Los viajes por carretera son un clásico de las salidas personalizadas. Las paradas, los inicios, las vistas y las comidas dependen de las preferencias de cada uno. A diferencia de viajar en avión, donde se tienen que seguir las estrictas regulaciones de las compañías aéreas para introducir comida, en el coche aplicaremos nuestras reglas, seguramente mucho menos estrictas.
La alimentación también cuenta
La planificación es fundamental a la hora de iniciar un viaje en coche, y no solo en cuanto a mecánica del coche se refiere. Si el viaje dura varias horas, deberemos tener en cuenta cuándo y dónde pararemos. Y en esta planificación juega un papel fundamental la alimentación. Debe tenerse en cuenta que el tipo de alimento y la cantidad que se ingiere influyen de manera decisiva en el rendimiento al volante. Estar en las mejores condiciones físicas para conducir también tiene mucho que ver con las pautas y los horarios de alimentación.
Una opción es parar en áreas de servicio o algún pueblo o ciudad para comer y reponer fuerzas. Pero hay otra alternativa: llevarse la comida de casa para el camino. Teniendo en cuenta el espacio limitado del coche, y que en la mayoría de los casos no dispondremos de nevera para almacenar los alimentos frescos, debemos optar por productos que no necesiten refrigeración y que sean fáciles de comer. Además, el factor nutricional también cuenta.
Alimentos ricos en hidratos de carbono, pero pocos azúcares y grasas
Una mala alimentación durante la conducción puede favorecer la somnolencia, provocar fatiga y disminución de reflejos u ocasionar molestias digestivas como pesadez de estómago. Algunas de las opciones más comunes como bolsas de patatas o mezclas de dulces y chocolate quizás no son las provisiones más recomendables.
Tampoco es conveniente conducir en ayuno o con sensación de hambre, ya que esto nos puede hacer estar más agresivos, como tampoco lo es no dejar reposar el cuerpo una medida después de una comida importante. Por otro lado, si optamos por la opción de llevarnos la comida de casa, deberemos tener en cuenta algunas recomendaciones:
Evitar alimentos que contengan azúcares, como refrescos y dulces. Demasiadas grasas y azúcares pueden provocar pesadez y somnolencia, uno de los grandes enemigos de la conducción.
El pan es una buena opción para empezar el día del viaje con energía. Los carbohidratos de carbono complejos se digieren poco a poco, lo que permite que no tengamos hambre al poco rato de haber salido.
Elegir refrigerios que contengan una mezcla equilibrada de proteínas y grasas buenas, como un puñado de nueces (no más porque los frutos secos en cantidad son indigestos). No tenemos que picotear entre horas mientras conducimos porque estas distracciones pueden ser la causa de un accidente.
El agua es la mejor manera de hidratarse y de calmar la sed. Lo más recomendable es ir bebiendo cada cierto tiempo, sin esperar a tener la sensación de sed.
En cambio, no debe abusarse de bebidas como café o té y, por descontado, el alcohol ni probarlo.
Sandwiches, pasta fría o arroz son algunas buenas opciones que nos aportan más hidratos y menos azúcares. Además de nutritivos, son ligeros y pueden comerse fríos.
Fruta fresca como tentempié entre horas es una buena manera de obtener la fibra necesaria, alimentarse bien y saciarse un poco hasta que llegue la hora de la comida.
Alimentos que no conviene llevar (por seguridad alimentaria)
Durante el verano aumentan los factores de riesgo para que se produzca una intoxicación alimentaria. No todo vale a la hora de llevarnos comida de casa porque hay alimentos que conllevan más riesgo que otros:
Pescado y marisco. Estos alimentos, al ser frescos, son muy sensibles y caducos, se descomponen de forma rápida y pueden no ser seguros para comer, especialmente crudo.
Huevo y cualquier preparación que incluya huevo, como tortillas (además, estas son un pelín indigestas para llevar en un viaje en coche), huevo duro o salsas como mayonesa. Los huevos suelen ser los alimentos más implicados en casos de salmonelosis durante el verano.
Leche y derivados como natas o cremas.
Productos elaborados con carne picada, como hamburguesas. La carne picada está considerada un alimento de alto riesgo sanitario por su mayor superficie de contacto con el aire y el elevado grado de manipulación. Evitar la presencia de patógenos como E.coli en este alimento pasa por asegurar una temperatura de refrigeración (unos 4ºC) en el centro de la pieza; si no se mantiene a la temperatura adecuada, no se mantendrá en buen estado.
Disponer de una nevera portátil
Durante el verano, cuando se alcanzan temperaturas ambientales elevadas, es recomendable que los alimentos no permanezcan fuera de la nevera más de una hora. Por tanto, es recomendable, si nos llevamos la comida de casa, disponer de una pequeña nevera donde podamos guardar los alimentos hasta que se consuman.
Es fundamental garantizar la seguridad alimentaria durante el viaje, y aquí juega un papel fundamental el tiempo y la temperatura. Debe tenerse en cuenta que un alimento que permanece más de dos horas entre 5ºC y 65ºC tiene más riesgo de contaminarse con patógenos, sobre todo en el caso de alimentos como leche, huevos o carne fresca.
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