1. Esta no es la enésima batalla interna entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. Esta es probablemente la última, porque parece muy difícil que se pueda reconducir la situación y llegar a un nuevo acuerdo, por mucho que Errejón repita que es “el candidato de Podemos” mientras el secretario de organización, Pablo Echenique, le pide que deje el escaño. Aún quedan algunos episodios en este desenlace final, pero todo apunta a una escisión en Podemos de la que saldrá una nueva formación política. Primero para la Comunidad de Madrid; después, si sale bien, para el resto de España.
2. La división entre Iglesias y Errejón es personal. No se odian igual aquellos que antes se han querido. Pero lo personal no es el factor principal. Es también, y sobre todo, una ruptura política, porque hace tiempo que Errejón no comparte la línea que hoy sigue Pablo Iglesias. Ambos han estado en posturas muy distintas en las principales decisiones que ha tomado el partido en los últimos tres años: la alianza con Izquierda Unida, el discurso y la estrategia de negociación frente a Pedro Sánchez durante su fallido intento de investidura de 2016, la relación con Manuela Carmena o la forma de enfrentar el auge de Vox y esa “alerta antifascista” que planteó Iglesias.
3. La crisis de Podemos es profunda y no se resume solo en el conflicto entre sus dos caras más visibles. Los problemas internos no se limitan a Madrid. En La Rioja y en Cantabria las primarias están suspendidas por orden judicial. En Galicia existe la amenaza de una escisión de En Marea. En Navarra el grupo parlamentario está roto, igual que en Castilla-La Mancha. En Catalunya están en crisis tras la dimisión de Xavier Domènech...
Desde las generales de diciembre de 2015, el partido ha perdido votos en todas y cada una de las elecciones celebradas en España. Y episodios como el famoso chalé –una compra que Iglesias y Montero están en su perfecto derecho de hacer, pero que sin duda contradice su discurso previo– han deteriorado la imagen del secretario general de Podemos y las expectativas de su partido. Tampoco se entiende que la crisis del chalé mereciese una consulta interna a las bases y no se plantee lo mismo en la tesitura actual: ante la decisión de ir o no ir junto a Carmena en una candidatura conjunta con la marca Más Madrid.
4. Errejón no está solo. Con él saldría una parte importante del partido, de sus cargos, de sus cuadros y también de sus votantes. ¿Cuántos? Es un misterio. Y también qué ocurrirá con la candidatura a las europeas, que encabeza uno de los puntales del errejonismo, Pablo Bustinduy, que hoy se encuentra en una posición muy incómoda.
También está por definir qué pasará con el Ayuntamiento de Madrid porque la explicación que dio Iglesias en su carta del jueves es ambivalente. Podemos no va a competir con Manuela Carmena con otra lista, pero no está claro si ese “Iñigo no es Carmena” significa que participarán de su candidatura. Según fuentes de la dirección del partido, la intención es otra: no competir con Manuela Carmena pero tampoco apoyarla ni participar en su lista. De ser finalmente así, Podemos sería el único partido nacional que no se presentaría en la capital de España. Aunque es muy probable que, si no se recompone el acuerdo con Errejón, IU también plantee en la ciudad de Madrid una lista alternativa a la de Manuela Carmena.
5. Pablo Iglesias tiene mucha razón al criticar que no es aceptable que el secretario general de un partido se entere dos minutos antes de anunciarse que su candidato en Madrid ha pactado a sus espaldas una coalición con Manuela Carmena. ¿Por qué no fue de frente y avisó con más tiempo? ¿Por qué no lo planteó abiertamente antes de cerrar el pacto? “Porque Iglesias lo habría dinamitado”, responden fuentes próximas a Errejón y a Carmena. Por eso presentaron este órdago para IU y la dirección de Podemos, conscientes de que podría suponer una ruptura, tras la falta de acuerdo en la negociación de una listas y una campaña donde Errejón se veía atrapado, condenado a una derrota y sin autonomía.
