Los diez lugares más guarros de tu cocina: cómo limpiarlos adecuadamente

Marta Chavarrías

22 de diciembre de 2015 21:22 h

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Lejos de lo que podamos pensar, el baño no es el lugar más contaminado de patógenos de la casa. Los datos quizás asusten al más maniático de la higiene si se tiene en cuenta que bichos como Salmonella, Listeria y E.coli, capaces de causar las peores intoxicaciones gastrointestinales, campan a sus anchas por infinidad de lugares y objetos dentro del hogar. Por si esto fuera poco, una parte nada despreciable de enfermedades de origen alimentario se producen en el ámbito doméstico por culpa de malas prácticas higiénicas del cocinero o cocinera de turno.

Un estudio publicado por expertos de la Universidad de Arizona sobre la manera cómo se transfieren las bacterias E.coli y Staphylococcus aureus en el medio ambiente afirma que “hay 200 veces más bacterias fecales en las tablas de cortar alimentos que en el inodoro”. Así que no: el baño no es el lugar más guarro de la casa... En consecuencia, es fundamental conocer cuáles son las zonas y objetos de la cocina que más atención necesitan y cómo evitar la propagación de patógenos y la formación de biofilms, esos incómodos ejércitos bacterianos que se enganchan como lapas en zonas donde encuentran nutrientes y espacio. 

1. Estropajos y trapos

Sí, es verdad que se pasan la vida bañados en Mistol, pero no es suficiente. Estropajos y trapos son dos de los objetos que proporcionan uno de los mejores ambientes para los patógenos, que aprovecharán su humedad para sobrevivir, permanecer y pasar a cualquier otro utensilio o zona con la que entren en contacto. Y lo que es peor: en gran parte de los casos, los trapos que están aparentemente limpios en realidad contienen altos niveles de contaminación. 

Si no queremos estimular el crecimiento bacteriano y expandir nuevas civilizaciones por toda la cocina, deberemos evitar el uso de un mismo trapo para las distintas funciones y cambiarlos con frecuencia. No es recomendable dejarlos en el fregadero muchos días o se convertirán en una bomba bacteriológica. Los trapos que al estrujarlos ya saquen jugo parduzco tendrán que ir a la lavadora, donde serán tratados con agua caliente. En el caso de los estropajos, es muy eficaz aclararlos con agua limpia y calentarlos en el microondas durante dos minutos a la máxima temperatura. Por otro lado es muy importante mantenerlos secos cuando no se usen. 

2. Tablas de cortar

Constituyen la base para cortar o picar infinidad de alimentos, desde verduras y carne a pescado, todos ellos crudos o cocinados. Y ahí está el principal problema: el contacto entre alimentos cocinados y crudos. Si uno crudo contiene bacterias y estas pasan a la tabla, es muy fácil que se contamine un alimento cocinado que se corta en la misma tabla. Y de ahí a nuestra boca hay un suspiro. 

Por tanto, o se utilizan dos tablas distintas o se limpia bien la empleada después de cada uso. También es importante el material; si es poroso, el riesgo de contaminación aumenta, y si hay pequeños cortes o ranuras provocadas por los cuchillos, los patógenos encontrarán hermosos valles donde asentarse y echar raíces. Por lo tanto las tablas de cortar deben lavarse con agua caliente y jabón después de cada uso y secar bien con papel de cocina. Importante: no es recomendable dejarlas en remojo porque se facilita el crecimiento bacteriano.

3. Microondas y horno

Estos electrodomésticos, sobre todo el primero, son uno de los grandes aliados en la cocina y también un buen ambiente para la prosperidad microbiana. De uso muy generalizado, se utilizan sobre todo para calentar, por ejemplo, una taza de leche o café, o recalentar comida preparada. En algunos casos, los alimentos 'explotan' y se instalan en las paredes internas, formando concentraciones de bacterias.

