José Luis Ábalos: “Comparezco para anunciarles la decisión más importante de mi vida política”.
Sin duda lo ha sido. No es nada común ver a un exministro y ex secretario de Organización del PSOE anunciando que se marcha al Grupo Mixto –solo unos minutos antes de que su propio partido lo expulsara por no renunciar a su escaño–.
En política, Ábalos lo ha sido casi todo, y no me refiero solo a los cargos. En esa trituradora que es la vida interna de los partidos, Ábalos también ha estado en los dos lados de la picadora de carne. Ha sido la víctima –así se considera ahora– y antes también fue el verdugo. El killer. O lo que es lo mismo: el secretario de Organización de este y cualquier otro partido.
Fue Ábalos, por ejemplo, el secretario de Organización que exigió en 2018 la dimisión del presidente de la Diputación de Valencia –detenido por un caso de presunta corrupción del que, cinco años después, fue absuelto–. Así funciona la política (y la judicatura).
Todo lo humano está en Shakespeare. Y hay mucho de eso –de lo humano, propio de una tragedia shakesperiana– en esta historia de orgullo y traiciones donde lo personal se mezcla con lo político. Quien fue a su casa, este fin de semana, para intentar convencerle de que se apartara por el daño que estaba haciendo al partido, era su amigo Santos Cerdán, el mismo dirigente al que él antes aupó en el cargo que hoy ejerce, el de secretario de Organización. A él le tocaba, esta vez, ejercer ese papel de killer.
José Luis Ábalos: “Tras haber contribuido a la conformación de un gobierno progresista, tras la moción de censura de 2018, tras haber servido a nuestro país como ministro de España y habiendo ayudado como secretario de Organización del Partido Socialista Obrero Español a cohesionar la militancia en un tiempo político muy complejo, tras las primarias de 2017, me hubiera gustado tener el beneficio del compañerismo”.
En todo el discurso con el que este martes Ábalos anunció su paso al Grupo Mixto no hay un solo nombre propio. Ni uno. Pero eso no significa que no haya mensajes con destinatarios muy claros. Para empezar, para el presidente del Gobierno, que es el eje común de todas las medallas que Ábalos cita en su expediente.
En aquellas primarias de 2017, Ábalos era el secretario provincial del PSOE en Valencia. Y también el principal apoyo con cierto peso orgánico con el que contaba el candidato Sánchez; la mayor parte de los dirigentes estaba en el equipo de Susana Díaz.
Aquellas primarias unieron de forma muy intensa a todos los que participaron junto a Pedro Sánchez. “Nos veían como los frikis del partido, a todos nos presionaron o incluso amenazaron para que renunciáramos en ese empeño y eso nos unió mucho”, recuerda uno de ellos. “Ábalos era alguien muy querido, que se ganó el aprecio de casi todos”, dice también. Y es cierto: a diferencia de otros secretarios de Organización, Ábalos dejó más amigos que enemigos tras su paso por este difícil puesto.
Si alguien hubiera preguntado a Ábalos antes de esta semana cuál había sido la decisión política más importante de su vida, probablemente habría contestado que apoyar a Sánchez en aquellas primarias. Sin duda fue la que le cambió la vida.
José Luis Ábalos: “Me hubiera gustado tener el beneficio del compañerismo, poder haber compartido una reflexión en beneficio de nuestras siglas y de la restitución del debate público por la senda del sosiego y de la ponderación. No ha sido así. No ha sido posible”.
Ese “compañerismo” que Ábalos dice no haber tenido es el del presidente Pedro Sánchez, que no le ha llamado. Ha sido Sánchez –al que Ábalos solo cita bajo el eufemismo de “la dirección del partido”– quien también tomó la decisión de forzar su renuncia, ante el escándalo generado por el caso de corrupción que provocó la detención de su exasesor Koldo García.
También el “compañerismo” de Santos Cerdán, al que Ábalos ha empezado a señalar en distintas entrevistas. “Está en la misma situación que yo”, asegura. El actual secretario de Organización del PSOE, que es navarro, fue quien trajo a Koldo García a Madrid, a trabajar como chófer del partido, que es como conoció a Ábalos.
