Superados por las redes: por qué se hace tan raro (y tan difícil) usarlas en mitad de una tragedia
El día después de la DANA, en pleno consumo masivo de todo tipo de contenido abrumador relacionado con la tragedia, una amiga periodista publicó en sus redes: “Guardar silencio también es colaborar”. Intentaba explicar así por qué no desinformar puede ser una buena labor social: “Si realmente no sabes cómo funciona un operativo de emergencia, no compartas posts de gente igual de desinformada que tú sobre qué hay que hacer”.
Las redes sociales se han convertido en las dos últimas semanas en una ensalada de vídeos de rescates, de mensajes políticos y antipolíticos, información para donar, testimonios de voluntarios, plantillas con mensajes compartidos miles de veces pidiendo movilizaciones y dimisiones y, cómo no, de bulos. Con los sentimientos a flor de piel tras un suceso de este tipo es más fácil que nunca emocionarse, empatizar, sentir impotencia o rabia con el simple gesto de deslizar el pulgar por la pantalla del móvil.
“Os pregunto a vosotros directamente porque estoy un poco perdida. ¿A partir de mañana os gustaría que empezase a subir más contenido aparte de seguir compartiendo info de la DANA?”, preguntaba la influencer Teresa Bass a sus seguidores con una encuesta en la que planteaba las siguientes opciones: “solo contenido de DANA” o “DANA y contenido looks, make up o parecido”.
“A pesar de la imbecilidad del formato y la pregunta, no creo que sea del todo inútil, o como mínimo la conversación existe dentro de los círculos internos. ¿Es necesario que siga con este acto? ¿Cómo promocionamos las futuras actividades? ¿Se detienen las presentaciones? ¿Los conciertos? ¿Programas?”, reflexionaba al respecto la periodista Andrea Gumes en X (antes Twitter). “Es interesante ver a los influencers hacer piruetas pero creo que el resto de mortales tenemos una relación lo suficientemente tóxica con las redes como para poder hablar de ello”, comentaba en otro tuit.
Sin manual de instrucciones
No hace falta tener miles de seguidores ni vivir de las redes para que aparezcan las dudas sobre cómo gestionarlas correctamente a nivel usuario en un momento así. Al fin y al cabo, son parte de nuestro día a día pero no contamos con ningún manual de instrucciones ni formación sobre comportamiento digital.
“Es un gran melón y es muy complicado hacer un decálogo, pero hay cosas que podemos hacer que se explican en lo que es el fact checking”, expone la analista de cultura de Internet Janira Planes. “Creo que el punto número uno que todos podríamos hacer en cualquier crisis y desastre de este tipo es no sobredimensionar, no hacerlo todavía más dramático. Y lo siguiente sería no compartir contenidos de fuentes no fiables o de gente que simplemente está criticando sin tener conocimiento”.
Clara Navarro, editora de redes de elDiario.es, apunta la importancia de contrastar la información: “Cada vez más nos informamos solo a través de redes sociales y al no acceder a medios —televisiones, periódicos, radios— surge la desinformación, la gente no contrasta la información que recibe. Además, las plataformas te sirven el contenido según tus gustos y tu forma de consumir, hacen que accedas a un contenido que es más afín a ti y que no interactúes con otro contenido que a lo mejor te proporcionaría una visión diferente o más amplia”.
Es un gran melón y es muy complicado hacer un decálogo, pero hay cosas que podemos hacer que se explican en lo que es el 'fact checking' (...) no compartir contenidos de fuentes no fiables o de gente que simplemente está criticando sin conocimiento
Del ruido y el sesgo del algoritmo surge la desinformación que lo embarra todo y que termina por calar en parte de la población porque, como apuntan los expertos, cubre un espacio ante la incertidumbre y el escepticismo normalizado. “A día de hoy las redes son polarización total y por cada noticia que me interesaba veía 100 tuits de gente buscando carroña”, comenta sobre su experiencia como usuario Sergio Loureiro (32 años), que al ser preguntado por si había dejado de seguir a gente por ese motivo en los últimos días decía que hace tiempo que en X (Twitter) no sigue a casi nadie y en Instagram tiene al 90% de la gente silenciada.
Es el algoritmo el que está detrás de lo que ve: “Twitter, por lo que se ha convertido, es el principal problema. Estoy segurísimo de que no es un reflejo real de la sociedad, pero que influye mucho es evidente, mis amigos se informan por Wall Street Wolverine especialmente”, una cuenta de difusión de bulos de extrema derecha.
