de ambiente lumínico continuamente, porque pasamos el metro a la calle, y luego a la luz de casa, etc.”
Menos parpadeo y mala acomodación de las distancias
Para Ugart el problema es que “deberíamos ir jugando con el brillo y el contraste continuamente”, y aunque hay dispositivos que adaptan sus parámetros según el entorno, cada persona tiene un óptimo diferente, por lo que en condiciones de abuso este problema puede causar fatiga visual. Otro problema que se añade, según la optometrista, es que parpadeamos menos cuando miramos fijamente una pantalla; si en condiciones normales parpadeamos veinte veces por segundo, cuando leemos o visionamos algo con atención reducimos la frecuencia a cinco veces por segundo, con lo que el ojo se expone a una mayor sequedad.
“Esto ocurre tanto en papel como en pantalla”, explica, “pero en esta última el problema se añade al de la dificultad de calibrar el entorno lumínico”. Un problema adicional que indica Ugart es “la mala acomodación que hacemos de la distancia de estas pantallas”, ya que las vamos moviendo continuamente de más lejos a más cerca y viceversa según acomodemos el brazo. “Esto provoca que el ojo se vea continuamente forzado a cambiar el enfoque, con lo que se fatiga antes”.
“Es algo que también nos podría pasar con un libro”, reconoce, pero apostilla que “desgraciadamente nadie va continuamente leyendo las páginas de un libro como sí hacemos con los móviles”. Finalmente indica otro factor propiciatorio de la fatiga visual en las pantallas de los dispositivos electrónicos: el cuerpo de letra. “Varía a veces enormemente de una página web a otra, con lo que el ojo tiene que hacer el consiguiente esfuerzo para las letras más pequeñas, especialmente en el móvil”.
Así que una buena respuesta a Tomás podría ser que la luz de las pantallas de dispositivos electrónicos no es dañina, pero que la propensión a la fatiga visual en el uso de dichos dispositivos es mayor que la que teníamos por ejemplo en los libros, tanto por temas de balances lumínicos como por el abuso que hoy en día hacemos. Como remedio, Ugart propone calibrar la vista en revisiones periódicas, ya que es posible que se nos manifieste tarde o temprano el síndrome de la vista cansada.
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