6. Con este movimiento, Errejón se intentó colocar en una posición más fuerte que, desde el sector de Iglesias, consideran que ha roto la mesa. La dirección de Podemos le acusa de haber planeado esta ruptura desde un primer momento, desde su desembarco en Madrid tras perder en 2017 en el congreso de Vistalegre, y ven imposible que se reconstruya un pacto, frente a los partidarios de Errejón que aún creen que se puede negociar un acuerdo que evite la ruptura definitiva.
Resulta especialmente insostenible la situación actual, donde ambos intentan ganar en el relato de esta ruptura. Errejón parece jugar a que lo echen; Iglesias, a decir que no hace falta porque ya se ha ido. La maniobra de Errejón no ha sido muy leal a su secretario general ni a los estatutos de su partido, pero la política es y será así: como esa fábrica de salchichas donde a veces es mejor no conocer la receta si se quiere mantener el apetito.
7. “Divide y vencerás”, dice uno de los lemas clásicos de la política; un axioma que toca poner en entredicho porque los últimos ejemplos en España demuestran justo lo contrario. No solo por los resultados de Andalucía, donde la derecha dividida en tres –pero movilizada– ha alcanzado por primera vez el gobierno de la Junta. También por las lecciones de últimas elecciones generales y andaluzas, donde el sector progresista logró peores resultados con dos candidaturas –PSOE y Unidos Podemos– que con tres – PSOE, Podemos e Izquierda Unida–. En ocasiones –por ejemplo, las candidaturas de Colau y Carmena–, la confluencia ha sido ganadora. En otras no ha sido así.
Obviamente, afectan muchos más factores en estos resultados electorales, pero la unión de la izquierda por sí misma no es siempre la mejor receta. Y el origen de Podemos, en 2014, no fue en el fondo otra cosa que una suerte de escisión de Izquierda Unida, de donde procedía una parte de sus fundadores y de sus cuadros. También entonces a Iglesias y a Monedero, desde la IU de Cayo Lara, les acusaron de fragmentar la izquierda por una ambición personalista.
8. El efecto de la división política en la translación entre votos y escaños depende mucho de un factor: el sistema electoral. No es lo mismo la fragmentación en las europeas que para el Senado. Y a ese respecto, las elecciones de la Comunidad de Madrid son casi como las de Italia: apenas importa la división porque hay circunscripción única. Siempre que se llegue a un mínimo, el reparto de escaños es prácticamente proporcional al de los votos.
9. El gran riesgo para la izquierda de ir en tres listas en Madrid es que alguna de ellas se quede por debajo del 5%, que es el umbral mínimo para lograr un escaño. Es lo que pasó en 2015 con IU-CM y la candidatura de Luis García Montero: 130.000 votos (el 4,14%) que se perdieron y, de carambola, le dieron la presidencia a Cristina Cifuentes. Es lo que podría volver a pasar si alguna de las tres candidaturas progresistas –Gabilondo, Errejón y Unidos Podemos– se vuelve a quedar por debajo del 5%. Habrá que ver qué ocurre en las encuestas, con su enorme capacidad para condicionar el voto, pero en principio parece razonable suponer que las tres listas serían competitivas.
10. La probable división del actual Podemos en dos bloques, ¿movilizará a más votantes y aumentará las posibilidades de la izquierda de gobernar en Madrid o, por el contrario, asqueará a su electorado y le llevará a la abstención? Es la gran duda y la respuesta probablemente dependerá de lo cruenta que sea esta guerra y de cómo evolucione en los próximos meses. Los votantes de izquierdas son más propensos a quedarse en casa cuando están desencantados por las broncas partidistas.
La izquierda tal vez (solo tal vez) logre sumar más escaños con tres candidaturas que con dos. Pero de poco servirá si es incapaz de pactar después un Gobierno con la rapidez y eficiencia con la que lo hace siempre la derecha.