La opción menos mala
Esta semana vi a la camarera del bar donde desayuno apagar la televisión y poner música porque “no aguantaba más tanta tragedia”. En un grupo de Telegram, una chica vendía su entrada para un concierto porque “no tenía el cuerpo”; uno le decía que le vendría bien desconectar y otra, que se la compraba. Vi stories de cenas y fiestas de Halloween ese fin de semana de puente. También algunas personas compartiendo su labor de voluntariado. Una amiga me contó que subió una foto y luego la borró porque le pareció frívola y se sintió culpable. Hasta mi madre, que no tiene redes, me dijo que se sentía mal por estar de viaje con todo lo que estaba pasando la gente de las zonas inundadas.
Las plataformas te sirven el contenido según tus gustos y tu forma de consumir, hacen que accedas a un contenido que es más afín a ti y que no interactúes con otro contenido que a lo mejor te proporcionaría una visión diferente o más amplia
“Nunca tenemos control sobre lo que sentimos. El sentimiento es algo que es innato, automático en los seres humanos. Pero sí tenemos control sobre lo que hacemos con eso que sentimos”, explica María Consuelo Olivares Martínez, psicóloga sanitaria especializada en trauma. “Esta situación traumática en Valencia a cada uno nos ha producido un tipo de sentimiento y cada uno hemos decidido cómo actuar con esos sentimientos. En todos los casos está bien, porque intentamos manejarlo de la mejor manera posible. Pero yo aquí voy a poner una excepción, que son los bulos; con esto tenemos que ser todos críticos, porque dejando que corran bulos y corran alarmas estamos agravando los síntomas de las personas y no estamos ayudando a la sociedad”, aclara.
“Quien quiera promover su ayuda grabándola y subiéndola a redes sociales, que lo haga. Quien quiera hacerlo a título personal y sin mostrarlo, que no lo muestre. Quien necesite ver vídeos de maquillaje para desconectar, que los vea (...) Evitemos sacar la rabia contra el resto de personas porque eso solo genera más dolor”, compartía la psicóloga Elizabeth Clapés estos días en su cuenta de Instagram.
Olivares explica que incluso si no has sufrido el daño en primera persona, el efecto en tu salud mental depende de cómo de implicado estés emocionalmente en la situación. “Se puede considerar trauma vicario si desarrollamos síntomas de estrés postraumático, insomnio o ansiedad fruto de la exposición continuada a la información”, explica la psicóloga. “Cada uno de nosotros manejamos esos síntomas de la mejor forma que podemos, generalmente todos vamos por la vida con nuestra opción menos mala”.
“Es interesante hacer un poco lo que tú sientas en este momento, teniendo en cuenta qué es más respetuoso. Siento que hay una concepción muy tradicional del luto que está relacionada con no hacer nada, no pasárnoslo bien porque hay gente que lo está pasando muy mal”, opina Janira Planes. “Se me hace un poco rara esa concepción. Cuando hay tragedias así pienso que los no afectados directamente, además de ayudar al máximo, deberíamos disfrutar todo lo que tengamos el doble, ser agradecida por lo que tengo. Obviamente, publicar con respeto, pero no dejaría de hacerlo radicalmente, especialmente la gente que se dedica a las redes profesionalmente”.
Nunca tenemos control sobre lo que sentimos. El sentimiento es algo innato, automático en los seres humanos. Pero sí tenemos control sobre lo que hacemos con eso que sentimos
“Yo lo que he hecho es publicar sitios de donaciones oficiales. He intentado aplicarme lo que decía de no compartir información que no sea oficial y veraz de un medio, y esto también sirve para el tema de elecciones en Estados Unidos o para cualquier cosa”, cuenta Planes. “Además me he borrado Twitter de mi móvil y ahora lo tengo solo en el portátil, porque sentía que estaba constantemente entrando y leyendo gran cantidad de basura. Hay un giro también muy heavy hacia tendencias muy fascistas por parte de muchos creadores de contenido que me han decepcionado mucho, la verdad”, lamenta.
Controlar la exposición
Dosificar el acceso a redes, junto con seguir cuentas oficiales, es uno de los consejos más repetidos entre expertos y usuarios. Clara Navarro, que pasa en ellas toda su jornada laboral, tiene claro que la exposición continuada a tanto contenido puede llegar a afectar emocionalmente. “Fuera de mi horario laboral intento desconectar y lo que hago es tener un móvil personal y otro móvil de trabajo, para poder apagarlo. Además en mi perfil personal tengo desactivadas las notificaciones de redes”, dice.
