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El peligro de las dietas a base de productos light o bajos en grasas

La moda de lo light lo invade todo hoy en día; parece que ya no soportamos la sustancia de las cosas y las preferimos aligeradas y más digeribles; “líquidas”, que diría el desaparecido sociólogo Zygmunt Bauman. Hay llegado incluso a la nutrición con la excusa de aligerar la carga grasa de los alimentos, insinuando que su paso por nuestro tránsito intestinal no tendrá como resultado un aumento de peso.

Sin embargo, los alimentos que indican en el etiquetado información como 'bajos en grasas' o 'light' no significa que no contengan dichos ingredientes. En realidad más bien los han reducido en más de un 30% respeto a sus productos homólogos convencionales. Tampoco debemos pensar que son más saludables, o que son bajos en calorías.

Light no siempre significa saludable

Muchas veces la bajada en las grasas se suple con otras sustancias menos saludables, de modo que tendremos que decidir con qué frecuencia consumimos este tipo de alimentos para que, a pesar de haber reducido su contenido en grasas, si esto supone añadir azúcares, por ejemplo, no alteren el equilibro nutricional de nuestra dieta. Su valor calórico puede haberse modificado, incluso aumentado por esta añadidura.

Por tanto, deben consumirse, lejos de lo que muchas veces suele pensarse, de forma más puntual. Otro error es pensar que, por definición, la grasa es perjudicial. El organismo necesita grasas para funcionar bien. Los productos que anuncian 0% grasas no solo no tienen grasas malas, como las saturadas; tampoco contienen las buenas, como las monoinsaturadas, útiles para la lucha contra el colesterol malo.

Light para ¿mantener la línea?

La creencia general, como se ha visto, es la de asociar a los productos light la clave para mantener la línea o para mejorar la salud. Pero una persona que goce de una buena salud en general no tiene por qué consumir productos light. Aun así, existe la idea de que el consumo de estos productos, aunque no sean necesarios, tiene efectos positivos. La información que pueden llevar es extensa, en función de sus particularidades:

  • Bajo contenido en grasas. No aportan más de 3 gramos de grasas por 100 gramos (sólidos) o 1,5 gramos por 100 mililitros (líquidos). La leche semidesnatada está, por ejemplo en 1,8g de grasa por 100 ml.
  • Sin grasas. No contienen más de 0,5 g de grasa por 100 g o 100 ml.
  • Bajo contenido energético. El producto no tiene más de 40 kcal por 100 g (sólidos) o de 20 kcal por 100 ml (líquidos).
  • Bajo contenido en azúcares. No aportan más de 5 g de azúcar por 100 g (sólidos) o 2,5 g por 100 ml (líquidos).
  • Sin azúcares añadidos. Cuando no se ha añadido, ni a los líquidos ni a los sólidos, ningún monosacárido (glucosa, fructosa, maltosa) ni disacárido (sacarosa o lactosa). Si los azúcares están presentes de forma natural, la etiqueta debe ponerlo: “con azúcares naturalmente presentes”.

De acuerdo con la normativa del Parlamento Europeo, que entró en vigor en julio de 2007 y que puso orden a este tipo de productos, los alimentos light pueden agruparse en dos:

  • Productos con menos grasa. Destinados a personas con sobrepeso y las que deben controlar los niveles de colesterol o triglicéridos elevados. En esta categoría estaría la margarina, el queso bajo en grasas y los productos lácteos desnatados. Una mayonesa light puede contener unas 50 calorías y unos 5 gramos de grasa, mientras que una convencional unas 100 calorías y unos 10 gramos de grasa.
  • Productos con menos azúcar. Destinados a controlar el consumo de azúcar en personas diabéticas.

En el caso de los bajos en grasa, si pensando que es light tomamos el doble de cantidad, y en lugar de una cucharada usamos dos, los efectos sobre el organismo y el peso serán los mismos. Lo que adelgaza no es el tipo de producto (light o no), sino la cantidad de calorías que se ingieren.

En el segundo, el de los azúcares, aunque siempre es bueno reducir la ingesta de glucosa, debe tenerse en cuenta que no todos los productos que tienen menos azúcar son más bajos en calorías. Depende del tipo de edulcorante usado, y ya se sabe que los edulcorantes artificiales engordan.

Por otro lado, la sustitución frecuente en mermeladas light de la glucosa por fructosa o sacarosa –un disacárido formado por alfaglucopiranosa y betafructofuranosa– puede estar indicada para ciertas enfermedades pero no para adelgazar.

Grasas, importantes en la dieta

Eliminar las grasas de la dieta, si no es necesario, puede acarrear problemas, porque prescindir de las grasas dificulta la absorción de algunas vitaminas y reduce la presencia de determinados ácidos grasos esenciales, como los ácidos grasos Omega.

Las grasas son importantes fuentes de energía. La mala fama que les precede dice de ellas que son también una importante fuente de calorías y que, un consumo excesivo, puede ser nocivo. Pero algunas grasas son imprescindibles, como las que poseen ácidos grasos esenciales, vehículo de vitaminas liposolubles (vitaminas A, D, E, y K).

Por ejemplo el propio colesterol de origen alimentario, mayoritariamente de la grasa animal, se captura en un 20% por la vía intestinal y pasa a la sangre, donde al contacto en la piel con los rayos solares generará el colecalciferol o vitamina D, fundamental tanto en la infancia para crecer como en la vejez para combatir la osteoporosis.

Otra vitamina que depende para su absorción y síntesis del aporte graso es la vitamina A o retinol, que absorbemos mayoritariamente de los aceites grasos, pero también de la yema de huevo o la mantequilla, en forma de betacaroteno. Este se parte en la mucosa intestinal en dos moléculas de retinol que serán absorbidas y almacenadas en el hígado.

De tal suerte, si nuestra dieta se baja en productos industriales bajos en grasas, corremos el riesgo de presentar deficiencias en estas vitaminas, fundamentales para nuestra salud.

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