¿Por qué recordamos unos sueños y no otros, y cómo nos afecta?
Los antiguos egipcios pensaban que los sueños podían ofrecer guía espiritual y advertencias de calamidades. Los griegos clásicos, como Aristóteles, veían los sueños como reflejos de experiencias diarias y deseos ocultos. En la tradición bíblica, los sueños a menudo se interpretaban como revelaciones proféticas. Sigmund Freud interpretaba los sueños como la manifestación de deseos inconscientes reprimidos, utilizando símbolos y metáforas para expresar conflictos internos y deseos prohibidos.
La verdad es que, durante milenios, los humanos hemos conocido muy poco de los sueños, pero los avances en tecnología y el estudio del cerebro nos está dando muchas pistas. Las teorías actuales indican que los sueños son el resultado de procesos cerebrales que consolidan la memoria, regulan emociones y nos ayudan a procesar experiencias diarias mientras dormimos.
Sin embargo, hay muchas preguntas por responder. Por ejemplo, ¿por qué recordamos unos sueños y no otros? ¿Merece la pena esforzarse para recordar los sueños?
Cómo funcionan los sueños
A veces tenemos sueños tan vívidos que parecen reales. La luz, los colores, olores, texturas, sonidos, y también las emociones, como el miedo, la tristeza o la alegría, parecen amplificadas y en alta resolución. Entonces despertamos, y después de tomar el café, hemos olvidado el sueño por completo.
La mayoría de las personas solo recuerdan una parte de los sueños, e incluso esos sueños se nos pueden escapar si no intentamos recordarlos activamente. Los sueños se producen principalmente durante la fase de sueño REM (Rapid Eye Movement), que ocurre varias veces durante la noche, constituyendo aproximadamente el 20-25% del sueño total en adultos.
La fase REM se caracteriza porque el cuerpo está paralizado, pero los ojos se mueven rápidamente de un lado a otro. Al contrario que en otras fases del sueño, como el sueño profundo, el cerebro está muy activo, tanto o más que durante el día. Las fases REM son más largas a medida que pasa la noche, por lo que los sueños justo antes de despertarnos suelen ser los más vívidos, pero también tenemos sueños en otras fases del sueño, aunque no seamos capaces de recordarlos.
Mientras soñamos, se activan varias áreas del cerebro, entre ellas la corteza prefrontal, responsable de la memoria y la autorreflexión, y la amígdala, que procesa las emociones. Al mismo tiempo, la corteza prefrontal dorsolateral, responsable del pensamiento lógico y el control de impulsos, se desactiva parcialmente, lo que permite que los sueños sean más ilógicos y emocionales.
Ciertas áreas del cerebro están encargadas de transferir los recuerdos a corto plazo a la memoria a largo plazo. Durante la fase de sueño REM, estas áreas están poco activas, lo que hace más difícil que los recordemos, especialmente si termina nuestro ciclo de sueño.
Si el despertador nos saca bruscamente de una fase REM, es más probable que recordemos lo que estábamos soñando. Sin embargo, si el ciclo de sueño termina con la fase REM y pasamos al siguiente ciclo, lo más seguro es que olvidemos esos sueños.
Todavía no se sabe con seguridad cómo funciona este proceso. Se supone que durante el sueño REM se consolida la memoria, especialmente los recuerdos que tienen un componente emocional. Sin embargo, también se sabe que el sueño REM es importante para olvidar. Es algo que tiene mucho sentido, porque nuestro cerebro no es capaz de recordar todo, todo el tiempo. En este sentido, parece que durante el sueño, el cerebro está cribando qué recuerdos merece la pena almacenar y cuáles descartar.
Una nueva teoría dice que los sueños tienen además otra función: evitar que nuestros pensamientos caigan en la rutina. A medida que aprendemos algo, desde bailar hasta rellenar una hoja Excel en el trabajo, lo automatizamos hasta que no tenemos que pensar en ello. Esto también nos hace menos flexibles, y los sueños podrían ser el antídoto, ya que permiten al cerebro experimentar otras perspectivas y ser capaz de generalizar.
¿Hay que recordar los sueños?
Hay grandes variaciones entre las personas y las circunstancias que llevan a recordar los sueños. Las mujeres tienden a recordar algunos sueños más que los hombres, por término medio, según un metaanálisis de múltiples estudios sobre los sueños. Las personas jóvenes recuerdan más sueños que los mayores. El recuerdo de los sueños también aumenta en los niños a partir de la edad en que son capaces de contárselos a alguien. Más tarde, durante la adolescencia, esta memoria se estabiliza hasta los veinte años, y luego disminuye lentamente a lo largo de la vida.
También hay diferencias individuales en el recuerdo de los sueños. Algunas personas casi nunca los recuerdan, mientras que otras recuerdan varios cada noche. En general, según un estudio de 2017, el recuerdo de los sueños y el interés por ellos parecen estar relacionados con la apertura a la experiencia, un rasgo de la personalidad caracterizado por el deseo de probar cosas nuevas y explorar ideas inusuales. Además, las personas más introvertidas y centradas en sí mismas tienden a recordar más sueños, mientras que las más extrovertidas y orientadas a la acción tienden a recordar menos.
Recordar los sueños está relacionado con una mayor susceptibilidad a la hipnosis, y también con una mayor creatividad, aunque según indican los investigadores, medir este resultado es complicado porque influyen otros muchos factores.
Sabiendo que vamos a olvidar la mayoría de nuestros sueños, ¿merece la pena esforzarse en recordarlos? La forma más efectiva, según los expertos, es llevar un diario de sueños, algo que puede traernos beneficios para nuestro estado de ánimo durante el día. Basta con tener un cuaderno cerca de la cama para escribir nuestros sueños nada más despertar.
Un estudio descubrió que nuestro estado emocional mientras estamos despiertos está muy relacionado con nuestros sueños de la noche anterior. Los participantes que se sentían frustrados durante el día habían tenido más sueños con emociones negativas. En otras ocasiones, se producen pesadillas, que vienen acompañadas de emociones como la ira, el estrés, la ansiedad o la tristeza.
Escribir estos sueños mientras todavía los recordamos nos puede ayudar a procesar estas emociones y reducir la sensación de estrés. Escribir sobre una pesadilla durante el día nos ayuda a restarle intensidad. Además, escribir por las mañanas es una rutina que por sí sola puede ayudarnos a mejorar el estado de ánimo y de salud.
Además, un diario de sueños también nos puede ayudar a mejorar la creatividad y solucionar esos problemas que parecen estar atascados, ya que favorece la flexibilidad en el pensamiento. Un sueño puede despertar en nosotros ese momento “¡ajá!” que nos da la clave que hemos estado buscando tanto.
Darío Pescador es editor y director de la revista Quo y autor del libro Tu mejor yo publicado por Oberon.
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