A María Muñoz (34 años), usuaria de redes, la tranquilizó en cierto modo ver que circulaba un mapa donde podían ubicarse las personas con las que no se lograba contactar la noche de la riada. “Pensaba que las redes iban a permitir esa tarea de localización de desaparecidos”, relata. “La cosa cambió al día siguiente, cuando se vió la magnitud del desastre. Comencé a ver los primeros mensajes contra políticos, diciendo que todos eran iguales. Las principales influencers a las que seguía, como Rocío Osorno o Violeta Mangriñán, comenzaban a lanzar mensajes con un discurso partidista, de odio, pidiendo elecciones generales, etc. Todo esto me produjo un sentimiento de cierta ira o rabia, al trasladar a millones de seguidores un mensaje contra un gobierno central elegido democráticamente y contra las instituciones públicas. Me pareció algo frustrante”. María respondió a algunas de esas influencers pidiendo sensatez. “Muchas no contestaron pero recibí algunas respuestas con menosprecio”.
Sentí ansiedad y tristeza y como que llegaba demasiada información de golpe, no solo por X o Instagram sino por los grupos de WhatsApp, todo el mundo compartía cosas
El uso práctico de las redes para la difusión de información útil quedó, en cuestión de horas, eclipsado por la crispación y la desinformación. “Sentí ansiedad y tristeza y como que llegaba demasiada información de golpe, no solo por X o Instagram sino por los grupos de WhatsApp, todo el mundo compartía cosas”, cuenta Clara García (34 años), vecina de València. “Se dijo que iba a haber cortes de agua aquí en Valencia o que el agua iba a estar infectada, muchos bulos”. Clara no compartió nada en redes esos primeros días y tampoco recuerda haber visto publicaciones no relacionadas con la DANA.
Muchos influencers sí se volcaron a compartir contenido relacionado con la DANA pero en muy raras ocasiones noticias oficiales o información periodística. Propagaban la idea de que los medios ocultaban información y eran ellos quienes contaban la verdad de lo que sucedía; también difundieron que las ONG como Cruz Roja y Cáritas no estaban ayudando sobre el terreno y cómo donar a empresas privadas. “Algunos influencers han actuado como pseudoperiodistas y se han puesto la medallita como principales gestores y repartidores de ayuda. He tenido esa sensación de miedo de ver cómo jóvenes o personas que no tengan una conciencia política formada se hayan podido empapar de esa radicalización hacia la ultraderecha o contra los servicios públicos”, apunta María Muñoz.
“A mí me parece que hay ciertos influencers y ciertos perfiles de gente que están publicando por encima de sus posibilidades el ir a hacer de voluntarios y que parece un poco como si el ir a ayudar a Valencia fuera una experiencia más que narrar en tu Instagram”, valora Janira Planes. “Se genera un poco la sensación del síndrome del salvador (...) Es un poco raro porque igual no estamos poniendo los esfuerzos donde se debería, me genera contradicciones porque siento admiración por la gente que está ayudando, pero a la vez hay algo en las formas [de narrarlo] que no me acaba de parecer correcto”.
En este sentido, fue especialmente llamativo el caso del influencer Ángel Gaitán, que subió a sus redes un vídeo en el que prometía ayudar “al pueblo con más likes en los comentarios”, aunque existen múltiples ejemplos de influencers que han hecho vlogs y contenido monetizable desde los pueblos valencianos, con mayor o menor sensibilidad.
“Es importante escuchar al cuerpo como estrategia preventiva”, apunta la psicóloga María Consuelo Olivares. “Cuando no puedo más tengo que tomarme un descanso de redes. Separarme de ahí. No leer las publicaciones, los comentarios o bloquear puede ser una forma de cuidarse”, señala.
No parece haber una única respuesta correcta a qué hacer con nuestras redes ante catástrofes de esta magnitud. Por el contrario, la opinión es unánime en cuanto a qué no hacer: formar parte del ruido, del dramatismo y la desinformación. Tratar de señalar o fiscalizar lo que comparte el de al lado tampoco suele servir más que para acentuar la crispación.
Es totalmente normal quedarse sin saber qué decir o qué aportar, pero es importante ser conscientes de que unos pocos no están perdidos sino muy pendientes del juego del relato y se aprovechan de la situación a conciencia, por intereses políticos o económicos. En palabras de Felipe VI en Paiporta: “No hagáis caso a todo lo que se publica, porque hay mucha intoxicación informativa y mucha gente interesada en esto, para que haya caos”.
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