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El PNV mantiene el gobierno pero pierde la hegemonía

Imanol Pradales, tras finalizar la jornada electoral de elecciones autonómicas del País Vasco
22 de abril de 2024 00:19 h

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Tras unas elecciones, siempre hay que mirar tres datos: quién gobierna, quién decide y quién será la oposición. Y las respuestas a estas tres preguntas no han cambiado tras esta noche electoral. El PNV mantendrá el gobierno de Euskadi y su candidato, Imanol Pradales, será el nuevo lehendakari. Será así porque lo permite el partido bisagra, el que decide, que vuelve a ser el Partido Socialista de Euskadi: los socialistas siguen siendo imprescindibles para cualquier mayoría de gobierno, y el PNV no necesitará de ningún otro socio parlamentario. ¿Y la oposición? De nuevo, volverá a ser EH Bildu. Los tres parámetros esenciales siguen igual que en la legislatura anterior.

¿Nada ha cambiado entonces? No tan rápido. Porque esas elecciones también traen algunas novedades importantes, no solo para el panorama político del País Vasco. EH Bildu ha logrado el mejor resultado de su historia, y se consolida de forma incuestionable como la única alternativa de Gobierno. La coalición abertzale no logra uno de sus objetivos soñados, ese sorpaso en votos –el PNV se mantiene como el más votado–, pero empata en escaños, y consolida una tendencia ascendente. Más tarde o más temprano, veremos un lehendakari de EH Bildu. Lo que probablemente supondrá la evidencia más palmaria de que ETA ya es del todo historia.  

El ascenso de EH Bildu se explica por varios factores. Su discurso político ha dado un giro: prioridad a la gestión, a los servicios públicos, a lo social frente al debate independentista o el de los presos. Se han convertido en un partido ‘atrapalotodo’, capaz de disputar la hegemonía al PNV e incluso coronarse como la lista más votada no solo en Gipuzkoa sino también en Álava, la provincia vasca donde menos se habla en euskera. La nueva estrategia de EH Bildu se nota hasta en la imagen, en la estética de sus mítines o sus candidatos, tras fichar a un estilista que trabajó para ERC y que ha impuesto las camisas blancas entre sus dirigentes. Por cambiar, EH Bildu cambió hasta el logo de color: del amarillo verdoso anterior a un verde que se asemeja al de Más Madrid. 

¿Ha influido en este resultado la deplorable definición de ETA como “banda armada” de su candidato, Pello Otxandiano? Está por demostrar. Hay quien cree que ha podido movilizar un voto ‘anti Bildu’; que esta polémica ayudó al PNV y al PSE a evitar un resultado peor, que pronosticaban algunas encuestas. Es posible que sea así, que se haya movido algún voto que antes estaba en la abstención. Pero dudo que haya tenido una influencia real entre los votantes de EH Bildu.

En cuanto al PNV, consiguen un resultado que habrían firmado sin dudar cuando convocaron estas elecciones, complejas por la pujanza de EH Bildu y por el relevo de Iñigo Urkullu. No solo porque se mantienen como la fuerza más votada sino porque mantendrán el Gobierno, sin necesitar más socio parlamentario que el mismo que tenían hasta hoy. Pese a todo, las alarmas deberían estar encendidas en el Euskadi Buru Batzar. Nunca antes ha estado tan cerca el fin de su histórico dominio sobre el gobierno del País Vasco. Y hoy ya no dependen siquiera de ellos mismos. Habrá un lehendakari del PNV hasta que el PSOE decida lo contrario; hasta que un pacto así no suponga para los socialistas –en toda España, no solo en Euskadi– el desgaste que tendría hoy. Y ese momento, más tarde o más temprano, llegará.

El Partido Socialista de Euskadi también ha tenido una buena noche electoral. No parecía fácil, teniendo en cuenta la posición de partida: un debate polarizado entre PNV y EH Bildu, que convierte el voto socialista en algo tan sexy como ir con el árbitro en un partido entre el Athletic y la Real. En un gobierno de coalición, la norma también dice que el socio más pequeño suele sufrir un desgaste mayor. No ha sido así en esta ocasión. Y este resultado dará a los socialistas más peso en el próximo gobierno de coalición.

Es también su mejor resultado desde 2012, y la primera vez desde 2009 en que los socialistas suben en Euskadi, en lugar de bajar. Pero hace ya 15 años que EH Bildu ha superado al PSE como clara alternativa de Gobierno. Una tendencia que, a pesar de los dos escaños más que logran los socialistas, a corto y medio plazo no parece que vaya a cambiar.

A la izquierda del PSOE, el desastre es casi total. Podemos se queda de nuevo fuera, en un territorio donde –en teoría– aspiraban a estar por encima de Sumar. Con poco más del 2,3% de los votos se quedan bastante lejos de conseguir un escaño. Algo mejor le ha ido a Sumar, que alcanza el 3,3% y al menos tendrá representación en el parlamento vasco, con un escaño y nada más. Cuando iban juntas, en las pasadas elecciones, estas formaciones lograron el 8% y seis escaños. Casi un tercio de esos votos se han esfumado con la división. 

Vox mantiene un escaño. Por Álava. Con apenas 5.600 votos, lo que lleva a la ironía de que la extrema derecha sea la principal beneficiada de un peculiar sistema electoral, donde los votos de todos los vascos y vascas no valen igual: las tres provincias aportan 25 escaños, aunque Bizkaia triplique la población de Álava. Es el mismo partido que protesta porque “los nacionalistas” están sobrerrepresentados en el Congreso. Con un sistema de circunscripción única, o al menos más proporcional, Vox no estaría en el parlamento vasco.

En cuanto al PP, tampoco tiene mucho que celebrar. Ni siquiera logra el esperado y simbólico fin de Vox en la tierra de su líder, Santiago Abascal. Sube un escaño –muy lejos de sus expectativas– y sigue siendo completamente irrelevante en la política vasca. Entre el PP y Vox apenas llegan al 11% de los votos de la sociedad vasca, lo cual demuestra algunas cosas. La enorme distancia que separa a la derecha española de la sociedad vasca. La gran diferencia que hay entre Euskadi y el resto de España –basta con mirar a su Parlamento, o a sus medios de comunicación–. Y también por qué el PNV jamás llevará a un candidato del PP a La Moncloa, al menos mientras su muleta siga siendo Vox.

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