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Vivimos en un mundo hiperconectado, en el que destacan las respuestas y recompensas inmediatas. Internet, telefonía móvil, tecnologías de la información y la comunicación (TIC), e-commerce o teletrabajo han planteado un escenario hasta ahora nunca visto. La digitalización ha cambiado de forma radical no solo el entorno laboral, sino también el personal.
Según el Informe Global sobre el Entorno Digital 2021, que elabora Hootsuite y We are Social sobre todo lo que está pasando en el mundo digital en todo el mundo, en España casi 43 millones de personas pasan una media diaria de seis horas y once minutos navegando por la red y el 80% se conectan unas dos horas diarias en las redes sociales.
Por tanto, muchas de ellas no solo pasan buena parte de su tiempo laboral conectados a una pantalla, sino que también ocupan muchas horas de ocio y relaciones sociales alrededor de estas pantallas. A pesar de las ventajas que ofrece la digitalización, el progreso tecnológico y su impacto en la vida de las personas plantea nuevos retos y no todos son positivos.
Cuando nuestra relación con la tecnología nos produce estrés
Cuando la relación que se establece con la tecnología nos provoca malestar hablamos de tecnoestrés, un término usado por primera vez en la década de los 80 como “una enfermedad moderna de adaptación provocada por la incapacidad de hacer frente a las nuevas tecnologías de forma saludable”.
A lo largo de los años, el término ha ido evolucionando hasta llegar a nuestros días como un concepto psicológico negativo asociado con el uso de nuevas tecnologías. Algunos de los síntomas más comunes que suelen aparecer son irritabilidad, ansiedad, sobrepeso, aparición de miedos y rechazo de la tecnología.
Este fenómeno es complejo y puede estar causado por varios motivos como la falta de capacitación adecuada a las nuevas tecnologías, un ritmo rápido de los cambios tecnológicos y una mayor carga de trabajo. Según el Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo (INSST), podemos hablar de varios tipos de tecnoestrés:
- Tecnoadicción: deseo incontrolable de estar conectado siempre, lo que provocaría malestar y deterioro en la vida de las personas. Se ha agudizado, sobre todo, entre los más jóvenes debido a la proliferación de smartphones y tabletas.
- Tecnoansiedad: la persona experimenta altos niveles de ansiedad, con tensión y malestar por el uso de algún tipo de tecnología. Suelen generarse pensamientos negativos sobre la propia capacidad y competencia sobre el uso de las tecnologías. La ansiedad, en este caso, viene precedida por el desconocimiento o falta de habilidad en el uso de las tecnologías, no por el uso excesivo. Porque, pese a que la utilidad de las TIC es precisamente ir más rápido, hacer las cosas más fáciles, ser menos costosas y permitir hacer más trabajo, debemos tener en cuenta que para realizar estas habilidades antes tenemos que aprenderlas.
- Tecnofatiga: se define como la sensación de cansancio y agotamiento mental provocado por el uso excesivo de las tecnologías de la información y la comunicación. La complejidad es un arma de doble filo: se crean herramientas informáticas para simplificar las tareas, pero cada vez se añaden más. Por ejemplo, hasta hace unos años solo teníamos que responder correos electrónicos. Ahora hay Whatsapp, Messenger, Instagram, Twitter, etc. Al liberarnos de algunas tareas repetitivas, la tecnología ha favorecido la sobrecarga porque nos añade otras para hacer.
Cómo gestionar el tecnoestrés
Las tecnologías, en particular las TIC, seguirán evolucionando e imponiendo cambios. Esto significa que la gran mayoría de las personas que trabajan tendrán que actualizar sus conocimientos un gran número de veces a lo largo de su vida laboral.
Por tanto, la cuestión no es tanto resistirse al cambio como tratarlo de manera armoniosa e inteligente, de manera que la tensión que podría acompañar a estos cambios permanezca bajo control. Algunas formas para conseguirlo son:
- Reconocer los signos: es uno de los primeros pasos para lidiar con el estrés que provoca la tecnología cuando domina nuestra vida y nos quita tiempo para pasar con amigos y familia.
- Educar en tecnología: formarnos en tecnología es primordial para no sentirnos abrumados y, en cambio, sí notarnos capacitados para realizar una tarea determinada. Es importante centrarse en la formación de aquellas tecnologías que sean útiles.
- Permitirse momentos de desconexión: salir a caminar (sin el móvil) o quedar con alguien nos permitirá desconectar un rato y alejarnos de las pantallas. También podemos marcarnos una franja horaria para realizar tareas como contestar mensajes.
- Buscar ayuda psicológica si el estrés se vuelve patológico: el agotamiento psíquico o ansiedad, o permancer frente al ordenador sin saber qué hacer pueden ser algunos de los síntomas de la tecnoansiedad. Debemos usar las tecnologías porque las necesitamos, no porque nos aburrimos y no sabemos qué hacer.
La solución, lejos de rechazar las tecnologías, estriba en saber hacer un buen uso de ellas para que no repercutan de forma negativa en nuestra salud.
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