José Luis Ábalos: “Durante estos días he escuchado todas las voces a mi alrededor. Las de quienes me detestan simplemente por mi ideología o trayectoria política. Las que me desprecian porque desprecian mi propia humanidad, haciéndome contingente y fungible, porque anteponen las cuestiones de poder a las de la justicia, y las que obviamente aún me quieren. Que tengo la suerte de que son muchos y muchas. Por lo tanto, finalmente he decidido hacer caso a estas últimas porque me debo a las personas que efectivamente me aprecian”.
Es una media verdad: Ábalos no se debe a las personas que le quieren. O al menos es una afirmación que en ningún caso habría aceptado el Ábalos secretario de Organización del PSOE. Todos los diputados del Congreso se deben a sus votantes. A su partido.
José Luis Ábalos: “Vuelvo a constatar que no estoy acusado de nada. Ni formo parte de la investigación en curso, ni tampoco tengo ningún enriquecimiento ilícito. Y no será porque se me haya investigado al respecto. No tengo necesidad, por lo tanto, de invocar el principio de presunción de inocencia. Y ya sé que es una cuestión retórica, pero que en este caso no me afecta porque como les digo, no estoy encausado en nada”.
Nadie entre los que le exigen la dimisión en su partido afirma lo contrario. Le piden otra cosa: una responsabilidad política que él mismo reconoce implícitamente, al asegurar en una de las entrevistas de este fin de semana que sí habría dimitido como ministro si aún siguiera en ese cargo. Fue Ábalos quien entregó a Koldo García un poder del que presuntamente abusó para enriquecerse en plena pandemia. Fue Ábalos quien decidió que un perfil como el suyo era el más adecuado para este puesto. Fue Ábalos quien también contrató a toda la familia de Koldo.
Fue Ábalos quien también ascendió a Koldo García, una persona sin la experiencia ni la formación adecuada, al consejo de Renfe Mercancías. ¿La explicación del ministro? Que eso es algo que se hace habitualmente con todos los asesores, y en parte es cierto. Los consejos de las empresas públicas suelen usarse –por todos los partidos– como una suerte de complementos salariales. Los hay de tres categorías, según su importancia, y van desde los 200 a los 1.000 euros mensuales en dietas. Es un puesto donde algunos cargos públicos podrían estar, pero no cobran. Por lo que acaban usándose para pagar un poco más al resto del equipo: a los asesores.
También hay ministros –todo hay que decirlo– que asumiendo estas reglas del juego colocan allí a personas indicadas para el puesto. No a su antiguo chófer.
José Luis Ábalos: “Hasta ahora no he sido requerido en absoluto para nada y he oído por ahí que no te pueden llamar a declarar porque estás aforado. He oído que no puedes ir de testigo cuando estás aforado. Y no es cierto. Acabo de tener recientemente una experiencia donde yo mismo llamé a declarar a aforados a un juzgado ordinario y han tenido que testificar”.
Esa declaración como testigos de varios aforados a la que se refiere Ábalos tiene su peculiar intrahistoria.
Hace dos años, el periódico digital The Objective publicó una serie de artículos acusando al exministro de una “oscura doble vida”, de fiestas con mujeres durante la pandemia, de una habitación de un Parador destrozada e incluso de un supuesto vídeo con mujeres junto al hoy famoso Koldo. En aquel serial de dudosa credibilidad –basado exclusivamente en fuentes anónimas, sin pruebas sólidas ni datos concretos– incluso se aseguraba que Carmen Calvo había llegado a decir al presidente: “No podemos abolir la prostitución y mantenerlo como número tres”. El exministro siempre ha sospechado que este serial tuvo su origen en fuego amigo.