Las esquinas y el plato giratorio son algunas de las zonas que pueden estar más contaminadas. Para eliminar los patógenos es recomendable usar una tapa cuando se calienten alimentos en el microondas -además, así se asegura una cocción homogénea- y limpiarlo con frecuencia. Cuanto más se tarde en lavar, más costará eliminar los residuos de comida. Primero deben lavarse las paredes con agua caliente y detergente, tras lo cual aclararemos con agua, aplicaremos un desinfectante no agresivo y volveremos a aclarar.

Limpiar el horno es quizás una tarea más laboriosa, y más teniendo en cuenta que su uso es más esporádico y, por tanto, la suciedad suele acumularse durante más tiempo. Es más fácil limpiarlo con productos específicos, evitar el uso de abrasivos y utensilios que lo puedan rayar. Algunos hornos tienen la función pirólisis (autolimpieza); si es así, menor será el trabajo. 

4. Encimera

Son como las autopistas de las cocinas: por ellas circulan todos los días infinidad de alimentos de todas las clases. Incluso en algunos casos pueden encontrarse gérmenes de objetos que no son propios de las cocinas, como monederos o bolsas de la compra que en algún momento se han dejado en el suelo. Es decir, igual que si nos hubiéramos subido a la encimera y hubiéramos caminado un rato por ella... Estas zonas requieren dos tareas fundamentales: limpieza y desinfección. La primera elimina la grasa que favorece el crecimiento de bacterias y la segunda reduce el número de patógenos a niveles más seguros. 

5. Nevera

Además de la limpieza diaria, sobre todo si se vierte algún líquido o se ha estropeado un alimento, debe lavarse a fondo periódicamente. Lo recomendable es hacerlo cada tres meses, aproximadamente, con agua y jabón salvo en las zonas de contacto con alimentos, donde usaremos vinagre. Debe prestarse atención a la puerta, los cajones, el asa por donde se abre y se cierra y las gomas de cierre. La mayoría tienen zonas desmontables que se limpian con facilidad.

6. Tiradores de las puertas y mandos de cocina

Estas zonas son a menudo las grandes olvidadas de la cocina. Pero ojo, porque pueden acumular polvo y restos de suciedad que deben eliminarse. Además, se contaminan sobre todo con el contacto con las manos sucias. Para evitar tener problemas con estos lugares, deberían limpiarse y desinfectarse casi todos los días con un paño húmedo y detergente y secar con papel de cocina. 

7. Fregadero

Atención también con esta zona porque es una de las zonas más húmedas de la cocina y porque en ella suelen concentrarse restos de alimentos. Las dos cosas a la vez favorecen el crecimiento y la alegre proliferación de patógenos. Al ser un lugar de uso diario, su limpieza y desinfección también será diaria. Es importante también prestar atención a las juntas y al grifo.

8. Cafetera

No solo las bacterias sino también el moho pueden crecer en las zonas oscuras y húmedas de la cafetera. Las ya tan generalizadas cafeteras de cápsulas, aunque se usen a diario, posiblemente no se laven con la misma frecuencia: error. Deben lavarse después de cada uso, dando especial importancia a las zonas de más difícil acceso y eliminando posibles restos de agua en algunos de los compartimentos. 

9. Cubo de la basura

Parece lógico pensar que donde se acumulan restos orgánicos, aumenta el riesgo de que se desarrollen microorganismos y plagas... Pues la mayoría de personas no reparan en ello. Para evitar que el cubo se convierta en un nido de patógenos, se mantendrá siempre cerrado con una tapa y se vaciará cada día para limpiar y desinfectar sus paredes. Además del cubo, también deberá prestarse atención al armario donde está situado para eliminar restos que puedan haber caído.

10. Nuestras manos

La higiene en todas estas zonas de la cocina de nada servirá si no prestas atención a una de las herramientas más importantes: tus manos. Una higiene escrupulosa, sobre todo cuando cambiemos de alimento, después de ir al baño o cuando toquemos objetos como monedas o llaves, asegurará que las medidas que hemos tomado en el resto de utensilios y zonas no hayan sido en balde. 

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