Realidad virtual aplicada a las fobias: cómo ayuda a superarlas

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Todos, en ocasiones, sentimos miedo: es una emoción básica del ser humano. Una emoción que tiene una función adaptativa, la de permitir protegernos cuando nos sentimos en peligro. Sin embargo, a veces sentimos un miedo irracional e incontrolable ante estímulos que representan poco o ningún peligro real.

Se trata de las fobias, una clase de trastorno de ansiedad que genera malestar y que limita de forma significativa la conducta en diversas situaciones de la vida cotidiana de quienes lo experimentan. Pero que se puede tratar, y con gran ayuda de las nuevas tecnologías, como se verá.

Existe un enorme número de fobias. Algunas de ellas son muy conocidas, como la claustrofobia (el miedo irracional a los recintos demasiado pequeños), la aerofobia (miedo a volar), la glosofobia (miedo a hablar en público) o la fobia social (el temor a estar con otras personas por si eso conduce a circunstancias embarazosas).

Otras, en cambio, son más extrañas, algunas casi increíbles: la somnifobia (miedo a dormir), la bibliofobia (miedo a los libros y las bibliotecas) y la triscaidecafobia (miedo al número 13) son algunos ejemplos. En definitiva, se puede desarrollar una fobia hacia casi cualquier cosa.

¿A cuánta gente afectan las fobias? Las cifras varían mucho en función del criterio utilizado para calcularlo, pero las estimaciones indican que hasta el 9% de la población general sufre de alguna clase de fobia en algún momento de su vida. Alrededor de dos tercios de esas personas que sufren fobias son mujeres.

Tratamiento contra las fobias

Los tratamientos contra las fobias -al igual que otros trastornos o problemas relacionados con la salud mental- son sobre todo de dos tipos: psicológicos y farmacológicos.

La ingesta de fármacos puede tener sentido cuando se trata de circunstancias puntuales, que la persona no debe afrontar con demasiada frecuencia. Por ejemplo, en el caso de fobias situacionales, como el miedo a viajar en avión o a hablar en público.

No obstante, no hay certezas acerca de los posibles efectos secundarios de ciertas sustancias. Por ejemplo, el consumo prolongado de atenolol y alprazolam -medicaciones recomendadas contra la aerofobia- podrían causar una adicción a las benzodiazepinas.

Por eso, los tratamientos más recomendados son los psicológicos. En particular, la terapia cognitivo-conductual. Uno de los recursos más utilizados es la llamada técnica de exposición, que consiste en que la persona se enfrente, de manera controlada, gradual y reiterada, a los estímulos que le producen el temor irracional.

En ciertos casos, esa técnica de exposición es relativamente fácil de ejecutar. Por ejemplo, si se trata de una tripanofobia (miedo irracional a las agujas y, por lo tanto, a recibir inyecciones) o una amaxofobia (miedo a conducir coches u otros vehículos). Es sencillo controlar el acercamiento gradual del paciente a esos elementos o acciones.

En cambio, si el origen del temor está en ciertos animales, como las arañas o los perros, cuya voluntad no se puede controlar -al menos no por completo-, la tarea se complica. Lo mismo si para tratar la aerofobia hace falta viajar repetidas veces en avión: el tratamiento puede resultar demasiado caro.

Es en este punto cuando aparece, como una gran aliada en la misión de ayudar a superar las fobias, la realidad virtual.

Combatir las fobias con realidad virtual

Para el uso de la realidad virtual se utilizan unas gafas especiales que bloquean la visión del mundo real y proyectan -a través de una pantalla y auriculares incorporados en el dispositivo- imágenes que se adaptan a los movimientos de la cabeza.

De esa forma, se logra una experiencia inmersiva: la persona ve y escucha cosas como si estuvieran realmente allí. Esto hace posible una exposición totalmente controlada a los estímulos que provocan las fobias.

Un estudio reciente, realizado por científicos de la Universidad de Otago, Cristchurch, en Nueva Zelanda, ha comprobado el éxito de la exposición por medio de realidad virtual. Trabajó con 129 adultos que padecían cinco fobias específicas distintas: miedo a volar, a las alturas, a las agujas, a las arañas y a los perros. 

Después de seis semanas de tratamiento, los participantes redujeron en un 75% los síntomas de sus fobias. A tal punto que uno de ellos “se sintió lo suficientemente seguro como para reservar unas vacaciones familiares en el extranjero”, cuando antes no podía hacerlo a causa del miedo a volar.

Otro participante pudo superar su miedo a las agujas y recibir una vacuna contra la COVID-19. Y otro “informó que ahora se sentía seguro no solo sabiendo que había una araña en su casa, sino que posiblemente él mismo o alguien de su familia podrían retirarla”. Así lo explicó Cameron Lacey, el director de la investigación.

Además de la exposición controlada, el tratamiento incluyó psicoeducación, relajación, atención plena y técnicas cognitivas. A la realidad virtual, además, ahora se puede acceder a través de gafas y aplicaciones asequibles y no de alta gama, como era hasta hace unos años.

Tratamientos personalizados, asequibles y privados

De todos modos, se trata de una técnica novedosa que necesita de nuevos estudios que confirmen sus logros. Un metaanálisis publicado en 2019 por científicos de Colombia, centrado en el uso de la realidad virtual para superar la aracnofobia, señalaba que los trabajos realizados en este campo todavía son escasos.

Pero las perspectivas son positivas. Como señala un artículo de Red Cenit, centro de desarrollo cognitivo con sede en Valencia, además de hacerlos más asequibles, la realidad virtual permite tratamientos personalizados, no solo para cada fobia específica sino para cada paciente en particular.

Además, permite actuar contra prácticamente cualquier fobia, ya que por medio de las gafas y los auriculares se puede reproducir toda clase de estímulos: animales, despegues de aviones, tormentas, etc. Y en un entorno de privacidad que evita que a la fobia en cuestión se sume el pudor por un tratamiento en lugares públicos.

Una alternativa a la realidad virtual la ofrece la llamada realidad aumentada. En este caso, las gafas no bloquean la visión normal sino que le añaden imágenes. De ese modo, la persona ve su entorno real, pero además, en ese mismo entorno, cosas que en verdad no están allí.

Por ejemplo: unas gafas pueden permitir ver la habitación real en la que se encuentra una persona, pero le muestra también en el suelo una araña o cucarachas “virtuales”. Estas técnicas podrían aplicarse no solo para el tratamiento de fobias, sino también para el tratamiento de trastornos de ansiedad y ataques de pánico.

Desde luego, más allá de la posibilidad de acceder a estas tecnologías -tanto a las gafas como a las aplicaciones de realidad virtual disponibles para teléfonos móviles- es fundamental que estos tratamientos estén a cargo de profesionales especializados.

La exposición a los estímulos que provocan las fobias debe ser no solo controlada sino también acompañada por otras medidas terapéuticas que conduzcan a la curación.

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