Ábalos llevó ese asunto a los tribunales: se querelló contra The Objective y varios de sus periodistas, a los que acusa de injurias y calumnias. La querella fue aceptada a trámite y la instrucción judicial está abierta. Y en esa causa, tres personas aforadas han sido citadas a testificar, a petición del propio Ábalos: los diputados socialistas Adriana Lastra y Santos Cerdán y la exvicepresidenta Carmen Calvo. Los tres son aforados y los tres declararon como testigos hace unos meses ante el juzgado: Calvo respondió por escrito; Lastra y Cerdán, por videoconferencia.
José Luis Ábalos: “Ayer tuve la oportunidad de ver un vídeo del alcalde de Madrid en el que manifestaba que, tras 15 meses de investigación por parte de la Fiscalía, no habían conseguido situarlo en el caso. Podría estar hablando de mí, solo que hablaba de él. Esa es la diferencia. Hablar de uno o de otro”.
Y en esto Ábalos tiene bastante razón. Con dos añadidos. El primero, que las mascarillas que compró el Ayuntamiento de Madrid a los comisionistas Luceño y Medina se pagaron a un precio desorbitado –6,24 euros por mascarilla frente a los 2,5 de las que importó el Ministerio de Transportes–. El segundo, que no se oyó a nadie en la derecha pedir al alcalde ninguna responsabilidad política.
José Luis Ábalos: “Ante la necesidad de defenderme y restituir mi honor como diputado y como persona, y ante la necesidad de no comprometer al Grupo Parlamentario Socialista, he decidido pasar al Grupo Mixto del Congreso de los Diputados, desde donde seguiré defendiendo las ideas que fundamentaron mi inicio en el activismo político”.
La clave está al final de la frase: defendiendo las mismas ideas. Dudo que el paso al Grupo Mixto de Ábalos pueda complicar las votaciones parlamentarias al PSOE (más de lo que ya están, me refiero). Ábalos no votará en contra de la acción legislativa del Gobierno.
José Luis Ábalos: “Creo que se han superado todos los límites deontológicos, pero esto es melancolía. Filtrando que tengo una situación personal compleja. Oiga, tan compleja como la de cualquier ciudadano. Hablando de circunstancias económicas, pues igual me hubiera ido mejor dejando el escaño. Sin duda”.
Sin duda Ábalos recibió distintas ofertas del partido, que se mostró dispuesto a ayudarle a encontrar una nueva fuente de ingresos –aunque ninguna de ellas le ofrecía la garantía que le dan cuatro años de legislatura–.
Hay otro factor personal, uno que puede ser relevante. José Luis Ábalos está aforado, pero solo mientras sea diputado. Si deja el escaño pierde el aforamiento y puede ser demandado o querellado en cualquier juzgado. Y si no es aforado y apareciera alguna prueba o declaración que le implicara en el caso Koldo (el nombre oficial es Operación Delorme) pasaría a disposición de la Audiencia Nacional: del juez Ismael Moreno, que es quien lleva esta instrucción. Es el mismo juez que encerró en prisión provisional a unos titiriteros acusados de terrorismo por una obra con marionetas en Madrid.
José Luis Ábalos: “Actuar al dictado de tus adversarios políticos que no piensan en la lucha contra la corrupción, sino en expulsarte del Gobierno por cualquier medio, es un error que solo conduce a la confusión y a enardecer los embates de quienes nunca van a reconocer tu legitimidad democrática”.
La derecha hoy ya pedía la dimisión del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; de la presidenta del Congreso, Francina Armengol; y del ministro Ángel Víctor Torres. “Es el caso Sánchez”, decía incluso el portavoz del PP, Miguel Tellado.
José Luis Ábalos: “No puedo acabar mi carrera política como un corrupto cuando soy inocente. Defender mi honor desde el Grupo Mixto me permitirá seguir defendiendo mis ideas con libertad de criterio. Y ojalá también asistir al final de esta partida, obligando a que quienes ahora pretenden echarme a la calle por la puerta de atrás tengan que mirarme a la cara”.
¿Se puede defender el honor desde el Grupo Mixto? ¿Hay honor alguno en apartarte del partido que te llevó en las listas para mantener tu escaño a toda costa?