La mística del viaje posruptura: ¿por qué buscamos cambiar de aires cuando se acaba una relación?
“Aquí to' el mundo sabe que te voy a llorar, te voy a extrañar, sí. Aquí no hay nada que ocultar”, escribe Rauw Alejandro en Hayami Hana, la canción que, a modo de despedida —y, un poco, de ajuste de cuentas— le dedica el cantante a su ex pareja Rosalía. Su publicación pilló al mundo desprevenido hace una semana; unos días después, el puertorriqueño eliminó de las redes sus imágenes con la artista —¿quizá leyó nuestro artículo?— y apenas unas jornadas más tarde, sorprendió publicando en sus historias de Instagram un pequeño vídeo de tintes melancólicos en el que se aprecia cómo cae la lluvia sobre Tokio.
¿Se cierra el círculo? Tras titular su último lanzamiento con dos palabras en japonés, que se traducen por algo así como 'flor única, bella y difícil de encontrar', Rauw Alejandro vuelve a una de las ciudades a las que viajó con Rosalía, donde ella compuso varios de los temas de su último disco, de marcadas influencias niponas. Podría ser, por supuesto, que el cantante tuviese asuntos que tratar en la capital, pero también que —como tantos hemos hecho antes—, no esté aún listo para dejar del todo la relación y por ello vuelva a los lugares en los que ambos fueron felices.
Ahora bien, ¿es esto buena idea desde el punto de vista emocional? Responden desde El Prado Psicólogos: “Lo más recomendable es intentar ir a un lugar que, en vez de despertar la nostalgia por lo perdido (como puede ser un destino al que se ha ido con la expareja), ayude a enfocar la mente en nuevas ideas, sirviendo para ampliar horizontes”. Eso sí, hay excepciones. Por ejemplo, que sea el lugar en el que llevas veraneando toda tu vida, o un destino donde vive tu familia o tienes otras relaciones de peso.
De hecho, como en casi todo en esta vida, la respuesta no puede ceñirse a un sí o un no. “Desde un punto de vista psicológico, irse de viaje tras una ruptura amorosa puede ser buena o mala idea dependiendo, fundamentalmente, del momento emocional que esté atravesando la persona”, resumen estos profesionales. “Una ruptura de pareja supone entrar en un proceso de duelo, por lo que viajar puede servir de ayuda o terminar de hundir a la persona”.
La fase de aceptación de la separación, el momento ideal para partir de viaje
En opinión de los especialistas de El Prado Psicólogos, partir de aventura puede ser poco recomendable en la fase inicial de una separación, pues “la persona suele ver el viaje como una forma de huir o negar lo sucedido, además de caer en espirales de pensamientos obsesivos”. En ese momento, lo más aconsejable es que quien tiene el corazón roto intente encontrar “la tranquilidad en lo cotidiano”, sin hacer grandes cambios ni añadirse nuevas responsabilidades que puedan suponer un motivo de estrés adicional.
“Sin embargo, una vez que la persona ha superado las etapas de negación (no asumir lo que ha sucedido), de ira (con pensamientos recurrentes de hostilidad y frustración hacia la expareja) o de negociación (intentando recuperar la relación a toda costa), es más recomendable viajar, ya que puede ayudar a salir de la fase depresiva (dolor por la pérdida) y fomentar la aceptación de la ruptura”. Concretamente, puede favorecer la elaboración del duelo al redescubrir aspectos de uno mismo que se tenían olvidados y abrirse a otras experiencias.
Desde un punto de vista psicológico, irse de viaje tras una ruptura amorosa puede ser buena o mala idea dependiendo, fundamentalmente, del momento emocional que esté atravesando la persona
Este es justo el argumento que abre películas que han marcado a generaciones enteras de mujeres, como Come, reza, ama (2010) o, antes, Bajo el sol de la Toscana (2003). En ambos casos, una joven recién divorciada decide echarse al mundo para explorar culturas distintas, redescubrirse a sí misma… y acabar descubriendo nuevas y deslumbrantes parejas sentimentales por el camino. Básicamente, el ideal que algunos tienen en mente cuando se emprende una aventura así.
