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Quién es Beltrán Gutiérrez Moliner y por qué Esperanza Aguirre le protege

Esperanza Aguirre, acompañada del exgerente del PP madrileño Beltrán Gutiérrez, en los juzgados de la plaza de Castilla, el 22 de septiembre de 2014. / GSR / GTRES

Ignacio Escolar

La dimisión simulada en régimen de tomadura de pelo a la población del gerente del PP de Madrid es otro ejemplo más de qué entiende Esperanza Aguirre por ser contundente contra la corrupción. La hipócrita lideresa que dio lecciones al PP nacional cuando no se atrevió a despedir a Luis Bárcenas ha hecho ahora exactamente lo mismo que entonces hizo Rajoy: proteger a su tesorero y mentir a la sociedad. Decir que Beltrán Gutiérrez Moliner dimitía por abusar de la tarjeta 'black' mientras, por la puerta de atrás, el PP de Madrid le volvía a contratar con el mismo sueldo y probablemente la misma responsabilidad.

La noticia que ayer destapó la SER desvela cuál es el protocolo cuando aparece un garbanzo negro entre las filas de este partido incompatible con la corrupción. Como los marines, el PP no deja nunca un hombre atrás; menos aún cuando se trata de uno de esos personajes siniestros que ha pasado por la cocina del infierno del partido: su tesorería. Sea Luis Bárcenas, sea Jesús Sepúlveda, sea Beltrán Gutiérrez Moliner, el protocolo habitual es siempre el mismo: proteger al tesorero como a la propia vida –probablemente, porque la vida depende de su silencio–. “Luis, sé fuerte”. Quien dice Luis, dice Beltrán.

Los gastos de la tarjeta 'black' de Beltrán en Caja Madrid están hoy bajo la lupa de la Fiscalía Anticorrupción y de la Audiencia Nacional. Pero no es la primera vez que su nombre acaba atufado por el nada sutil aroma de la corrupción. En una de las grabaciones que provocaron la investigación judicial de la Gürtel, Francisco Correa aseguró que Gutiérrez Moliner le había pedido una comisión de diez o doce millones de euros. Y en uno de los ordenadores de las empresas de Correa, durante un registro policial, apareció un archivo en Excel: “Relación actos E.A.-Beltrán.xls”. Beltrán es nuestro hombre del día y “E. A.” es Esperanza Aguirre. La Gürtel organizó todos los actos de campaña de la lideresa en 2003, el año del 'tamayazo', y su interlocutor directo, cómo no, era Beltrán Gutiérrez Moliner.

Beltrán no sólo pagó la campaña, sino que también se ocupó de cobrar. Su firma aparece en absolutamente todos los recibos de Fundescam, esa opaca fundación del PP de Madrid que recaudó cerca de un millón de euros entre empresarios amigos de la ‘liberal’ Aguirre, como Arturo Fernández o Gerardo Díaz Ferrán.

Beltrán Gutiérrez era el apoderado de la fundación: quien recogía el dinero y entregaba a cambio el recibí. Esos fondos de Fundescam –que también se llevó sus buenas subvenciones de Caja Madrid– después se gastaron en pagar actos electorales del PP, una práctica completamente prohibida por la ley y que quedó impune porque el delito ya había prescrito cuando la justicia investigó. Fundescam no podía pagar actos de campaña y menos aún el PP podía recibir donativos de empresarios que contrataban con la Administración. Estos filántropos ‘donaron’ cerca de un millón de euros, pero después se llevaron más de 300 millones de euros en adjudicaciones de la Comunidad de Madrid.

Desde el PP de Madrid, ahora nos quieren vender que el pobre Beltrán es sólo un empleado más sin responsabilidad política alguna. Casi como cuando Carlos Floriano nos contó que Sepúlveda era “un funcionario del partido”. De ser así, hay que ver cómo prosperan los empleados de la gran casa popular. Además de su sueldo en el PP, Beltrán estuvo cobrando otro sueldo más como asesor del Ayuntamiento de Madrid –al parecer, hay trabajos en la Administración que no requieren dedicación exclusiva cuando el talento es tan notable–. Y también fue colocado por Esperanza Aguirre y el PP como consejero de Caja Madrid, donde se llevó sus buenas dietas. De propina, también cobró de su tarjeta 'black'.

Esperanza Aguirre quería dar ejemplo de cómo luchar contra la corrupción, y lo ha conseguido. Con la dimisión simulada de su tesorero Beltrán y también con ese ridículo examen de honestidad a los nuevos alcaldes, un gran ejemplo de qué entiende la lideresa por “regeneración democrática”. Pura propaganda. Puro teatro. Un paripé. Un espectáculo, donde los examinados conocían previamente las preguntas y ensayaron durante horas las respuestas. Un show donde, para mayor metáfora, los examinados eran asesorados por un experto en telegenia que también se benefició de la mamandurria de las tarjetas 'black'. Lo hacen a propósito, y no les sale igual.

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