Pero más vale bajar de las nubes: “Aunque los viajes pueden tener un valor terapéutico, es importante tener unas expectativas realistas en un viaje tras una ruptura amorosa: se trata de una forma de cargar las pilas emocionalmente, no de un viaje trascendental. No es sensato pensar que un viaje va a cambiar la vida afectiva del implicado, ya sea dejando de sentir tristeza por la ruptura, encontrando un nuevo significado a la vida o una nueva pareja”, señalan desde El Prado Psicólogos.
“Sin embargo, este viaje sí puede ayudar a volver a conectar con aspectos que se tenían olvidados y a recuperar la ilusión, apreciando el presente y reconectando con uno mismo. Asimismo, puede animar a reanudar o establecer nuevas relaciones, superando la nostalgia y la desmotivación hacia las interacciones sociales tras la ruptura. Por otra parte, el viaje es una forma de cambiar de ambiente y hacer algo distinto, quizás inesperado, que ayuda a reafirmar la percepción de una autosuficiencia que ha podido verse dañada durante la relación o tras la separación”.
Es lo que le sucedió a Ignacio: cuando su novia lo dejó, él, que por entonces andaba en la treintena, decidió dejarlo todo. Vendió su parte de la empresa, abandonó el apartamento en el que ambos convivían y puso rumbo a México, donde un amigo estaba trabajando. “No quería pagar el piso yo solo y nada me ataba aquí”, cuenta a elDiario.es.
Aquella recién inaugurada libertad le ofreció la posibilidad de pasarse meses en un país distinto, lejos de todo lo que conocía. Eso le sirvió para reflexionar sobre lo que había ocurrido y adoptar cambios que, finalmente, le sirvieron para articular su nueva vida.
No es sensato pensar que un viaje va a cambiar la vida afectiva del implicado, ya sea dejando de sentir tristeza por la ruptura, encontrando un nuevo significado a la vida o una nueva pareja
Viajar cómodo, fundamental
Ignacio fue sin nada más que el billete de ida, pero no le preocupaba: estaba acostumbrado a moverse por el mundo sin planes. Sin embargo, desde El Prado Psicólogos avisan de que es importante viajar cómodo, “evitando posibles fuentes de estrés adicional”.
Es decir, a menos que tengas una amplia experiencia como mochilero, nada de marcharse con un saco de dormir a Nepal sin una cama en la que llorar a gusto cuando la situación lo requiera. Por eso tampoco hay que pasarse planificándolo todo: “Es conveniente procurar que el viaje no se convierta en una sucesión de actividades regladas, pues puede haber momentos en los que la persona se encuentre más decaída y prefiera descansar o tomarse un respiro. Ha de emplearse el sentido común para diferenciar lo que es un descanso necesario para recuperar el equilibrio de un descanso más perjudicial (por nostálgico) que beneficioso”.
También hay que tener en cuenta con quién se viaja en caso de no querer afrontar el periplo a solas. “Es importante intentar realizar el viaje con personas que no fomenten la nostalgia y el malestar emocional, ya sea porque retroalimenten las conversaciones sobre la expareja o porque se encuentren en la misma situación emocional y vuelquen todo su malestar en el otro”. Una opción puede ser recurrir a los llamados 'viajes para singles', para los que diferentes agencias unen a grupos de personas que viajan solas con intereses y edades similares.
En este sentido, quizá lo mejor es no salirse mucho de lo conocido: “Hay que tener en cuenta si la persona está acostumbrada a viajar o no para, por ejemplo, organizarlo con más tiempo o ir en un grupo organizado. También hay que contemplar si la persona suele viajar acompañada o en solitario, ya que cambiar radicalmente la forma de hacerlo puede ser una fuente de estrés e, incluso, resultar negativo”, concluyen desde El Prado Psicólogos.
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